Art. de opinión de Luis Beresaluze Galbis

TORPEZAS INICIALES

Era una luz joven e inexperta. Tenía que hacerse a las experiencias de la iluminación. No es fácil inundar las cosas de claridad. Y menos, conocer qué género de sombra correspondería a cada enfoque. La sombra es lo más sutil de la luz. El sol le había dicho al proyectarla: “Es sencillo: Tú misma irás adaptándote a cada situación”. Y ahora, ella, temía que, simplemente, chocando con las cosas opacas, no se produjese el efecto deseado. O, por lo menos, en perfectas condiciones. Por ejemplo, los árboles, las cosas, por la mañana, debían arrojar una sombra azul, muy ceñida al objeto. Y las nubes, al atardecer, una, muy acostada, de color casi rosa. La joven luz no sabía cómo, hasta que advirtió que el fenómeno se producía solo. Se diría que correspondiendo, automáticamente, a la naturaleza de las cosas y su momento y situación. Pensó que Dios le llevaba la mano. Probablemente, acertó. Luz de Luz es el Señor Dios.

Y fue conociendo cómo con el sol absolutamente cenital, el ciprés, el de la famosa y literaria sombra alargada, no daba sombra alguna. Y que un hombre de pié, tampoco. Y que si un árbol la proyectaba, era la de su copa, no la de su tronco. La exactamente correspondiente a su esférica sombrilla en su concreta proyección vertical sobre el suelo.

Fue sabiendo que la sombra, como todo en la vida, tenía sus inclinaciones. En definitiva, siendo, cada vez, más sutilmente, luz. Y le fue tomando el gusto a las opacidades, a situar, detrás de ellas, su propio esqueleto, según tamaño y forma, en relación con la posición del sol en el cielo. Conociendo que la sombra formaba parte de la luz, de ella, de sí misma. Que era su cadáver u otro lado. Y que para proyectarla necesitaba de un cuerpo opaco interpuesto. Que la sombra era la luz anulada por algo. Un algo que pagaba su iluminación con la negación de la luz que lo beneficiaba. Le encontró hasta aspectos morales a un fenómeno simplemente óptico…La sombra tampoco era sombría. Era, no más que claridad sin luz. Transparencia sin deslumbramiento. Un calor fresco. Algo que había que agradecerle, también, a la luz. A veces, a la sombra, se estaba mucho mejor que frente a la luz. Y otras, el calor y el color de la luz, te recuperaban de cualquier fría afrenta ambiental.

Fue adiestrándose la luz primeriza. La naturaleza, que tanto le debía, era un magisterio permanente. Ya sabía, casi, ejercer de luz como Dios manda. Y le gustó su papel ilustrador de cuanto existía. Le pareció, muy ajustadamente, que ser luz era algo divino. Y ser luz entre lo azul, una complementación hasta metafísica. Luz azul del palíndromo perfecto.

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2 COMENTARIOS

  1. Estimado Luis:
    Es maravillosa tu vision y descripcion literaria de los hechos naturales…., que he leido varias veces…..Me quedo con varias frases, que han impactado en mi ser:
    -NO ES FACIL INUNDAR LAS COSAS DE CLARIDAD.
    -TU MISMA/O IRAS ADAPTANDOTE A CADA SITUACION.
    -LE PARECIO? MUY AJUSTADAMENTE? QUE SER LUZ ERA ALGO DIVINO.
    Un fuerte abrazo.

  2. «Se diría que correspondiendo automáticamente a la naturaleza de las cosas» Y me ha dado un vuelco el corazón, Luis, porque en eso se resume mi vida: en atender a la «naturaleza de las cosas», a la Ley Natural, norma universal e inmutable; la esencia en cuanto principio de operaciones.

    Muchas veces, Luis, he querido estar en ese preciso momento en el que Yhavé Dios pronunció solemnemente: «Hágase la Luz·…y la luz se hizo,

    Todos los días, en la Santa Misa, en el momento de la Consagración-Transubtanciación soy un testigo cualificado de que la LUZ se hace en y para este mundo.

    Que Dios, la Luz, os bendiga a ti, a Charo y a toda vuestra queridísima familia
    Javier

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