A DOS BALDOSAS
A Juan lo conocí a media tarde, casi de noche. En la céntrica Rambla de Alicante, ganada por el humo de unos coches que luchaban a esas horas por aparcar en una avenida que a regañadientes, tímidamente, insinuaba ya sus reflejos navideños. Juan tenía el rostro rajado. Como el cartón al que le cae agua y lo resquebraja, por horas, dejándole otra apariencia, casi irreconocible, conforme éste se seca. Lo cierto es que ese sábado hacía un frío de mil demonios, y cualquiera diría que los golpes de viento hubieran actuado sobre Juan, a navajazos superficiales, marcándolo, y dejándole ese tipo de huellas en la cara que hablan de una vida con más precisión y evidencia que una biografía de quinientas páginas. Eso percibí, como un fogonazo en el alma, al verle.
A su altura, me detuve. No por él; sino por un cigarro. He de confesar. Un cigarro maléficamente burlón, que osaba con no prender desde hacía tiempo. El muy ladino se había aliado con los malajes de las ventiscas invernales, y hasta creo que con la moral esnob de nuestros paraísos antitabaco tan “à la page” para dejarme colgado en el instante en que el mono se cuelga su etiqueta de “urgente”. De manera que se me hincharon; y allí, justo allí donde el viento parecía calmar su furia, rugió el mechero como nunca antes, en un rasca frío y metálico… desentumeciendo la atención de quien, advertí entonces, de unos cincuenta años y aspecto saludable, apoyaba su espalda sobre la pared y me miraba, elevando el gesto huido, asustado, a ver qué diablos me llevaba entre manos a apenas a un palmo de él. Nuestras miradas, a escasas dos baldosas, lanzaron comunicaciones extrañas; él, abajo, en el suelo, vencido y superado, sin prisa, sin nada que hacer, sin nadie a quien esperar, sin nadie que le espere; sin hogar ni futuro… más allá que el de superar esa noche y despertar a la mañana siguiente entre el taconeo de una sociedad nueva que a su lado camine. Yo, arriba, de pie, con el único problema, de pura agonía para quien no trata habitualmente con el drama, que el de una llama que no rinde. Poco más. Dos mundos. Tan lejanos como cercanos. Apenas a dos baldosas, que ni siquiera daban para dos metros, pero que parecían decir muchas cosas…
Me contó Juan (conocí su nombre tras sentarme a su lado, en el suelo), al tratar de mirar, siquiera de refilón aventajado, el mundo a través de su mirada, que conoció una época feliz en su vida: “Con todo a mi favor; con los dados siempre cayendo de lado… ¡Hasta que llegó esta puta crisis!”, exactamente fueron sus palabras, adentrada ya la conversación. Que estuvo casado, durante veinte años, con una especie de ángel, o eso su corazón sentía cuando rozaba sus mejillas con la yema de las manos antes de abandonarla al sueño, cada noche, con un “te quiero” trémulo y verdadero. Una época en la que se vestía de luces, absolutamente, para torear, incluso, de haber tenido arrestos, en la plaza alicantina. Pero que el fracaso de un negocio, que le fue de lujo, de corrido en la época del ladrillazo, extendió los cuchillos del banco sobre su casa, devorándola, laminando su presente y precipitando su vida de seguridades a las alcantarillas oxidadas de cualquier calle alicantina. Del mundo. De su vida. Su mujer dejó de creer en él. Dejó de ser su ángel. Le abandonó.
Ocho meses llevaba viviendo las noches, que no durmiendo, bajo cartones, me confesó. Sin padres, fallecidos, ni hermanos ni hijos, solo encontraba explicación a las cosas en el deseo de abandonarse al sueño, por una vez, y que alguien, quien fuera, le cubriera de gasolina su cuerpo en una noche de ebriedades y fiesta. Ya no había en Juan esperanza mayor. Y lo presentí lejos, en otro mundo… estando, en cambio, tan cerca. “Una jugarreta, solo una, de un anónimo, y se acabó. Un favor a mi muerte en vida”, insinuaron sus labios.
Mientras expelía el humo de un cigarro que se diluía, lenta, muy lentamente, impregnando de crudeza y realidad aquella Rambla febril alicantina con cierto olor, paradójicamente, a villancicos y a Reyes Magos…
Hermoso relato, hijo, y muy oportuno para la difícil época que estamos viviendo.
Me parace, además, muy didáctico, para que aprendamos a valorar lo que tenemos, los que aún lo tenemos. Y, si podemos, que lo guardemos, que vendrán tiempos peores, aún a riesgo de que me llamen agorero.
Tu prosa, ya me da igual que digan que hablo así por ser tu padre, es rica y hermosa.
No dejes, nunca, de deleitarnos en N.D. Todos saldremos ganando. Gracias, hijo.
Quién nos lo iba a decir que nuestro bienestar dependería de Merkel Sarkozy y el sur Sum corda!!. ¿ Es esta, la Europa de la solidaridad?Algunos dirán que cuesta dinero, pero yo digo, ¿donde está el dinero que corría a raudales por nuestras manos?, ¿lo tienen los trabajadores escondido?, ¿lo tienen los banqueros?, ¡ acaso los pobrecillos especuladores ! o políticos que no conocen otro trabajo distinto al que les encomiendan las urnas cada cuatro años. Pues bien, todos andan despistados buscando soluciones sin quitar la mirada de sus propios bolsillos e intereses.
¿Quién nos mandaría meternos en el euro con lo agusto que vivíamos con nuestra peseta?. Desde entonces vienen nuestras desgracias, personas que lo tenían todo (una vida digna) convertidas en indigentes.
Se me remueven las entrañas, percatarme que, camuflados y la gorra calada hasta los ojos, observé una pareja rebuscando en los contenedores. Os aseguro que a más de uno se os pondría la piel como escarpias , si supiéseis quienes son…
Ha llegado el momento de ayudarnos a nosotros mismos, y a los demás. Todos somos un poco Juan, sentados en la baldosa de cualquier calle,y de cualquier ciudad.
Gracias Claudio, por tu artículo. Un saludo.
enhorabuena, querido Claudio, esta vez por la crudeza de tus palabras, que nos hacen valorar pequeñeces como el agua caliente, la nevera , o un sencillo lugar, por austero y modesto que sea, donde recogerse cada dia al oscurecer, tu prosa es muy amena de leer
Magnifico Claudio,te felicito amigo por tu sensibilidad al escribir asi.
( Dios no ha creado la pobreza.
La hemos creado nosotros con nuestro egoismo).
un abrazo.
Muy bueno, Claudio. Algún día sabremos cuánto hemos caído o cuánto vamos a caer todavía. Citymarket hizo un esfuerzo muy loable por aliviar a personas como Juan. Y hoy nos cuentas que te sentaste a escucharle. Gracias a tu texto, mucha gente comparte sus sentimientos de desolación y quiebra. Estos gestos nos indican que hay esperanza, que hay voluntad de solucionar las crisis.
Me resulta curioso que, si hubieras tenido un buen mechero, quizás no tendríamos la historia de Juan traducida a tu literario verbo. En ambos casos se trata de algo que falló.
Feliz, lo que se pueda, día a todos.
Amigo Claudio,dos baldosas son suficiente distancia para ver la más cruda realidad, para comprender el camino que han seguido quienes son disidentes forzados de la vida y han bajado como consecuencia de la crisis económica todos los peldaños del escalafón social hasta situarse en los portales más bajos de la miseria. Los sin techo,los que llevan a sus espaldas la sombra y el frío de la noche, aquellos que soportan diariamente la indiferencia,el desprecio,el rechazo o la humillación de muchos de sus congéneres aunque para otros solo les motiven pena y hastío o quizás un leve sentimiento de caridad cristiana en las fechas que nos encontramos.
Son la imagen cotidiana de la indigencia, forman parte del paisaje urbano, son esos personajes que también componen el retrato social de nuestros días y que representan una vida plagada de fracasos existenciales a los que hay que sumar el fracaso social de los organismos públicos encargados de velar por quienes más lo necesitan.
Dos baldosas son suficiente distancia para poder ver de cerca las cicatrices del alma en un rostro curtido por el viento, para reconocer una mirada de denuncia que se proyecta hacia esta sociedad que arroja a sus propios hijos sin ningun pudor a las calles como si de los nuevos parias de la tierra se tratasen . Y claro la basura ensucia, molesta, y hay que retirarla más tarde o temprano de las calles para que no enturbien la belleza de los escaparates que anuncian la Navidad y los Reyes Magos.
Leyendo tu artículo me he acordado de una escena de Luces de Bohemia de Valle Inclán en el que el protagonista Max Estrella le pregunta a un reo que iban a ejecutar ¿Y tu quien eres?. a lo que le responde» soy un paria» y añade «soy lo que las leyes me han hecho».
Tus letras nos abren los ojos un poco más al esperpento diario que estamos viviendo amigo Claudio con esta tan cacareada crisis. Como decía un reconocido humorista » oiga que soy pobre pero honrado» y le respondían » si pero las desgracias nuncan vienen solas». Un cordial saludo.
Hola Claudio, tu prosa nos hace oler el humo del cigarro, has retratado la cara de Juan, hasta el punto de poderle hacer una retrato robot, y la rabia y mala leche la intuyo por tu forma de expresar los sentimientos de este hombre dejado de la mano de sus seres queridos y de su “Angel” que no lo era tanto, por lo visto, porque un ángel no deja nunca a su amado, pero en este mundo “la pela es el valor supremo” así nos va, y nos irá cada día más si la sociedad no se plantea la organización de los países desde el punto de vista de la solidaridad.
Claudio, tienes que comprarte un mechero de los de mecha, como los antiguos, de los que le rascas la rueda con la palma de la mano, y el aire se encargaría, en este caso, de encender la mecha.
Un abrazo.
¡Cómo crece y crece tu prosa, maravillosamente conducida, por las avenidas mas íntimas del corazón lastimado!. Me has dado el dia, casi, uno de los mas grandes de mi vida. Hoy que me toca, con toda la familia, ser tan feliz. Tu pre villancico de la mala sombra, tu Juan desbautizado, casi me desanuncian lo que promete este Adviento. Pero, no. Junto a cada Juan abandonado puede haber un Claudio acarreador de esperanzas. Entre ese Juan y tú, sentados en el suelo, se nota a Jesús en el belén de cartón de la Rambla alicantina.
¡Cómo escribes, puñetero! ¡Cómo acarician tus palabras, aunque arañen el alma!
Gracias, ewscritor.
bonito como todo lo que escribres, no pierdas esa sensibilidad que tienes para contar las cosas
Hola Claudio:
Esta vez pasaste el examen otra vez.Bueno,muy bueno.Llevas el control del relato,pasas tu pensamiento al lector y creas un personaje rico y unico que llega muy adentro al que te lee por la extrema humanidad de tu relato.
Felicitaciones.
Atila.
Ufff ¡Como he disfrutado leyendote! Y como se me amontonan los pensamientos al terminar. Mi pobre tocayo tocado por el dedo de la desgracia. Por desgracia el dedo que mas toca. Y el que más señala, el que nos está señalando a todos.
Suerte en el camino.
con lo buen escritor que eres cuando escribes de las cosas cotidianas de la vida y lo partidista que eres cuando escribes de política. Me gustas mucho cuando el artículo no es de política
Hola. Me gustan los relatos como el que has escrito Claudio; real y humano. Felicidades por todo lo que nos ofreces y compartes. Un abrazo.
Estimado Robert: Coincido con Ud.en su apreciación literaria sobre mi hijo. Sé que a Claudio le sabrá mal que salgo a su encuentro, Robert, pero me niego a aceptar que sea partidista. Me niego rotundamente. En todo caso, querrá Ud. decir que no coincide con su ideología política. Todos tenemos la nuestra y ninguna es mejor que otra. El que diga que no la tiene, miente.
Bien Claudio otravez sacas un relato de algo que lo veemos todos los dias y no le damos ni la mas minima importacia.Tu le sacas petroleo hasta una piedra…
Se nota que se acerca la Navidad, ¡¡que buenos somos todos!!…y qué comprensivos con las carencias ajenas!
Muy bueno, sigues siendo «CATOBLEPAS» en roble, como el buen vino mejoras con los años.