El Infractor:
La hoguera de los curas
Mis dos abuelos fueron comunistas. Estuvieron en lo que se denomina el bando perdedor. Con mi abuelo Bibiano hablé mucho de la Iglesia. Como él me llevaba diariamente al colegio de curas jesuitas donde estudié, a veces, me comentaba algunas barbaridades que los curas hacían en la posguerra maldita. Tenía razón en su quejío. Era una víctima, injustamente tratada, de una parte de esos curas vengativos y poco cristianos. Fue esa época. Y no fue una reconciliación hasta la transición.
Mi abuelo no tenía una buena opinión de los curas. Pero jamás le escuché decir que había que quemarlos en la hoguera. Le habían hecho mal, pero no quería ser como sus «verdugos». Demostraba una altura de miras propia de los cristianos de verdad. Sabía que yo era muy creyente, y me quería con locura. A veces, yo intentaba decirle lo bien que se portaban conmigo los jesuitas y la maravillosa libertad de la que gozábamos en el colegio. No era posible su conversión. Los seres humanos somos rehenes de nuestras dolencias, y del daño que hemos sufrido. Pero siempre pensó que mi formación y mi educación estaban en buenas manos. Se murió ateo. Nunca odió a nadie, pero no quiso ningún cura cerca.
Esta semana una banda de mañacos indocumentados ha irrumpido en un colegio Salesiano de Mérida al grito de «dónde están los curas que los vamos a quemar». Esa frase hilvanada desde el más puro fascismo y la más absoluta ignorancia es repugnante y asquerosa. No he escuchado muchas voces de la llamada izquierda oficial criticando semejante barbaridad. No entiendo ese silencio cómplice de una izquierda que ampara la violencia cuando la hacen sus cachorros iletrados y la critica cuando la hace el ala fascista de la ultraderecha. La violencia, la ejerza quien la ejerza, es la antítesis de la democracia. Hemos recorrido más de treinta años de democracia y libertad para que ningún ciudadano entre en una escuela a organizar una pira de curas. Esa hoguera de sacerdotes, en el siglo XXI, en la España democrática y libre, sólo es achacable a un fascismo recurrente que agita el descontento con soflamas identitarias.
«Franco ha vuelto», decía otra de las pancartas de los asalta colegios. La nueva profesión, después de los asalta supermercados, viene a demostrar el vacío educativo con el que lanzamos a las nuevas generaciones de jóvenes. ¿En qué manual del ocupa izquierdoso está que irrumpir en los colegios al grito de «fuego para los curas» sea lo democrático? Franco no ha vuelto, pero los fascismos franquistas, de izquierdas y de derechas, están resurgiendo. El sistema educativo se lo tiene que hacer ver. Si es posible que lance a la sociedad a una banda de energúmenos que quieren pervertir el sistema democrático, me van a tener enfrente. Hay que ser intolerantes contra esa intolerancia callejera. Hay que ser beligerantes ante la ocupación de la escuela con gritos a la par de Millán Astray en la Universidad de Salamanca. Son iguales. Las extremas ideologías, de izquierdas y de derechas, justifican la violencia como deslegitimación de la democracia.
A mí también me da asco que el Gobierno no esté atendiendo a las pobres familias que no pueden pagar los libros de sus hijos. A mí también me repugna que no se paguen a los más desfavorecidos y a los minusválidos. A mí me sonroja ver cómo hay políticos que ganan lo que no ganarían en el mercado laboral, por eso no están los buenos, sino los «aprovechaos». A mí me escandaliza que se desahucie, por una banco intervenido por chorizos, a una pobre familia que ha perdido el trabajo cuando había pagado religiosamente hasta ahora, sin que se le dé un alquiler social hasta que escampe esta.
Pero aunque me asquean muchas de las cosas que están pasando, me asquean más los «salvapatrias» asalta corrales. No hemos hecho esta transición democrática, maravillosa, para que unos okupas descerebrados e ignorantes nos vengan con sloganes más o menos líricos. Si no denunciamos estos comportamientos violentos, y de terrorismo social, estaremos amparando un fascismo sociológico que siempre se despierta en los momentos de crisis. Si una banda de niñatos cuatreros quieren quemar a los curas, que sepan que me van a tener enfrente. Exactamente igual que el terrorismo. Ni agua para los incendiarios.
Lo que quiere decir el Sr. Sánchez es correctro pero todo esto se basa en RESPETO recíproco entre las personas tengan la ideología que tengan
asalta colegios, asalta supermercados – vaya panda
Totalmente de acuerdo con su articulo
Yo diría. Asalta Moncloa, Asalta Congreso de los Dipuuutados,asalta Palacio de la Zarzuela, asalta Iglesia Católica.Asalta conventos de monjas, asalta bancos…Etc…etc…A la mierda todos. nos han llevado a la ruina y me hacer pagar encima sus desvaríos. Que me digan qué pinta toda esta gente en la vida si no es para sangrarnos. ESOS SÍ QUE SON UNA PANDA DE SINVERGÜENZAS.
ENHORABUENA Sr SANCHEZ
HACE TIEMPO QUE NO HABIA LEIDO UN ARTICULO TAN BUENO Y SI VERDADERO
GRACIAS
me ha parecido muy explícito el artículo y creo que tiene muy claro el mensaje
España está llena de salvapatrias querido Paco
«La violencia, la ejerza quien la ejerza, es la antítesis de la democracia.» Esta es una de tantas tonterias que se oyen a menudo, y no precisamente por «cachorros iletrados».
La democracia usa de la violencia como todo poder político constituido. El uso de la fuerza es inherente a todo poder político y a toda praxis real del derecho.
Esto es así, y la garantía final de cualquier aplicación efectiva del derecho es uno: la fuerza coercitiva.
Veamos, ¿las democracias reconocidas, occidentales, tienen ejércitos, fuerzas armadas, policia, fuerzas de seguridad, agencias de inteligencia, etc? ¿Sí? Entonces usan la violencia. A no ser, claro, que el uso del fusil sea para instaurar «la paz», lo que tendría su gracia. Los «Ejércitos de la paz», que, viviendo en estos tiempos delirantes, hasta parece tener algún tipo de sentido ni ha nadie le resulta chocante.
No es extraño entonces que esos «cachorros iletrados» sean eso, iletrados, porque no me explico como les queda una neurona sana después de tanta tonteria y cliché que tienen que oír en las aulas.
Espero que a esos niñatos que entraron en los jesuitas, ya les hayan reprendido severamente. Espero no volver a oir nada similar, rememorando guerras pasadas. Acaso no hemos aprendido ya de ellas?.
Enhorabuena por el artículo Paco, muy bien.
Estupendo, las palabras no ocasionan daños físicos de ningún tipo, si alguien siente que no es verdad, existen los cauces para resolverlo, pero ante todo el articulo es claro, al cual me sumo, la imagen que damos con estos hechos es tercermundista y radical, nada mas lejos de un país desarrollado y evolucionado que pretendemos aparentar, por suerte son pocos y no representativos de la sociedad española.
que gusto da leer a personas preparadas como este señor, Claudi Rizo, Charly, Segio Mira, etc. enhorabuena a todos por vuestros artículos
En mi opinión, el vandalismo y la violencia deslegitima a las personas pero, ¿Qué tendrá que ver la democracia? La democracia consiste en unas simples reglas de juego para que los gobernados designen, controlen y depongan a sus gobernantes.
Es innegable que esta «maravillosa transición» ha traido un régimen de libertades: sobretodo con respecto a la mujer y la sexualidad que tan reprimida estaba al dictado de su amada Iglesia. Y por supuesto la libertad de expresión (almenos para quejarnos).
Pero desde el punto de vista de la constitución y ejercicio de poder, éste sigue siendo de arriba a abajo y sin control efectivo. Está más alejado de la democracia que de la dictadura que sustituyó. Como dice un amigo mio: Hemos pasado de la democracia orgánica a la democracia biodegradable.
En cuanto a la repugnancia de los hechos vandálicos, tiene que estar deacuerdo con Vd. cualquier persona con un mínimo de sentido común.