Art. de opinión de Francisco Penalva Aracil

Un artículo veraniego

Observen estos dos rostros: El de la joven que lleva encima un harapo descolorido, roto, pero que pasa casi desapercibido por la fuerza expresiva de sus bellos ojos, de un verde intenso, su expresión denota miedo, pero sobre todo desconfianza.

Y el de la misma mujer ya mayor, con burka, manifiesta también desconfianza pero acusadora, en un gesto de indignación.

¿A quién? A los que le hacen la foto. A los que la tienen postergada, esclavizada en esa mísera situación de la que no puede escapar? , posiblemente a los dos.

Estas formas tan crueles de malvivir te infunden un gran pesimismo y piensas que nunca se podrán cambiar. Es muy duro y vejatorio ser mujer en países donde el islamismo fundamentalista fanático, predomina e impone sus normas de vida, a sus súbditos.

Añadir, que en muchas ocasiones la maldición tribal, teñida de religiosidad, las lleva al menor desliz real o percibido por los varones, a acabar con ella muerta o en prisión. Son delitos contra la moral en estos países; Oponerse a un matrimonio, ser violada, o quejarse de la violencia “doméstica”.

Un dato sobre los matrimonios forzados: Entre el 60% y el 80% de ellos, lo son por el padre, o los varones de la familia, sobre niñas que en muchas ocasiones no han alcanzado los 16 años. Mujeres obligadas a prostituirse son acusadas de ZINA (relaciones sexuales fuera del matrimonio) delito castigado con 15 años de prisión. Una penosa ignominia.

Vi hace unos días un documental con el título: “En busca de la mujer afgana (que es la de las fotos) en el que el mismo periodista estadounidense que la fotografió por primera vez para el National Geographic, viaja a Afganistán en busca de ella, la busco por todos los medios en un país destruido, lleno de campos de refugiados, donde lo más horrible es el sufrimiento -junto al de las mujeres- de los niños heridos y solos.

Al fin la encontró en una escondida aldea. Tenía marido y tres hijos, y su vida como muy bien rebela su aspecto, ha sido de sufrimiento.

Quiero terminar diciendo algo que hay que denunciar. Los de National Geographic explotaron económicamente su rostro, y aparentemente ayudaron en mejorar algo estas situaciones pero a Sharbat Gula, así se llama esta mujer, no la sacaron de la situación tan horriblemente lamentable en la que vive, o vivía.

Que no nos engañen, muchas acciones aparentemente de “ayuda y solidaridad” solo esconden intereses presentes y futuros, sin importarles la dramática realidad y el porvenir que les espera a estas pobres gentes, a las que dicen ayudar.

P.D: El título del artículo es pura ironía.

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