«Un sencillo y bello Jarrón Blanco»

Artículo de opinión de Jesús Navarro Alberola

En lugares privilegiados, toda mi vida he visto en casa un jarrón blanco, sencillo, pero con una belleza extraña y diferente. Diferente porque era un punto de pureza que, mezclado con los estridentes coloridos de sus compañeros de viaje decorativo, todavía le hacían resaltar más. Este jarrón con tapa, de la fábrica de la Cartuja de Sevilla, destacaba y hacía enfocar mi vista, sin querer, hacia él, por su pura blancura. Sólo ése era el motivo de mi atención; hasta hoy que, entre las muchas historias que últimamente intercambiamos mi querida madre y yo, llegó por fin la de este jarrón blanco, liso e inmaculado, regalo de un misterioso personaje a mi abuela.

Eran los años 20 y en mi pueblo, Novelda, vivía un hombre atormentado y muy desgraciado; se sentía solo, abandonado por su propia familia. Nadie le comprendía, ni su mujer, ni sus hijos, ni sus hermanos, ni siquiera él mismo entendía por qué le gustaba hacer las cosas que en esa época eran exclusivas de la mujer: cocinar, coser, estar con sus hijos todo el tiempo, cuidar su pelo y su piel, limpiar la casa, oler las flores, bailar y cantar a cualquier hora, cuando debería estar escupiendo tabaco, bebiendo de más, oliendo a sudor y a tierra toda la semana y apartando a sus hijos para poder jugar al dominó con sus amigos. Este hombre, que era homosexual y ni él mismo entendía el porqué, pasaba largas horas en la casa familiar hablando con mi abuela materna, que fue de las pocas personas que lo entendía, lo quería y le resguardaba de la vergüenza e incluso del asco (como él mismo decía) que su familia sentía hacia él. Mi abuela sabía escuchar sus problemas, tenía ese don que ya se ha perdido en los pueblos, corroídos por las prisas y las horas. Quizá pocos consejos le podía dar porque nadie entendía nada, pero él encontraba allí la paz y el consuelo que no tenía en casa. El ser gay era toda una revolución personal por aquella época. Más tarde, con el tiempo, se convirtió en una revolución social. Su amaneramiento, su gusto por la cocina, su homosexualidad, no eran comprendidos por una sociedad y un mundo jerarquizado donde prevalecían los valores masculanizantes. Al igual que el jarrón, su vida era diferente y resaltaba entre todos por su sencilla pureza, su belleza y su gracia. El jarrón hoy es testigo de esa desgraciada historia de incomprensión, pero de alguna forma comprensible por ocurrir en la España de principios de siglo pasado.

La semana pasada, en pleno siglo XXI, nos desayunábamos estupefactos con las ya muy citadas palabras de Gloria María Tomás, profesora de la Universidad Católica San Antonio de Murcia. No podemos tolerar que en la actualidad sigan primando unos valores propios de la Edad Media, permitiendo que voces homófobas adquieran un inmerecido altavoz en el seno de la Universidad de Alicante, un centro público que no puede excusarse, como hizo su rector Ignacio Raneda, en la libertad de expresión. Aquí, mi amigo Ignacio se equivoca. Si se abre tanto el abanico de esa libertad de expresión, donde todo cabe y es posible, pronto habremos de hacer frente a conferencias donde se exalte la figura de Hitler y las bondades del fascismo.

«La homosexualidad es una enfermedad». «Si mi hijo fuera gay, lo llevaría al médico». «Nos quieren meter la homosexualidad a la fuerza en la sociedad». Son frases que han retumbado en la cabeza de todos durante estos días y que han hecho temblar de dolor y pena, de nuevo, al jarrón de mi casa. Lo cierto es que hay una serie de errores y despropósitos en este asunto: en primer lugar, la Universidad de Alicante por invitar a esta profesora a impartir una conferencia sobre sexualidad, cuando como numeraria del Opus Dei que es y como abiertamente reconoce ella misma en una entrevista, ni está casada, ni tiene hijos, ni quiere enamorarse. Mezclar la religión en una conferencia pretendidamente científica, acarrea ciertos problemas cuando alguien deja de hablar de estudios y pasa a expresar opiniones personales que no tienen pies ni cabeza. Ese es el otro gran error del asunto: que una profesora como Gloria María Tomás, no sepa distinguir dónde termina su labor como docente y dónde empieza su función dentro de la Iglesia católica. Para que nos entendamos: sería como si Gandhi impartiera clases magistrales sobre la necesidad de la guerra y el armamento de las naciones. O como si los sacerdotes dieran lecciones de política desde sus púlpitos. Aunque esto último no es tan difícil.

La conferencia de la señora Tomás atenta contra la libertad de sexo, algo que nuestro país debe asumir de una vez por todas, sin recurrir una y otra vez al retrovisor del pasado para suspirar con añoranza por una época en blanco y negro que algunos se niegan a olvidar. Es inaudito que en la actualidad tengamos que seguir escuchando declaraciones que parecen pronunciadas en otro siglo.

El calvario de nuestro hombre del jarrón vuelve, sorprendentemente, a revivirse con las palabras de esta profesora. Él tenía que esconder su condición sexual en un pueblo pequeño, tarea casi imposible en unas calles donde todos se conocían, y expuesto como estaba constantemente a las tertulias improvisadas de los patios de vecinos y a las mujeres detrás de las persianas. Ahora, sin persianas y con la bendición de la Universidad, vuelven los gays y lesbianas a ser insultados y a intentar ser humillados. Desde aquí mi más humilde pero, al igual que mis antepasados, decidido y contundente apoyo a la libertad sexual.

Ahora comprendo que ese regalo, ese sencillo y bello jarrón blanco, es en realidad un símbolo: la señal de que no importa el aspecto del jarrón. Su color, su textura, el material del que está hecho, nada de eso importa. Porque lo que importa de verdad es que todos los jarrones decoran igual y tienen el mismo derecho de estar expuestos en los lugares más privilegiados. Por cierto, para entender esto de forma más sencilla: ¿estará enferma la profesora Tomás?

Jesús Navarro Alberola

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11 COMENTARIOS

  1. Por que no le regalammos entre todos a la Srª Tomás, un bonito y gran Jarrón Blanco.

  2. Cuantos «jarrones blancos» habrá escondidos y parapetados en vidas «normales» con sus mujeres y maridos, sin tener en cuenta que la vida sólo se vive una vez y que no se repite………

  3. No cabe duda, de que el artículo escrito por Jesús, demuestra varias cosas para mi humilde entendimiento; la primera, que la comunicación directa con nuestros seres queridos no ha perdido un ápice de su inmensa importancia a la hora de transmitir vivencias, situaciones y relatos que posiblemente se perderían en caso de que dejemos esa interacción tan primordial como es la palabra, que es la más importante expresión humana.

    La segunda apreciación, es la constatación, no de una enfermedad, si no más bien de un posible capricho de la propia naturaleza, al encerrar en cuerpos equivocados a almas de otra naturaleza. Los sentimientos no entienden de arquetipos preestablecidos. El hecho de reprimir esos sentimientos, no hace más que perjudicar a la propia persona, que lastrará de por vida, a su propio y legítimo libre albedrío.

    En esta sencilla historia, considero que se recrea de forma muy acertada el sufrimiento que a lo largo de la historia del hombre, han padecido multitud de personas, por el simple hecho de ser “diferentes” y que podrían ser, o son, nuestros propios hijos, hermanos, vecinos o amigos, y pienso que nadie en su sano juicio, querría hacer daño a ninguno de ellos, más bien lo contrario, que lo que esperan de nosotros, es una muestra simple de respeto, cariño y amor. Exactamente lo mismo que esperaríamos nosotros.

  4. Enhorabuena Jesús, creo que has resumido muy acertadamente la trajedia que viven muchas personas que debieran de tener una vida tan normal como la de cualquier ser humano.Felicidades

  5. «Soy un jarrón blanco» pero mi admiración y agradecimiento es a los que tienen la VALEN TÍA de acoger y exponer en sus casas un «SENCILLO Y BELLO JARRÓN BLANCO». Gracias Jesús

  6. Jesús, te necesitamos en política. Una persona con la preparación que tú tienes y esos sentimientos, hacen falta en la política actual, donde hay muchos jarrones que tienen las flores marchitas.

  7. Que bonita reflexión. Y por otro lado, Nadie de sus jefes hará nada para afearle la conducta a esta TAL gloria maría tomás

  8. Soy un jarrón, en ocasiones BLANCO, en ocasiones de COLOR. Felicidades Jesús

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