Opinión de Vicente Díez

¿Y ahora qué, profesionales de la política?

Existen diversos refranes para decir que algo que se intentó cambiar, se queda prácticamente igual que estaba. Y esta es mi opinión, tras ver los resultados de las Elecciones Generales del pasado domingo 11/Noviembre.

Comparando a la política con Goliat, aquel gigante mitológico tuvo dos piernas o pilares que le sostenían: "la derecha" y "la izquierda", así como también tuvo otras partes menores en su anatomía, como en la política actual, refiriéndome a los partidos minoritarios, quienes sólo pueden pretender integrarse en uno de ambos bloques rivales, tras arduas negociaciones.

Veamos: el número de políticos: diputados, senadores, congresistas o concejales, según que la votación sea Nacional o Local y Autonómica, no varía sea cual fuere el porcentaje de votantes y el de abstención. Que nadie piense que, por no votar por un motivo cualquiera, habrá menos políticos en su poltrona local, regional o nacional.

Pongamos un caso práctico: si se abstiene, por ejemplo, el 35% de los votantes, el recuento y posterior reparto de cargos y poltronas será el mismo que si votase el 100%. Ello significa que quien no vota, en la práctica reparte su voto entre los partidos que consiguieron escaños. Y si el partido "X" consiguió el 30% de los escaños, esa parte del voto no presentado se la llevará el partido "X", pues el reparto se hace para toda la población, vote o no. No vale de nada la decisión del vecino que decidió "castigar con su abstención a los políticos, porque no hacen nada". Y así tendríamos en el reparto de ese voto no presentado, que el partido "Y" consiguió el 25% de votos y ese sería el trozo que se llevan del voto que se quedó en casa. Y así sucesivamente a los partidos “W” o “Z”, el reparto o desguace del voto no presentado, hasta llegar al 100%.

Si no me gustan los partidos grandes, voto al pequeño; al que creo "menos malo", aunque este pequeño no vaya a conseguir gran cosa; al menos, no se lo repartirán los grandes, sino que el total de mi voto sería para ese pequeño en exclusiva.

Ya expuse en un artículo anterior que nuestro sistema de votación, llamémosle de “moción de censura", tiene el riesgo de que cualquier partido integrado en el grupo de socios del gobierno (llamémosles A, B, C y D), quienes sumaron el 53% de votos tras negociar entre ellos, si no le dan a ese partido minoritario (llamémosle el “D”) lo que pide o cree justo, pues se considera imprescindible al haber aportado el 7% de escaños y sin él, ese gobierno se derrumbaría. Este partido "D" puede también "pasarse" en sus peticiones y si no se lo aprueban o conceden, el bloque de la oposición (llamémosles E, F y G, que sumaron el 47% restante de escaños), comenzaría a lanzar ofertas y promesas al dudoso "D" para que cambie en la siguiente votación y se produzca la moción de censura. Por tanto, cualquier alcalde o presidente en coalición, puede ser derribado de su pedestal, con el consiguiente enfado de los votantes del bloque gobernante y el regocijo del grupo opositor, que aumenta en número de socios y de escaños.

Hace ya años, aprendí que ninguna ley es eterna, ni siquiera nuestra Constitución actual, pues de hecho desde la primera que tuvimos en 1812, conocida por "la Pepa", surgieron otras dos en aquel siglo XIX debido a las guerras carlistas. Ya en el siglo XX tuvimos otras dos, surgidas en 1931 y en 1978, la actual. Para cambiar la Constitución, ha de votar la ciudadanía aprobándolo, tras escuchar los argumentos de los partidos políticos acerca de sus pros y contras.

Hay otros países, entre ellos Alemania o los EEUU en que, desde sus orígenes, sus Constituciones declaran que las elecciones generales o presidenciales serán a doble votación. A la primera votación acuden todos los partidos existentes (llamémosles M, N, O, P, Q y R) y esta primera votación es provisional o eliminatoria, pues sólo pasarán a la segunda votación los dos partidos más votados (por ejemplo, N y Q); el resto, queda apartado. Toda la ciudadanía tiene derecho y oportunidad de votar en el segundo intento, tanto los de N y Q que pasaron, como el resto que quedó aparte.
 

Lógicamente, los líderes de N y Q intentan atraerse al resto de votantes prometiendo concesiones o cambios respecto a la primera votación. Por tanto, si en la segunda votación sólo vale el voto de N o de Q, uno de éstos superará el 50% de los votos y no habría posibilidad de moción de censura o similares. Y si en la segunda votación, alguien pusiera en la urna algún voto que guardaba de su partido eliminado (por ejemplo, del “R”), ese voto sería nulo.

Concluyo, pues creo casi imposible que en España se cambie el sistema que tenemos, el “de moción de censura” por el “de doble votación” y ¿saben por qué?, pues porque con el actual sistema, todos los partidos integrados en los bloques mayoritarios, “de derechas” o “de izquierdas”, tienen su oportunidad de presionar y reclamar al partido gobernante y asimismo, porque con el sistema de doble votación, los partidos apartados tras el primer intento, quizás no se fíen de las promesas ofrecidas, ya que hemos oído a veces que nuestros políticos no se fían los unos de los otros, al llegar a no cumplir ni lo que firmaron para unirse.

Por tanto, con nuestro sistema de votación actual, todos los partidos conservan “su derecho a chupar del bote y a la mamandurria” y eso, como dijo alguien… “de aquí no me mueven ni a cañasos”.  

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1 COMENTARIO

  1. Terreno peligroso es la política. Aunque comparto y me gusta el final sobre chupar del bote y la mamandurria

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