Art. de opinión de Claudio Rizo Aldeguer

ADA COLAU

Fue arrancar Ada Colau en el Congreso, y encenderse las luces. Pocas veces la calle estuvo tan iluminada como cuando la joven representante de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) desfloró ante sus señorías el tarro de duelo y lágrimas que ha había ido recogiendo por los distintos hogares de España (cuando lo eran), sacudiéndoles, de paso, una lección de humanidad y oratoria fina que por muchas lunas que pasen apuesto a que les acompañarán largo tiempo en la intimidad de sus caprichos legislativos. Estuvo brillante. Diría que sobradamente brillante. Mucho más que cualquier otro compareciente. Tartamudeó al comienzo, una palabra encasquillada, por novata, como quien entra de nuevas en un lugar prohibido o supuestamente egregio y debe exprimir el poco tiempo del que cuenta para violar la prohibición o desmontar su grandeza. Pero al poco se asentó, se hizo hueco, aclimató ideas… y fue entonces cuando pudimos ver y escuchar a millones de familias que llevaban años esperando ese momento, salir guarecidos en sus palabras, en sus gestos de elocuencia y en su rabia contenida, para exponer por fin a los diputados, en un cara a cara demoledor y por momentos sonrojante, la barbarie diaria con que han de lidiar como cabezas de turco, en masa, de un sistema económicamente despótico y vacío de alma incomprensiblemente legalizado.

Fue la última en comparecer, pero hasta de ese detalle minúsculo dejó rúbrica con lacerante ironía al insinuarse en su disconformidad un paralelismo simbólico entre esa tardía aparición programada y el último escalón que ocupan millones de españoles caídos a los avernos desde la explosión de la burbuja inmobiliaria. Su mirada era sobria, recriminatoria, tanto que por sí sola, con sólo otear a quienes la escuchaban, daba la impresión de que a su ruego humanitario le siguiera un lógico espíritu dolido y desdeñoso, a partes iguales, cuando no despreciativo hacia sus semejantes. Un alto en la exposición, si acaso una pausa para ganar resuello… ¡y soltarlo! Minuto once y pocos segundos de su comparecencia. Se presume que algo va a pasar. Una cuchilla hubiera rajado la atmósfera, tensamente aquietada. No hay marcha atrás: “¡Este señor es un criminal, y como tal deberían ustedes tratarle!”, espeta de cuajo y sin quiebra en la voz para referirse al vicesecretario general de la Asociación Española de la Banca (AEB), quien la había precedido en la locución y que le había dejado sobre la butaca la afrentosa pulla de que “La legislación española sobre hipotecas es estupenda”. Tras su comparecencia fue por esa causa amonestada por el presidente de la Comisión Santiago Lanzuela, y además lo fue correctamente, por más que aquello sonó más a obligación de protocolo y formalidad del lugar que a deseo íntimo del presidente en hacerlo.

La semana próxima se someterá a debate la admisión o no a trámite de las propuestas de la Iniciativa Legislativa Popular (ILP), y Ada Colau tuvo a este respecto especial interés en refrescar las tres “urgentes medidas de mínimos” que recoge, a saber: la dación en pago con efectos retroactivos, la moratoria inmediata en todos los desahucios y la creación de un “parking” de alquiler social. Afirmó que “técnicamente” no habría escollo alguno para alcanzar esa aspiración. Que se trata, en cualquier caso, de una cuestión de voluntad política. De querer hacer. O de no querer hacerlo. Sin más. Y sobre todo, de humanidad. Y de restañar, en lo posible, la estafa bancaria, financiera y gubernamental que mayormente es el pueblo el que a sus lomos soporta.

Debo reconocer que en algunos pasajes de su intervención me sentí receloso en cuanto a ciertas supuestas bondades y ausencias de tecnicismos de que hacía gala, así como de determinados razonamientos de tipo jurídico con los que no me identifiqué por entero. Pero eso no quita para poder atrapar el alma de su mensaje, el grueso de su queja, para comprender dolores, desentrañar engaños y alinearse uno con la causa absolutamente justa que representa la Plataforma y su Iniciativa Legislativa Popular. Porque si ni eso pasa, si la ILP ni siquiera accede al debate parlamentario, si se la patea y rechaza sin más, entonces sí, entonces puede que la calle hable, y se exprese, de una vez. Definitivamente. Pero en su propio lenguaje. Que nada tendrá ya que ver con el de Ada Colau. Pulcro, fino y razonado. Descuiden. Con su oratoria. Ni sobre todo con sus modos.

Otras noticias de interés

4 COMENTARIOS

  1. muy bien Claudio que siempre somos los ciudadanos los que pagamos los despanes de la clase política y de los bancos y cajas

Los comentarios están cerrados.

7,727FansMe gusta
2,647SeguidoresSeguir
2,764SeguidoresSeguir
4,470SuscriptoresSuscribirte

últimas noticias

COMENTARIOS RECIENTES