Art. de opinión de Plácido Ferrándiz

Zapatero y Cristo

Durante un mitin pronunciado en 2005 ante las juventudes socialistas en Málaga, el presidente Zapatero dijo la siguiente frase: «Os han dicho que la verdad os hará libres. Yo os digo que la libertad os hará verdaderos». En el reciente ‘Desayuno de Oración’ junto a Obama ha vuelto a repetir la misma idea: «La libertad es la verdad cívica, la verdad común. Es ella la que nos hace verdaderos, auténticos como personas y como ciudadanos, porque nos permite a cada cual mirar a la cara al destino y buscar la propia verdad».
En cuanto a las formas, la pretensión del presidente de oponer su magisterio al de Jesucristo podría resultar algo sencillamente ridículo, si no fuera porque, en mi opinión, uno de los peligros del poder es exacerbar la tendencia que todos tenemos a en-diosarnos; y cuando un líder político empieza a dar señales de auto-endiosamiento (el anterior presidente no se quedó atrás, a su estilo) hay que empezar a preocuparse. :a combinación ‘poder y endiosamiento’ nunca ha traído cosas buenas.

En cuando al contenido, me gustaría profundizar un poco en lo que significan la afirmación de Jesús y la de Zapatero.
Hay un sentido en el que puedo estar de acuerdo con Zapatero: somos más auténticos cuando somos libres para decidir sobre nuestra vida que cuando actuamos por imposiciones o presiones externas.

El asunto es que si se pone lo que dijo Jesús en su contexto, resulta que habla precisamente de que los hombres no somos realmente libres en ese sentido que dice Zapatero, pues actuamos dominados por un Poder alienante, que genera muerte y que conduce a la muerte. Según Jesús, ‘la verdad’ es que somo esclavos, pero no lo sabemos, no conocemos la verdad de ese poder que nos domina y nos lleva a la muerte, y por tanto nuestra libertad es una ilusión.
Según Jesús, y conforme al conjunto del mensaje bíblico, ese Poder consiste precisamente en la pretensión de en-diosamiento, de olvidarnos de que somos meras criaturas (seres creados) y querer colocarnos en el lugar de Dios, decidiendo por nuestra cuenta y riesgo qué es la verdad, qué es el bien y el mal. Es la propuesta de Nietzsche: nuestra voluntad como la fuente de la verdad y de los valores, la idea del ‘superhombre’, que inspiró el nazismo, y que sustenta también el actual relativismo de la post-modernidad.

Pero antes aún que Nietzsche, es la propuesta de ‘el gran dragón, la serpiente antigua que se llama diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero’ (Apocalipsis 12,9). Así formuló su pretensión: “seré semejante al Altísimo” (Is. 14,14), y así se la traspasó al Género Humano: “seréis como Dios, conociendo el bien y el mal” (Génesis 3,5). El Hombre ‘mordió’ el anzuelo, y desde entonces el veneno de la rebelión satánica contra Dios es un Poder que habita al ser humano y que le empuja compulsivamente a usurpar el lugar del Creador, a vivir independientemente de Él, a desobedecer sus leyes de vida: “Puedes comer de todos los árboles del jardín; pero del árbol del conocimiento del bien y del mal no comerás, porque el día que comas de él, ciertamente morirás” (Génesis 2,16-17).
Vivir y decidir al margen de Dios trae muerte. Aunque nos empeñemos en definir nosotros la verdad y los valores, no podemos controlar las consecuencias. La realidad se rebela contra nuestras pretensiones. Y cuando llamamos ‘bien’ a lo que es ‘mal’, o viceversa, la muerte se manifiesta tarde o temprano. Cuando llamamos ‘interrupción voluntaria del embarazo’ al asesinato de un ser humano en gestación, se manifiesta la muerte como consecuencia, y no sólo en el embrión o feto. Cuando llamamos ‘Mercado libre’ a la codicia convertida en sistema económico globalizado, la muerte se manifiesta como consecuencia. Por poner solo un par de ejemplos.

Querido lector, a ese Poder alienante y mortífero es a lo que la Biblia y Jesús llaman ‘Pecado’, el cual es la raíz de donde provienen todos los ‘pecados’ en sus variadas formas y colores. En el fondo: colocarnos en el lugar de Dios.
Jesús, el Hijo del Dios viviente, hizo justo lo contrario: “Existiendo en forma de Dios, él no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse; sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, haciéndose semejante a los hombres; y hallándose en condición de hombre, se humilló a sí mismo haciéndose obediente hasta la muerte, ¡y muerte de cruz!” (Filipenses 2,6-8). Por eso sólo Él puede revelar la verdad acerca de la condición humana, y sólo Él puede hacernos verdaderamente libres. En aquella cruz “él fue herido por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados. El castigo que nos trajo paz fue sobre él, y por sus heridas fuimos nosotros sanados. Todos nosotros nos descarriamos como ovejas; cada cual se apartó por su camino. Pero Yhaveh cargó en él el pecado de todos nosotros” Isaías 53,5-6. Todo aquel que cree esto y le recibe, empieza a ver la luz, a conocer la verdad, que le irá haciendo realmente libre.
Zapatero, pues, no sólo obvia la verdadera fuente de la esclavitud humana según Jesús, sino que la propone como fuente de verdad.

Le propongo, amigo lector, que revise las palabras de Jesús en su contexto, a la luz de lo anteriormente dicho, juzgue, y decida a quién va a seguir: si a Zapatero o a Jesús:
«El (Jesús) les decía: —Vosotros sois de abajo; yo soy de arriba. Vosotros sois de este mundo; yo no soy de este mundo. Por esto os dije que moriréis en vuestros pecados; porque a menos que creáis que yo soy, en vuestros pecados moriréis.
Así que le decían: —Tú, ¿quién eres?
Entonces Jesús les dijo: – Lo mismo que os vengo diciendo desde el principio. Muchas cosas tengo que decir y juzgar de vosotros. Pero el que me envió es verdadero; y yo, lo que he oído de parte de él, esto hablo al mundo. Pero no entendieron que les hablaba del Padre.
Entonces Jesús les dijo: —Cuando hayáis levantado al Hijo del Hombre, entonces entenderéis que yo soy, y que nada hago de mí mismo; sino que estas cosas hablo, así como el Padre me enseñó. Porque el que me envió, conmigo está. El Padre no me ha dejado solo, porque yo hago siempre lo que le agrada a él. Mientras él decía estas cosas, muchos creyeron en él.
Por tanto, Jesús decía a los judíos que habían creído en él: —Si vosotros permanecéis en mi palabra (1º), seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad (2º), y la verdad os hará libres (3º).
Le respondieron: —Somos descendientes de Abraham y jamás hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo dices tú: «Llegaréis a ser libres»?
Jesús les respondió: —De cierto, de cierto os digo que todo aquel que practica el pecado es esclavo del pecado. El esclavo no permanece en la casa para siempre; el Hijo sí queda para siempre. Así que, si el Hijo os hace libres, seréis verdaderamente libres» (Jn 8,23-36).

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