EL EFECTO MARIPOSA
En estas fechas, en las que prácticamente todas las instituciones públicas y privadas conmemoramos el ya popularmente conocido día 25 de noviembre como Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, quisiera invitar a la reflexión a todos los hombres y mujeres que conformamos esta sociedad. Quiero, para ello, rememorar una frase célebre del igualmente célebre Benjamín Franklin, estadista y científico estadounidense del siglo XVIII. Él decía: “La felicidad humana generalmente no se logra con grandes golpes de suerte, que pueden ocurrir pocas veces, sino con pequeñas cosas que ocurren todos los días”. ¿No creen ustedes que tenía más razón que un santo? ¿No creen que las pequeñas cosas diarias y cotidianas pueden generar enormes estados de felicidad? Yo sinceramente creo que sí. Y si esta máxima la extrapolamos al gravísimo problema de la violencia de género, ¿no creen que con pequeños cambios de actitudes, creencias y pensamientos podemos conseguir grandes resultados? Es indudable que sí. Y no me cansaré de repetirlo.
Hemos asistido a avances legislativos importantísimos. Hoy día disponemos de una ley integral de recursos judiciales, policiales y sociales y un amplio catálogo de derechos asistenciales reconocidos expresamente para las mujeres víctimas de la violencia de género. Tenemos foros de intercambio de experiencias, debates a nivel profesional, grupos de investigación en las universidades públicas y privadas, formación académica en titulaciones de postgrado y master, protocolos de actuación a nivel municipal, provincial, autonómica y nacional, etc. y aún así, las mujeres continúan muriendo, unas, en sentido literal, asesinadas por la persona que supuestamente las amaba, y otras, la inmensa mayoría, en vida, entre sus cuatro paredes y, por supuesto, en el más absoluto de los silencios….
Lejos de hacer una crítica a la ley integral que, obviamente, tiene puntos y aspectos claramente mejorables, lo que creo que toca ahora es, como he dicho al principio, hacer una reflexión crítica sobre nuestra responsabilidad individual, sobre nuestro deber como amigos, vecinos, familiares, compañeros de trabajo, o sencillamente como seres humanos, con sentido del deber y la responsabilidad, de hacer que esta lacra vaya contando sus días. Porque repito… las mujeres continúan muriendo.
Hemos de dejar de echar balones fuera, de culpar a “otros” de la desgracia en que se encuentran sumidas miles de mujeres en nuestro país, víctimas de esta barbarie, de pensar que la solución está en manos de los que nos gobiernan y, sobre todo, de creer que nosotros, individualmente, no podemos hacer gran cosa. Dejemos ya este discurso egoísta y asumamos, de una vez por todas, que es cuestión de todos y todas erradicar la violencia contra las mujeres. ¿O es qué acaso no podemos acompañar, denunciar, asistir y auxiliar a las víctimas?, ¿o es que acaso no podemos echarnos a la calle a expresar nuestra repulsa y nuestra condena por los viles asesinatos que se cometen por la reprobada desigualdad de género?, ¿o es qué acaso no podemos educar en igualdad a nuestros hijos e hijas e inculcarles el respeto y la tolerancia en todas sus relaciones sociales?, ¿o es qué acaso no podemos denunciar y criticar públicamente lo que nos parece injusto y discriminatorio hacia las mujeres?…A veces me pregunto si es que acaso no queremos o simplemente no sabemos… Quiero pensar que es esto último, porque creo, sinceramente, que nuestra sociedad es una sociedad solidaria y comprometida.
¿Conocen la teoría del efecto mariposa? Esta teoría mantiene que un pequeño cambio puede generar grandes resultados y, de forma poética, sostiene que el aleteo de una mariposa en Hong Kong puede desatar una tormenta en Nueva York. Imaginemos que esas alas son nuestras voces clamando tolerancia y justicia social, reprobando a los asesinos, condenando la violencia de género y posicionándonos expresamente a favor de las víctimas. Si todos desplegásemos nuestras alas, ¿qué ocurriría? No tengo respuesta, pero soy una convencida de que si queremos podemos, y de que los cambios sociales se producen porque la Sociedad los requiere, sólo hay que proponérselo y hacerlo… Sólo hay que batir las alas con fuerza y echar a volar.