De cabeza con los estadounidismos
El pasado 15 de octubre nos despertábamos con una curiosa noticia que hizo saltar algunas alarmas: la RAE incorporará en su próximo diccionario impreso una decena de estadounidismos.
Como siempre sucede cuando se trata de la lengua, todos se lanzan a opinar sin escuchar a los que realmente saben: los lingüistas, los profesores de Lengua, los filólogos. El problema, como muchas veces he señalado en artículos o en comentarios soltados aquí o allá, es que todos somos usuarios de una lengua y, por lo tanto, nos creemos conocedores de sus entresijos por el simple hecho de que llevemos hablándola toda la vida. Otro tanto sucede con las diversas faltas de ortografía que nos rodean y con las que convivimos a diario: mayúsculas sin tildar, carteles en los que impunemente se escribe garage*… La gente lo ve y piensa que es la forma correcta. Y, claro, es muy difícil corregir un error o explicar cualquier tema lingüístico cuando la otra persona se cierra en banda y dice: «Lo he visto escrito así miles de veces, siempre lo he dicho de esa manera».
Muchas explicaciones me ha tocado dar en ese sentido en clase, muchas discusiones me he ganado con conocidos y amigos, intentando rebatir la idea de que no todo lo que se escribe (aunque sea en los medios de comunicación) está bien escrito y que, al igual que los médicos saben de medicina, los químicos de química o los biólogos de biología, los filólogos sabemos de lengua.
Por eso, más que la noticia en sí (la inclusión en la vigésimo tercera edición del DRAE, en 2014, de ciertas palabras acuñadas en Estados Unidos), lo peor ha sido el alboroto que se ha creado en torno a esa noticia.
Volvemos a sentir, aunque lo neguemos, miedo al otro. Y eso a pesar de que el otro habla nuestro mismo idioma. No olvidemos que en EE.UU. viven unos cincuenta y cinco millones de hablantes de español, más que los que vivimos en España. Aunque nuestra lengua común partiera de nuestro país, es lengua materna en muchísimos países. No son hablantes de segunda categoría. De ese modo, si una palabra surge en cualquiera de esos países, la Academia correspondiente la propone para su inclusión en el diccionario. Eso, obviamente, no nos afecta a los que vivimos en España, que seguiremos hablando como hablamos y escribiendo como escribimos. ¿Qué me cambia a mí que la RAE acepte rentar con el significado de alquilar (claro calco del inglés) si yo puedo seguir diciendo alquilar? ¿Que ahora la RAE reconoce que, en ciertas zonas del español, van se refiere a una caravana? Pues estupendo. No es más que el reconocimiento de la riqueza lingüística del español. No supone un atentado histórico contra nuestras raíces. No estamos borrando las huellas de la lengua de Cervantes.
Las lenguas son entes vivos que evolucionan, que entran en contacto con otras lenguas, enriqueciendo el vocabulario. Eso siempre ha sido así. Al igual que sucedió con la palabra matrimonio, al que la RAE añadió el nuevo significado, aquí sucede lo mismo, pero con la diferencia de que los nuevos significados o los nuevos vocablos proceden de otro país. ¿Entendemos que, aunque la lengua se llame español, se habla en otros países? Esos países pueden hacer propuestas. De hecho, en el DRAE que se puede consultar por Internet o en las ediciones impresas, ya aparecen numerosas palabras con significados referidos a ciertos lugares: en cursiva aparece el país y, después, el significado que allí tienen. Es válido decirlo, pero nosotros, en el español peninsular, nunca lo diremos. Lo mismo sucede con la decena de palabras que aparecerán en la vigésimo tercera edición del DRAE.
Algunas nos resultarán más raras que otras (por ejemplo, pienso que email ya está plenamente extendido como sinónimo de correo electrónico), pero supongo que las palabras que más han levantado espinas han sido billón y trillón.
Como saben los que se dedican a la traducción español-inglés o viceversa, nuestro billón es diferente al bilion inglés. Si nosotros lo usamos con el sentido de ‘millón de millones, una unidad seguida de doce ceros’, tomado del francés, para el mundo anglosajón significa ‘mil millones’. ¿Qué pasará ahora? Muy sencillo: la RAE pondrá el significado primitivo como primera acepción y añadirá una segunda acepción indicando, en cursiva, que esa palabra se emplea con ese otro significado en EE.UU. Y nada más.
Lo mismo para trillón: si para nosotros significa ‘un billón de millones, una unidad seguida de 18 ceros’, ahora se añadirá una segunda acepción que contenga ‘mil billones en ciertas zonas del español’.
Ellos lo han calcado del inglés americano, lo mismo que nosotros lo calcamos del francés en su día. Como he dicho antes, las lenguas son entes vivos que están en plena evolución y constante cambio. Y esos cambios son posibles, entre otros aspectos, por contacto entre lenguas vecinas.
Entonces, ¿a partir de 2014, millardo y billón son sinónimos? Solo sobre el papel, porque no olvidemos que en EE.UU. 1.000.000.000 es un billón y, para nosotros, en España, esa misma cifra es un millardo. Aunque, seamos sinceros, ¿alguien dice millardo? Esa voz, por cierto, también viene del francés.
que bien explicas las cosas chico, me gusta leerte
un millardo de gracias Sergi porque te explicas como un libro abierto
Unas matizaciones.
Quedaría más claro y entendible si las palabras a las que te refieres en tus explicaciones las hubieras resaltado, entrecomillado o marcado de alguna forma. ¿Que ahora la RAE reconoce que, en ciertas zonas del español, “van” se refiere a una caravana?
A parte de eso, dos comentarios más:
1-Si entras en la página de la Real Academia Española verás que a la derecha pone:
Diccionario de la lengua española
Vigésima segunda edición
Por lo que entiendo que es lo correcto, porque se refiere al femenino , a la edición, no al masculino, el diccionario. Vamos que si lo ponen así en la página de la RAE no creo que esté mal.
2-En la siguiente frase creo que ocurre algo parecido.
“Al igual que sucedió con la palabra matrimonio, al que la RAE añadió el nuevo significado…”
Creo que lo correcto sería poner
“ Al igual que sucedió con la palabra matrimonio, a la que la RAE añadió el nuevo significado…”
Yo creo que a lo que la RAE añadió el nuevo significado fue a la palabra matrimonio, no al matrimonio propiamente dicho. La RAE se ocupa de las palabras.
Saludos .
Sergio, las lenguas a parte de entes vivos tambien valen para dar besos de tornillo ¡Que lo sepas!
menos academia de la lengua y más lenguaje popular. Siempre el pueblo por delante que la administración, a rremolque vámos.
como dice el articulista las lenguas son entes vivos y ademas, un pueblo no se realiza si no tiene su propia lengua. A mi particularmente loa americanismos no me gustan nada
Evidentemente de los comentarios se desprende que todos sois filólogos o lingüistas como mínimo, ¿verdad? Ay señor, señor…
Yo opino que si estas nuevas «palabrejas» se integran en el hablar cotidiano, es porque se cree uno que si habla con algo de americanismo, les parecerá más moderno a los contertulios.
Por ejemplo, oimos la palabra «handicap» a nuestros deportistas, cuando deberían decir su traducción hispana: dificultad, o inconveniente.
A este paso, importaremos a España el «Spanglish» y entonces sí seremos un país de segunda categoría lingüística. Ya está bien de extranjerismos, pues nuestra lengua como dijo en su día nuestro rey Carlos I (el V de Alemania, nieto de los Reyes Católicos): «El castellano es tan noble como el latín» Y se atrevió a decírselo al propio Papa de Roma.
la rae debe recoger anualmente todas aquellas palabras y expresiones qyue emanan del pueblo llano que son los que le dan vida a las lenguas, incluso para los besos de tornillo como dice el comentario 6