Art. de opinión de Claudio Rizo Aldeguer

DATE UN CAPRICHO

Dicen que anda de moda, eso de olvidarse uno de las congojas del día a día en una casa rural y pegarse un buen chute de vida. Antiguas posadas, masías o caseríos, instaladas en diminutos pueblos, y que hoy, rehabilitadas y regentadas familiarmente, quedan la mar de saladas para el solaz de las almas que buscan sosiego. Nunca han estado entre mis preferencias de descanso. Lo confieso. Imaginaba insectos y demás inquilinos de la naturaleza libre, haciendo su particular agosto entre la colcha de la cama, guarecidos en sus pliegues, invisibles al tacto y al olor, pero latentes; o lo que es peor, bajo la almohada, a la espera de que la anestesia del sueño anule los sentidos para poder así colonizar el territorio desprotegido. Sería por tan vanos prejuicios, por lo que siempre me decanté en cambio por hoteles hormigonados, de poco tronío, sea dicho, a poder ser, de esos anclados en plena urbe entre marañas de edificios y vaharadas de humo, y cuya ubicación me permitiera patear el corazón de una ciudad sin acordarme del coche. Pero esta vez descosí mis instintos más miopes. Allá me lancé, por día y medio, casi bostezando octubre, todavía con el sol afilado de un verano postrero, en busca de un pueblito que roza los mil habitantes, llamado Casas de Ves, situado en la “manchuela” Albacete. La ocasión la pintan calva. Y los “secretos” estaban ahí, a la vuelta de la esquina… Solo había que decidirse a conocerlos.

Porque así se llamaba el sitio, “The Secret Hotel”. Americanísimo, en su epígrafe. Españolísimo, a matar, en todo los demás. Ocho habitaciones y una suite, cada una de ellas con motivos y colores diferentes; ocho secretos: violeta, rosa, fucsia… Y un spa; por supuesto, porque ya no hay casa rural que se precie que no disponga de burbujeos, cascadas y sauna que al huésped le hagan por unas horas sentirse el rey del mambo. Al estar regentado por una familia, en casa creímos estar al apenas abrir la puerta de la habitación. Una bandeja de fruta, seleccionadas y en su punto, y un champan exquisito, frío como un río en invierno, nos esperaban, afianzándonos en la idea de que el mundo real ya quedaba atrás y que nos sumergíamos en una especie de cuento escrito en primera persona. Así que tocaba disfrutar. Y el primer escopetazo del corcho, blandida por mí la botella, por poco no terminó perforando las enormes cortinas que colgaban del dosel de bambú de la cama, que la cubrían, absolutamente, y que dejaban la estela en su interior de un mar de ignotos y atrayentes apetitos por descubrir.

Al ser solo ocho parejas,
la comunión entre nosotros fue tan suave como tararear una canción. Sin freno, diría, una vez hicimos la visita el sábado por la mañana a una antigua bodega, levantada y trabajada por los propios vecinos del pueblo en 1958. El dueño de la casa, hombre claramente vivido y con una retranca cachonda de lo más contagiosa, hizo las veces de guía, explicándonos todo el proceso de elaboración del vino; y de camata mañoso, al someternos a un singular episodio de cata de vino durante algo más de dos horas. Desde entonces ya no llamo ‘cata’ a lo que siempre pensé que lo era. El menda nos puso en círculo, de pie, a todas las parejas, alrededor de una mesa ocupada por platos con queso de romero, olivas y demás, y cual olimpista, fue completando vueltas, en esas dos horas, a pesar de su nada liviano físico, sin atisbo de cansancio y con oratorias distintas para cada pareja, mientras reponía y reponía, sin flaqueza de fuerzas, los tintos y rosados conforme estos cada vez más rápido se agotaban. A nuestra amiga de corro, situada a la diestra, una guapa y joven valenciana llamada Noelia, que también, desbordada junto a su novio Fran, observaba la exhibición pompa y circunstancia que a nuestros ojos circulaba, se le plantó, en una de esa vueltas, el de las “catas”, y elevando ante ella la penúltima botella recién abierta, le espetó imperativamente como un petardazo fallero: “¡Vacía la copa!”. La pobre no tuvo más tutía que empinársela, de golpe pero gustosa, sea dicho, acompañado de una sonrisa cómplice.

De Virtudes y Nicolás,
dos jubilados a los que sus hijos les regalaron, no solo el viaje, sino veinte años más de vida en ese día y medio, se me cae la baba si hablo. Cenamos esa noche con ellos, todavía trasquilados por el vino de la mañana. Y paseamos. Hablando de la vida, en buena lid. Que se puede y debe. Y casi sintiéndolos familiares, casi suegros, por momentos. Ella, algo quejica, pero hermosa de alma. Él, entrega y veneración a su Virtudes. Y al “Photo-rop”, “que te quita el rojo de los ojos”, decía; y al “Worr”, “que te deja escribir y borrar palabras”, pues estaba aprendiendo en un curso de informática para jubilados. Y eso, en la “manchuela” Albacete, en un punto insignificante de la geografía, de apenas mil habitantes… mientras buscábamos, bien entrada la media noche, un lugar para observar la lluvia de estrellas anunciada en la noche de Casas de Ves.

No se me notó, el día siguiente, al despedirnos. Pero una lagrimilla, se lo aseguro, puede que varias, se posaron con disimulado recato sobre mi corazón. Quizá fuera ese, pensé, el noveno secreto de aquel lugar que no aparecía en las guías…

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15 COMENTARIOS

  1. Querido observatore. La envidia cochina es la mía, y la onomatopeya jejej quería ser la muestra de que era un comentario jocoso.
    Su comentario ha sido explícito y perfectamente comprendido y , en realidad, compartido.
    Un saludo.

  2. Sana envidia es lo que transmites Claudio con este relato simpático de una estancia alejada del bullicio y el stress,hundida en el sosiego y el placer de saborear aromas manchegos, imbuida de la paz que transmiten estas viejas casa rurales en las que se pierde un poco el sentido del tiempo y en las que a uno le llaman a vivir lo auténtico,eso que llaman de pueblo, los buenos fiambres caseros y el buen vino manchego.
    Estas casas aunque restauradas para dotar al cliente de las máximas comodidades fueron levantadas a conciencia por gentes de pueblo y ese espíritu de tranquilidad y fortaleza se respira por sus paredes permitiendo al visitante disfrutar de un entorno distinto y distante del acostumbrado hotel de no se cuantas estrellas.
    Espero Claudio que las «catas» vinícolas con las que fuistes agasajados no te impidieran apreciar la placidez del entorno y descubrir» el secreto» del lugar que quizás no sea otro que volver otra vez con la mente despierta a vivir la experiencia de nuevo y poder contarlo espléndidamente como tu sabes hacerlo.
    Un cordial saludo.

  3. Como siempre has sabido esculpir perfectamente tu vivencia de ese fin de semana, puente o acueducto, es igual. Te habrás dado cuenta de esos rincones sublimes, como dices tú que no aparecen en las guías pero que te hacen zambullirte en esa otra vida de disfrute de los sentidos, y del que este bendito país nuestro esta lleno de ellos, pero poco esparcidos a los cuatro vientos, pero sí que nos “deleitan” de otras cosas no queridas ni deseadas, y ahí si se regocijan haciéndonos ver lo calamitoso del camino que llevamos, por tanto levantemos nuestra dignidad y no permitamos que nos acojonen más, miremos a nuestros alrededor y disfrutemos de las pequeñas cosas bellas que todos tenemos a nuestro alrededor, y hagamos como tú Claudio, disfrutemos de la amistad, de una buena copa de vino, de las viandas que tengamos a mano y de la belleza que la naturaleza nos ofrece todos los días.

    Un abrazo.

  4. Que suerte Claudio no se como te las arreglas pero descubres cosas y sitios entrañables y maravillosos, como aquel árbol de corazones. Muy bien Claudio.

    POSTDATA: Hayque llevar cuidado que la competencia aprieta y cada vez veo que tenemos más escritores en ND, que por otra parte esta muy bien y disfrutamos mucho con ellos

  5. Para mí, Claudio, un gran artículo. Muy bello y tierno. Quizá menos emotivo que otros, pero con mucha más belleza literaria.

    Empleas y juegas muy bien con la palabra. Aprovecha ese don que pocos tienen y danos, más, el placer de leerte.

    Me alegro lo bien que lo pasasteis. Bueno ya lo sabía por tí mismo. A ver si un día, tu madre y yo, nos vamos a ese bello pueblo manchuelo, aunque solo sea por dejarnos, allí, unos años, como esos entrañables amigos que hicisteis.

    Un beso,hijo, y enhorabuena por tan hermoso relato.

  6. Mientras muchos novelderos no podemos ni salir de casa ni casi poder comer, es el privilegio de los que tienen dinero, que dominan la palabra muy bien, que dan lecciones de lo que hay que hacer, pero que al final hacen lo que hace la inmensa mayoria de nuestra sociedad, primero saciar sus necesidades y caprichos, y luego contar sus vivencias, aun a sabiendas de que pueden crear traumas a aquellas personas, que no pueden disfrutar de todo lo descrito. Eso si intuyo que sin mala fe. simplemente como anecdotico

  7. La envidia nunca es sana. Es envidia jejej envidia cochina.
    Y sí, pero hay un refrán que dice que, «hambre que espera comer no es hambre» Gracias por los datos y la lectura Claudio, me apunto el lugar.
    Debe ser tan bello como lo pintas.

  8. Amigo Olivares tendré que revisar mejor el diccionario a la hora de plasmar mis emociones ante la lectura de algunos artículos, pero utilizar el término envidia sana estaba más cerca en mi intención de una sincera admiración emocional por lo bien que se lo pasó el autor del relato en ese lugar de la Mancha que guiado por un ataque de celos o deseo irrefenable por anhelar la vida del prójimo aunque usted no lo crea,.
    También es cierto quer dice el refrán piensal mal y acertarás y a lo mejor es todo envidia cochina. Quien sabe!!

  9. Anoche yo era «Capitan» de un barco, completamente sumergída en la lectura de un libro. Hoy, leyendo tu artículo, he disfrutado la descripción del lugar, incluso casi he podido saborear el buen vino. Compartir estas experiencias se agradece, y yo me alegro (ahora no salgo mucho) de haber conocido ese sitio tan agradable.

  10. SR.OBSERVATORE: El comentario de Juan G. Olivares, sin haber hablado con él, estoy seguro que no va por Ud.

    Va por el comerntario nº 5 de Anónimo, del que no voy a opinar. Que cada uno opine lo que crea. La envidia sana, amigo Obreservatore, es muy buena.

    Y no hace falta que revise Ud. el diccionario. Lo domina muy bien.

  11. Bien Claudio,lo comido lo bailado y lo………..es lo unico que te llevaras de esta vida,haces bien disfruta todo lo que puedas ..
    Ya he anotado el nombre del poblado y en my proxima visita tratare de ir es esa la Espana que quiero conocer….

  12. Excelente Claudio. He descubierto una nueva faceta de tu polifacética escritura. Podrías ser un estupendo reclamo publicitario de guías turísticas. El ayuntamiento de Novelda, acertaría contigo, si te concediera la oportunidad de promocionar nuestro pueblo. Es una idea que dejo caer…

    Se habla de envidia sana y de la otra, y yo me pregunto ¿Por qué somos incapaces de alegrarnos de la felicidad de otros? Igual que se comparte la pena, ¿no podemos compartir la dicha, con respeto y humildad?

    Hace años que la palabra vacaciones, ha desaparecido de mi vocabulario. ¿Qué se supone que debo sentir y pensar por los que son más afortunados, en este aspecto, que yo? Qué infantil, egoísta e inmaduro seria rumiar, ¡como yo no puedo, tú tampoco!

    Si uno mismo no intenta ser feliz, poco felicidad podrá trasmitir a los demás.

    Ayuda a tus semejantes a levantar su carga, pero no a llevarla. Pitágoras

  13. Hay tanta saturación de artículos que, este mío, ha desaparecido casi por ensalmo y sin tiempo apenas de agradecer los comentarios.
    Aunque ya no creo que se lea este mensaje, quiero daros las GRACIAS; gracias a todos por haber dejado en esta hoja vuestras impresiones y por haber compartido conmigo una de las mejores experiencias vividas en los últimos tiempos.
    Como apunta Alicia, si lo malo puede (o debe) contarse, con mucho más motivo lo bueno. Y esto lo es.
    Un abrazo.

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