EL VERANO QUE SE FUE…
Al quedarnos sin verano vamos perdiendo aunque lentamente, como vemos estos días, ese calor que tanto deseamos en invierno. Sin embargo ahora nos ocurre lo contrario, agradecemos el frio sereno de las madrugadas y el anochecer, del otoño.
Un calor que nos lleva a querer estar casi constantemente, en contacto con el agua, lo mejor de la naturaleza; aguas del mar, los ríos, las piscinas…, y salir relajados con el cuerpo fresco, después de disfrutar un tiempo dentro de ella, poniéndonos luego al sol, para pronto, entrar otra vez.
Pero yo quiero escribir sobre nuestros veranos en los que entre otras cosas, saboreamos sencillos placeres, como aquellos de campo de oler el hinojo, utilizado para darle sabor a las olivas partidas conservadas en una tinaja, o volver a probar los “agres”, ese tallo largo, verde, con flores amarillas, que tanto mastiquemos de chiquillos.
Relajándonos mientras tanto de los calores, bajo la eterna sombra de los pinos o las moreras, leyendo al mismo tiempo a nuestro escritor de las sensaciones, el Alicantino Gabriel Miro, que en su libro “Años y Leguas” citaba lo que él veía desde las ventanas, a las que tanto nos asomamos cuando el calor aprieta, decía Miro: “La ventana no es solo la mirada, es también el grito a los caminantes, la ansiedad ante una espera, la sonrisa hacia los senderos, las nubes, la lluvia, las estrellas”.
Un día cualquiera de verano y si es posible en la huerta, a la que tanto nos gusta ir en especial en agosto nuestro autentico mes de descanso; transcurre entre una casi total inactividad o quietud. Las mañanas suelen ser tranquilas entre paseos, charlas, baños…, y al llegar al mediodía un nubolet acompañado de un capellan con tomate, te despierta el apetito para la hora de comer. Y después la siesta, un placer milenario que consideramos los de aquí como un tiempo sagrado de sueño, donde el silencio debe reinar, y solo es permitido, el sonido monótono pero estridente que producen las cigarras, por no poderlo evitar. Y al despertarte, notar en tu cuerpo esa briza fresca que entra por la ventana de la tarde que se va, y te ayuda a despertarte relajado. Para pasar al final del día, las noches sin sueño jugando a las cartas, o el parchís, entre tertulias anécdotas…,”y pegan alguna que atra becaeta”, acompañados por la siempre estimulante fragancia de los limoneros. Veranos de días largos y noches alargadas a la fresca, pasando en ocasiones de la sombra de luna, a la sombra del sol del amanecer.
Recordando estas vivencias veraniegas y hablando del agua y los baños, me viene a la memoria y quiero evocarlo, aquellos tiempos que muchos también recordareis con placer de: “ Anar al banys, y alguna nit tambe a sopar, Fen-nos abans un aperitiu, tot regat en vi i gaseosa que ens preparaven Candelaria y la seua familia”. .
Pero el verano es tiempo de vacaciones tan necesarias para relajarte, salir de la rutina, y ver lugares distintos sentir otras sensaciones, penetrando con los ojos bien abiertos en la esencia de los paisajes los pueblos y sus gentes, y ver nuevos colores; abriendo al mismo tiempo, bien el olfato, para recibir aromas y perfumes.
Pero para mí viajar es sentir un impacto visual que te emocione; de la vivencia, detalle, o lugar más inverosímil e inesperado. Lo recibí por primera vez en Madrid, ciudad imaginada de niño, viendo pasar por nuestra vieja estación, aquellos trenes largos y ruidosos, que yo suponía que todos iban allí. Fue en su Plaza Mayor y las calles que la rodean donde encontré la villa que yo buscaba. Al pasar por el Arco de Cuchilleros donde se encuentra el restaurante más antiguo del mundo, la Plaza de Puerta Cerrada, o el Pasadizo del Panecillo…, entrando en sus tascas y viejas tabernas y visitando sus callejuelas y rincones. E imagine que por aquí, habrían pasado Generales intrépidos dirigiendo su ejército, picaros lazarillos llevando de la mano a un ciego, intrépidos caballeros, villanos. También geniales escritores que se inspiraron en este este lugar, como: Lope de Vega, Quevedo, Cervantes, Pio Baroja… Todos ellos, junto a otros moradores de este rincón tan histórico de la gran urbe, donde nació la villa, fueron creando el paisaje urbano del viejo Madrid.
Ese momento mágico también me paso en Garrachico, una aldea situada en la costa noroeste de la isla de Tenerife la de las piedras negras. Es un sitio típicamente canario en sus edificios y tradiciones, que se encuentra enclavado en forma de semicírculo en el fondo de un barranco y bañado por el mar. Mis ojos se llenaron de un rincón encantado que nunca olvidare, en el que la lava convertida en piedra lo rodea todo, pues hace solo trescientos años la erupción de un volcán que emergió de una montaña que está encima del pueblo, lo sepulto; y se mantiene el símbolo perenne de lo que sucedió en una vivienda semienterrada por lava, en la que se marca el nivel de la tragedia.
Cuando fuimos estaban en fiestas, sus habitantes las vivían con un entusiasmo y colorido poco habitual y en todas sus calles había festejos y atracciones. En realidad estaban inmersos con pasión en una gran diversión, como si fueran conscientes de que lo que ocurrió podría volver a pasar en cualquier momento, y lo mejor era disfrutar intensamente de la vida.
enhorabuena Francisco, tienes la habilidad de redactar cosas humanas, cotidianas, sencillas, en las antipodas de cualquier tipo de soflama, ajeno a la politica. sabes contagiar serenidad, y evocas cosas con las que de algún modo todos nos identificamos
Amigo Penalva el verano se fue…. pero el calor tarda una eternidad en despedirse.
Es compañero inseparable que nos acompaña durante estos meses y que se resiste a dejarnos solos e indefensos nuevamente ante nuestros hábitos y rutinas. Ese calor nos recuerda constantemente que en verano el tiempo languidence y se ralentiza, que el dulce sopor del mediodia todavía se puede combatir con una estuypenda siesta bajo la sombra de un árbol en la hamaca o en el sofá de casa con el ruidillo de fondo del aire acondicionado.
El calor nos permite disfrutar en tiempo de descuento de un dulce letargo momentáneo e indispensable con el que nos evadimos del mundo por unos momentos.
El verano que se fue….. nos permite encontranos con la paz y la tranquilidsad que nos ofrece la vida en la huerta, también con la posibilidad ,si somos más aventureros y dinámicos, de viajar y conocer pueblos pintorescos y sus gentes o espacios naturales cercanos y que nos eran desconocidos.Disfrutar de la relectura de un buen libro, zambullirnos en las aguas del mar, o practicar el baño diario de las piscinas,comer a deshoras y prácticar las actividades de ocio que más nos gustan sin prisas pero sin pausa porque las vacaciones siempre nos parecen cortas.
Dias más largos y noches más intensas, bellos atardeceres a la orilla del mar o el placer de las charlas al calor de una partida de cartas o dominó en la calle o en las terrazas mientras nos embriaga uin estado de vigilia infinita,gozar de festejos populares sin fin al calor de la pólvora.
Si amigo Penalva, me gusta el verano que describes, el de los pueblos mediterráneos,el de la siesta y el botijo de agua fresca,no me gusta el verano ibicenco,el de vida nocturna descarriada,borrachera y violencia, no me gusta el verano de los atascos y caravanas sin fin para llegar a la playa , el de la contaminación acústica, el de la obsesión por el bronceado, el consumismo compulsivo ni los amores fugaces de aquí te pillo y aquí te mato.
A imi tambien me gusta el verano de las sensaciones ,de los ojos abiertos a la novedad de lo desconocido ,en verano hay mucho más tiempo para pensar e imaginar, para apreciar y comprender mejor las cosas y las gentes que nos rodean, tiempo de felicidad y de vivir intensamente a plena luz nuestra propia vida. Un cordial saludo.
En estos tiempos de tribulaciones que nos ha tocado vivir, resulta gratificante y relajante leer la narración que nos ofrece el señor Penalva Aracil.
Su relato, sencillo, cercano y fácil de entender y nada rimbombante; en el cual te identificas. por un momento, te olvidas del clima de crispación e intolerancia que se respira por doquier, es como una inyección de optimismo y aire fresco.
Un saludo.
Y vd. que lo disfrute.
Paco , disfruto con la lectura de tus escritos, me relajan, me transportan a otros momentos de mi vida, y as pronunciado la palabra mágica, es “agrets” , me ha venido a mi mente también una planta que cogíamos los amigos a orillas de las acequias, era como una vaina verde larga, y dentro había como un plumero en crecimiento que estaba dulce al comerlo, le llamábamos “siscons”, y recuerdo que en el colegio cambiábamos estas “delicias de aquel tiempo” por colores Alpino o borradores Milán, hasta que el maestro nos cogía, y terminábamos todos en el pasillo, de rodillas,
Vivencias maravillosas, de tiempos inolvidables, pues eran esos en los que tu alrededor todo era juego con amigos, disfrute de la cartera de cartón y el plumier, el partido de futbol con la pelota hecha de trapos y cuerda, o en alguna ocasión algún amigo con más posibles, traía un balón de reglamento de los de cordonera, que le dabas con la cabeza y te hacías un chichón y nos íbamos a la Plaza de La Magdalena a jugar, toda ella diáfana sin sombras y en verano era insufrible, utilizábamos como portería un poste de teléfono y el único árbol que había, una acacia, de la que nosotros nos comíamos las flores “Sabatetes del señó” dulces como la miel.
Paco, tus reflexiones me hacen sentirme bien, me pegan a la tierra que habito, me llegan los olores y sensaciones de mi vida, dormidas en el baúl de los recuerdos, y tú las has desempolvado, gracias.
Sentimientos repletos de sencillez, vidas pasadas queriendo regresar a nuestro presente.
Volvamos a vivirlas !!!!!