Art. de opinión de Luis Beresaluze Galbis

Con la cruz a cuestas

En este vía crucis de ignorancia, analfabetismo y mala fe brutal. Nuevamente la cruz, esta vez a instancias de Esquerra Republicana de Cataluña que presenta una proposición no de ley para impulsar, “en virtud de la jurisprudencia establecida por el Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo, respecto del artículo 9 de su Convención, la retirada de cualquier simbología religiosa de los centros educativos públicos.” Lo acoge la burricie estulta gubernamental, al principio. Lo medio suspende luego el dubitativo presidente circunflejo, y ahí andamos de nuevo, con nuestro anticlericalismo ancestral, viendo fantasmas y disponiendo majaderías. EL PSOE extiende lo de los centros privados a “todos los centros”… Y a eso lo llaman democracia.

Para empezar, no hay tal jurisprudencia europea porque el único fallo establecido sobre ello está recurrido…Pero el caso es ser más papistas que el Papa, “reduciendo lo religioso al ámbito privado y el interior de los templos” según la sacerdotisa nada pajiza, recién nombrada senadora, la benidormí de los tres sueldos.

No saben lo que es la cruz. La cruz representa al hombre, de pie, con los brazos abiertos. Materializa el tirón gravitatorio sobre la extensión contínua horizontal. Y además, antieclesiastas ignaros, es un símbolo previo, muy previo, al cristianismo. Que induce el cruce de la verticalidad del alma del mundo con la horizontalidad de la sociedad y la historia.

Ha habido, antes que nuestra cruz cristiana occidental, la cruz egípcia, y la griega, la latina, svástica, lábaro…En Egipto, la cruz Ansarta alude a la vida universal en todas las cosas. El Ankh. Los rayos de Júpiter hacen cruces sobre el Olimpo. En las culturas nauathl y maya, la svástica simboliza el momento cósmico en sus dos posibles orientaciones, los principios masculino y femenino. Los aztecas pensaban que un hombre y una mujer secuestraron el fuego y esto solo podía hacerse con la cruz en movimiento. (Recordemos el movimiento del primer hombre haciendo incidir un palo puntiagudo sobre otro horizontal y por fricción, intentando penetrarlo, origina el fuego, como resultado del intento de cruzamiento de los dos fragmentos de madera seca). La cruz celta es 2.000 años anterior a Cristo, con su simbolismo de Bran..La svástica se encuentra por toda África, como cruces solares en rotación.

La cruz es representación pura, no de Dios, sino de los hombres; del género humano. Una convención abstracta universal. Por eso Cristo, subiéndose a la cruz para morir por toda humanidad, lo hace del modo más idóneo. Como si dijera, “me sumo a vuestro símbolo para desencarnarme en él, para hacerme vuestro hasta con mi muerte, no solo naciendo en y como vosotros”.

No hay ninguna cruz en los Evangelios. El Nuevo Testamento no contiene la cruz hasta llegar a su final, el de la muerte de su protagonista. Solo hay cruz desde después de la muerte de Jesús. La institucionalización de la cruz es más de Pablo que de Cristo. El símbolo de los primeros cristianos y del propio Jesús, en vida, era el pez. Eran casi todos pescadores y Él los iba a constituir en pescadores de hombres.

Estos nuevos matadores de Dios, ateos de pitiminí, progres en retrogresión, no nos arrebatan a Cristo con la cruz. Nos quitan un símbolo que lo que afirma y consagra es la espiritualidad del hombre, de todos los hombres, cristianos o no, e incluso precristianos, griegos, romanos, aztecas, mayas, celtas, a lo largo de toda la historia de la humanidad. Renuncian a ser hombres. A lo que los simboliza como seres dotados de capacidad espiritual, de creatividad e intuición abstracta, de instalación intelectual y sensible sobre el hecho de la existencia. Quieren acabar con la espiritualidad cristiana y lo hacen con la suma de los logros morales del ser humano desde que anda erguido, vertical su personalidad sobre la horizontalidad de la vida, haciendo historia.

La cruz hermana lo horizontal y lo vertical. Y nacen los ángulos, llenos de grados. El rayo y la brisa. La intensidad y la extensión. La energía y el espacio. La gravedad y la masa. La teoría de Einstein explica una cruz en que se casan la luz y la materia.

Atacando a la cruz no se va contra una Iglesia. Se enfrenta a la humanidad. La cruz es el símbolo abstracto de todos los hombres y tiempos. La del cristiano es solo una de las cruces de la religiosidad o vida espiritual humana. Y, precisamente, la última versión, la más moderna. Un invento paulino que acabó con el pez.

Volviendo al continente, los de Estrasburgo están intentando crucificar a Europa. Están haciendo con el viejo occidente de los benedictinos, lo que los romanos hicieron con Jesús. Y con ello, la dotarán de un nuevo y viejo símbolo, el de siempre, cristianizándola mas crucificada..

Pablo, el gran Pablo, el enorme Pablo, estuvo muy acertado. La cruz fue el vehículo que dispuso el Padre para que Hijo muriese por nosotros en su teológico montaje de nuestra Redención salvadora. Cristo murió en la cruz para que nosotros viviésemos en la eternidad. Nos embarcó en su cruz para el santo viaje. Nos crucificó con Él y, desde entonces, su cruz es nuestro principal símbolo salvador. El pez fue un emblema inicial y elemental. La cruz nos hacía universales.

Desde Platón, verdad y belleza son idéntica cosa. La esencia en su máxima expresión. Los griegos hacían matemática la música y viceversa. Reducían al número la armonía. El poeta nunca miente. Y han sido los poetas de todas las culturas y épocas los que hicieron de la cruz la simbología humana por excelencia.

Quieren descrucificarnos. Crucificarnos al vacío que solo sabe entre los cuatro sobacos de la cruz. Y lo llamaran, seguro, laicidad sostenible. Porque para estos idiotas todo es sostenible. Todo menos sus bobadas. Al quitarnos la cruz nos crucifican a la negación del símbolo en que mejor se extiende nuestra apertura espiritual. Nos apean de la cruz dulcísima que nos cruza el alma como una bendición. Bajo la cruz de Zapatero no cabe la cruz de España, la cruz del occidente y la verticalidad, la de esta parte de la Alianza de Civilizaciones, por decirlo a su melindrosa manera. Ellos levantan minaretes y nosotros descrucificamos los espacios de nuestro ánimo moral. Más velos y muecines y menos crucifijos…

El Estado es a confesional. Pues muy bien. No contra confesional. Prohibir símbolos es matar sentimientos… Un crimen espiritual. Un asesinato del alma. Pensar en cristiano es pensar a la sombra de la cruz. Una cruz da muy poca sombra. Lo que da la cruz es luz, mucha luz. La luz de la cruz. El resplandor de la muerte de un Dios que entendía su sacrificio, expreso y expresado en la cruz, como la mayor expresión de amor a los hombres. Nada más querido para los cristianos que el símbolo de la cruz. No se lo podeis quitar. Podreis renunciar vosotros a ella. Pero respetando su querencia a los demás. Si acepto yo que cerreis el puño y honreis el simbolismo de la hoz y el martillo, ¿por qué no, vosotros, que yo adore y tenga presente la cruz? Los brazos extendidos, el amor universal, frente a la mano cerrada en expresión amenazante. Qué distinto el gesto de la mano abierta, en la bendición cristiana, dibujando en el aire la señal de la cruz, como practicando en el espacio cuatro dimensiones de amor y buen deseo. Ejerciten ustedes toda la laicidad que pretendan, con todo nuestro respeto. Pero no nos la impongan en sus más indeseables efectos. Porque la laicidad, esa que propugna Zarkosy y acepta perfectamente Ratzinger, es racionalización democrática y tolerancia moral. No se puede hacer del laicismo otra religión, con sus posibles fases de fanatismo y persecución. El laicismo debe ser ese lugar puro e incontaminado en el que uno toma la libre decisión de dar a su vida espiritual la dirección conveniente. O de no dársela.

Déjenme con mi cruz, majaderos, que no es precisamente la que consiste en tener que sufrir sus abusivas estulticias. Que esa sí que es otra cruz…

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