EN FAVOR DEL POLÍTICO
Hablo en favor del político. Sí. Y no me mate todavía, lector. Concédame la presunción de inocencia (¡tan mal está su imagen que me veo en la obligación de demandar para mí este derecho fundamental!) Cinco minutos, solo.
En el trabajo, esta semana, un compañero crítico con la figura del político, de esos recalcitrantes, tanto que me confesó que desde los tiempos de Suárez jamás se había acercado a urna alguna, me afirmó que conocía, al menos, un país en el que no existía política. Creo que para justificar su alergia a los comicios. ¡Que se podía vivir sin políticos! Un país al desgobierno. Casi. Que no ausente de orden, ni de normas, ni de ética, no se crea… sino únicamente de políticos. Le dije que me diera su nombre, que me hablara de ese país, pensando en que podría forrarme con la primicia de escribir acerca de ese descubrimiento. Me sonrió. “Para ganar tú, gano yo. Amigos, ¡pero no perdiendo!”. Y se marchó.
Defender hoy al político es como tratar de demostrar la intermediación del amor entre la puta y el cliente, me da la sensación. Pero quisiera que el lector se interrogara acerca de las razones por las que solemos poner a caldo a quien porta corbata y se expresa con palabras que nos regalan los oídos con equilibrio de trapecista, tan de continuo. Apunto una, que entiendo bastante: corrupción. En ésta caben todo tipo de tropelías y abusos que derivan de lo que algunos denominaron “la erótica del poder”. Pero no puedo con la generalización; lo siento. Va contra mis principios.
Un político, por estadística, es una persona con una necesidad grande de transformación y mejoramiento de las circunstancias en las que vive. Afirmo. Que no ve los toros desde la barrera, como la mayoría de ustedes y yo, que no empeñamos ni un pelo de las pestañas en riesgos públicos; que salta al ruedo, si es preciso, y se viste de Don Tancredo, en el centro, a la espera de que la caída de críticas le abra el cráneo en canal. Impasible. Él y su familia, que le acompaña en las vigilias de las acusaciones estampadas en periódicos o en las noticias dadas por una guapa presentadora de la tele, y de las que muchas veces no llegamos a conocer de su necesaria restitución si devienen en falsas. Un político, comprometido y con responsabilidades de cierta monta, es alguien que roba horas a su asueto (quizá ni conozca que esa palabra campa por las hojas del diccionario); que escatima a los fines de semana, la compañía de amigos, un libro, partidos de fútbol… Que hace tiempo no pasea un domingo con su hijo o que, simplemente, no se pega una buena juerga con su mujer. De esas que marcan época. Vaya. ¿Cuánto vale la vida privada, ya que surge, entendida en términos habituales, sin ingerencias… libre de preguntas inoportunas? Porque de la pública, lector, mejor ni hablamos.
Usted me dirá que ya está hasta los “aquéllos” de tanto inepto. Vale. Que todos nos han metido en esta perra crisis. Bien. ¿Sabe el tiempo que silban a mi oído estos cantos de sirenas “oportunistas” que censuran todo tipo de Gobiernos con independencia de su color? Desde que el sentido de la razón aterrizó en mí. Se lo aseguro. Y por mi todavía joven existencia ya han desfilado memorias como González, Aznar y, recientemente, Zapatero. Los zurdos y los diestros. Incluso los que se visten de ambiguos. Todos, insisto, han terminado por ser incompetentes, cuando no corruptos, a los ojos del pueblo, de un pueblo que ha mutado en el tiempo, en las circunstancias… pero que aun así no ha dudado en despedirlos a salivazos en las calles en cuanto de sus caras se han hartado. ¿En qué fallamos, tan sistemáticamente? ¿O quiénes fallamos, dicho sea con ánimo de meter el dedo en llaga propia? ¿No cabe corresponsabilidad nuestra?
Y es que, después de no haber pegado ojo aquella noche, pensando en cuál sería aquel país en el que según mi compañero de trabajo no existían políticos y que sobrevivía más o menos bien, mirándome a los ojos, me dijo, a la mañana siguiente: “¡España, coño. Es España. Que pareces tonto!”.
“Buena broma, amigo”, me despedí dándole una palmadita de indulto en la espalda… queriendo ser gentil.
Tu artículo, querido hijo, me viene al pelo para matizar algunas cosas.
Hablas, y comparto tu idea, de la necesidad del político. Hay que tener bemoles, en estos tiempos, para lanzarse al ruedo. Éste está ahí, cualquiera puede lanzarse y torear, pero no, todos preferimos quedarnos en la barrera y juzgar al de los bemoles.
Hace dos días, escribí, impulsado por tí, un modesto artículo cuestionando el sistema democrático actual. Decía que iba a ser «políticamente incorrecto» y parece que lo fuí, por comentarios adversos que recibí. Algunos muy apreciados por mí como el del Observatore. No sé quién es, pero cultura tiene por arrobas, por eso me entristeció, algo, su opinión. Jamás cuestioné la democracia, sino apelé a una regeneración de la misma. ¿o no se puede pedir una regeneración de ella? No quiero volver al pasado. Como digo, del pasado sólo añoro la edad. Nada más. Nadie odiará tanto el régimen que tuvimos antes, como yo.
Y , si he molestado a los partidos minoritarios, pido humildemente perdón. No quise, jamás, ofenderlos. Sólo fui » políticamente incorrecto». Sólo son comparsas, nunca van a gobernar, mal que les pese.
Perdona, querido hijo, que haya mancillado tu magnífico artículo con mis lamentaciones. La confianza, ya sabes. Nos queremos y sé que no te molestará.
Tu artículo, querido Claudio, impecable, perfecto y justísimo. Necesitamos a los políticos. Mira a Grecia y a Italia. Van a dirigirlos tecnócratas. Vamos a volver a una especie de despotismo ilustrado. La dictadura del técnico. Necesitamos políticos con miras amplias. Que pena, querido hijo, que no des el paso. Serías un gran político, pero como padre que te quiere, no te lo acosejo.El peaje es muy alto. Que se apañen como puedan.
Un beso muy fuerte, hijo.
Admiro la buena voluntad del señor Claudio Rizo al intentar romper una lanza en favor de los políticos. Pero debo disentir, haciéndolo profundamente. No soy capaz de ver en los poíticos lo que usted ve. Por supuesto que los hay honrados, trabajadores, abnegados, cumplidores, desinteresados, …
Pero, desgraciadamente, son minoría frente a la «clase política», los profesionales que no están en sus cargos para cambiar la cruda realidad, para luchar por las necesidades del pueblo, para defender nuestros intereses. Están ahí porque son profesionales de la política y viven de ella, sin importar nada ni nadie, sólo ellos y «sus cosas». Se acuerdan de nosotros cuando llegan las elecciones e intentan vendernos lo invendible.
No quiero alargarme más. Agradezco los artículos de opinión suyos porque, además de escribir con facilidad, lo hace siempre de temas interesantes y accesibles al público llano (no como otros que siempre tratran sobre «el sexo de los ángeles»).
Claudio, esta vez lo has clavado, 35 años de mi vida dedicados, ocho en exclusiva y el resto compatibilizándolos con mi trabajo a eso de la política, y al leerte me he visto reflejado, y en esa vida he visto de todo, como en botica, y te puedo asegurar que hay gente magnífica con ganas e ilusión de cambiar el mundo, sin tener en cuenta las horas dedicadas, sin esperar nada a cambio, sin saber si te van a escupir o no, sin saber si por dedicarte a ello tu mujer te va a dejar o no, sin tener en cuenta que a lo mejor, en vez de hacer amigos pierdes los que tienes, y luego vienen las incomprensiones de los ciudadanos, que hagas lo que hagas estás medito en la política para enriquecerte, y no entienden que es una pasión igual que cualquier otra de la vida, y lo que ya te remata son las falsedades que se vierten sobre algunos políticos con el solo objetivo de destruir su integridad y su honorabilidad para ocupar ese hueco otros.
También ocurre lo mismo en las grandes empresas, en la lucha por los puestos de responsabilidad, las personas somos así, y eso no lo va a cambiar nadie, por tanto reivindiquemos la política con mayúsculas, la que haga que las cosas funcionen, por que lo que no se solucione a través de ella se tiene que solucionar a través del “SE SIENTEN COÑO”
Molt be Claudio estic amb tu
Notable empeño digno de admiración el tuyo Claudio al defender la figura del político en los tiempos que corren.
Me contaban una vez que en una pintada se podía leer » el país está al borde del abismo y con el nuevo Presidente hemos dado un paso adelante».
Tiene guasa la cosa, pensar que grandes pensadores como Aristóteles o Santo Tomás de Aquino defendían con vehemencia que el hombre era un animal social y político por naturaleza, y ver hoy en día la escasa credibilidad social que entre la ciudadanía tiene precisamente la figura del político.
Hoy defender al político es como nadar contracorriente, demasiada ambición y poca conciencia, la noble vocación al bien común y a la sociedad sustituida por la profesionalidad y el privilegio personal.
Generalizar es malo, y quizás tengas razón Claudio y la culpa sea nuestra por haber creado una casta con demasiados privilegios en un mundo lleno de necesidades.
La apreciación de la ciudadanía del político hoy en día es la de un profesional que tiene un trabajo cómodo y bien remunerado( en exceso en muchas ocasiones), un horario flexible,en el que te pagan las dietas y el kilometraje , con buenas vacaciones y mejor jubilación y en el que no te piden experiencia ni estudios aunque si se recomienda que los tengas.Y por lo demás, con que seas flexible moralmente en lo personal y poco escrupuloso a la hora de mentir ya tienes el perfil que necesitas.
El talento y la honradez tambien son necesarios en Política pero a lo mejor si se te olvidaron en casa no pasa nada,siempre encuentras a alguien dispuesto a pagarte los trajes y demás complementos.
Para unos la Politica es compromiso para los demás,con la gente más necesitada y ello supone un sacrificio personal y familiar evidente , pero para otros es un un simple negocio, una proyección de lo privado a lo público ,seguir con el negociete pero manejando el dinero de los demás en vez del propio.Un burócrata convertido muchas veces en parásito social.
No soy de los que piensa que todos los politicos son iguales,ni mucho menos, pero la verdad Claudio es que cada vez me cuesta más distinguir los buenos de los malos. Vamos que ni con el test de Blade Runner, ni con el voto en libertad depositado en la urna. Es más a veces cuestión de intuición que de certeza.
Entonces, ¿seríamos todos más felices sin políticos? . Yo creo que no porque en el fondo todos deseamos serlo alguna vez. Un cordial saludo
Tienes mucha razón, Claudio, ¿Pero como es posible que se haya llegado a esta situación?¿y como la permitimos?
Gracias
Muy buen artículo, Claudio. Comparto contigo esa especie de alergia a la generalización sistemática.
Normalmente no deja der ser sino fruto de prejuicios, o en todo caso afectada por información parcial o sesgada, y por eso se agradece especialmente las dosis de sentido común que aparecen en tus artículos y la variedad de los temas.
OK. Claudio, pero no pierdas mucho de tu precioso tiempo y valía literaria en justificar el comportamiento de los políticos, no se lo merecen
Estimado Claudio; para aquellos que rozamos ya la cincuentena, ¡vaya tela!, y que por tanto, hemos tenido el privilegio, porque lo es, de haber vivido los últimos estertores de la dictadura, la transición en pleno, y la posterior “democracia”, entendida esta, como nos participaron en su momento que era “el poder del pueblo” (teniendo esto mucha tela para cortar), y a poco que nos hayamos interesado, aunque sea un poco, de los devenires socioeconómicos y políticos, realmente, tenemos en nuestras manos, la posibilidad analítica para enjuiciar u opinar con conocimiento de causa a los políticos de la nueva hornada.
El otro día, hablando con un amigo famoso y reconocido periodista algo mayor que yo, y por supuesto, con una trayectoria impresionante en cuanto al análisis de la realidad española, llegamos ambos a la conclusión de que, las nuevas generaciones de políticos, nacidas ellas al socaire de una democracias ya asentada, y envueltos ellos en una sociedad costumbrista, en donde se ha llegado a crear una “casta” a partir de ciertos niveles en la escala de la propia jerarquía política; como decía, estos políticos, en su mayoría, que no todos (a mí tampoco me ha gustado nunca generalizar) carecen del valor más importante para ejercer tan noble dedicación pública: sentido de dedicación y sacrificio para una causa común y que en lógica, revierte en beneficio de toda la sociedad, y no lo que hacen que es todo lo contrario; servirse de lo público, para beneficio propio.
Los tiempos románticos de la política han muerto, de eso, se ha pasado a la erótica del poder y a favor del verdadero poder, que no es otro que el de siempre; el económico, el de los grandes oligopolios, las grandes multinacionales, la gran banca, los lobbies con intereses preconcebidos y con ello, la vuelta al poder de la selva.
Amigo Claudio, nos han engañado siempre, con dictaduras de todos los colores, o democracias moldeables, el ser humano, ha estado siempre al servicio del más fuerte.
Todo mi respeto en cambio, para los muchos políticos que, aun con todo eso, siguen soñando y luchando denodadamente por conseguir por fin, un mundo más amable, solidario, justo y mejor del que hoy tenemos. Para distinguir a unos de otros, no hay más que comparar sus discursos y actos.