Artículo de opinión de José Fernando Martínez, «Charly».
Doña Antonia Lorente Martínez, La Partera, mi bisabuela, fue un ser extraordinario. Nada ha quedado que me permita saber cómo era su aspecto físico; ninguna foto, ningún escrito. Todo lo que sé se lo transmitió un farmacéutico, muy amigo de ella, a mi padre. Te iré contando su historia en fragmentos tal y como me ha llegado por parte de mi padre.
Faltan unos años para 1900, y una mujer que no sabe leer ni escribir, casada con un pastor, con dos niños, que trabaja de criada en una casa de abolengo de la noble familia de los Carcelenes, decide de pronto que quiere ser matrona y traer niños al mundo. Nadie sabe de dónde salió ni la idea ni su implacable determinación, misterio absoluto e irresoluto. Lo que todo el mundo sabía era que cuando a Antonia se le metía algo en la cabeza no paraba hasta conseguirlo, tenía una voluntad de hierro.
Al parecer, convence al dueño de la casa donde servía como criada para que la manden a trabajar a casa de un pariente de los Ladrón de Guevara que vive en Valencia. Una vez allí, diseña su plan. Cada día, aprovecha que tenía que ir al mercado, terminaba los encargos a toda velocidad para que le sobrara tiempo, que empleaba en pagar a un amanuense para que le enseñara a leer y escribir. Cosa que hizo en un tiempo récord para asombro de éste.
Una noche, el señor de la casa se levantó muy de madrugada para tomar algo en la cocina, cuando descubrió que la luz de la biblioteca estaba encendida. Incidente de lo cual se culpó a sí mismo porque se suponía que el único que leía en la casa era él. Cuando abrió la puerta, no pudo creer lo que veían sus ojos: Antonia sujetaba un libro entre las manos y parecía concentrada en su lectura. Atónito, le preguntó qué hacía tan tarde levantada y qué leía, todavía sin salir del asombro de que supiera leer. Ella le contestó que se trataba de un libro titulado Derecho Romano y que ya se lo sabía casi de memoria. El señor, cariacontecido, levantó las cejas hasta un lugar donde jamás habían llegado. Incrédulo, le pidió el libro, abrió una página al azar y le empezó a leer un párrafo. Cuando de pronto escuchó cómo continuaba recitando ella de memoria todo lo que seguía y el número de la página en que se encontraba.
Lo que siguió fue la declaración de intenciones de Antonia para poder estudiar en la universidad. Idea que por extravagante que pareciera, a un señor Ladrón de Guevara le fascinó por lo increíble e insólito del asunto. La matriculó en una academia que preparaba para entrar en la universidad, adquirió en menos de un año lo que otros necesitaban tres para aprender. No hace falta que te explique el asombro de alumnos y profesores que por aquel entonces no habían visto una mujer en la universidad. La cantidad de trabas y de situaciones surrealistas que se produjeron cuando se toparon con una mujer rubia de voz grave y sensata, y con memoria fotográfica. Es algo que tenemos que imaginarnos porque nunca trascendieron los hechos de la memoria oral de su amigo.
Cuando se licenció en 1900, le ofrecieron dar clase en la universidad y un puesto en un importante hospital. Pero su decisión estaba tomada y no había fuerza en el mundo que la detuviera: lo que quería era volver a casa con su familia y ser partera, aunque también ejercía de médico. Pero esas son otras historias que ya te iré contando.
Estas son las historias que ensanchan el alma. gracias Charly, cuñao, por contarnos tan bella historia, los siguientes capítulos no me los pienso perder.
Entiendo que de esa bisabuela salieran personas tan especiales como tu padre y tú.
me quedo «cariacontecida», preciosa palabreja que nunca había escuchado y que a partir de ahora la utilizaré.
Sigue escribiendo. ME ENCANTA
Es una historia increíble. Tu bisabuela era una mujer adelantada a su tiempo, y eso ya es bien difícil! Pero además, era alguien con una inteligencia y una madurez emocional excepcionales.
Rescatar historias familiares de mujeres increíbles me parece un valor Extra-Ordinario.
Gracias por compartir tu talento.