Parece que desde la pandemia se ha puesto un foco en la problemática de la salud mental. Sin embargo, esta problemática ya viene desde lejos. A la gente joven se nos llama generación de cristal, intuyo que porque parece que somos “frágiles”, por poner el punto de mira en nuestro sufrimiento, en nuestras quejas.
El otro día una mujer mayor me decía que los jóvenes no aguantamos nada, que no nos gusta ningún trabajo, sobre todo haciendo referencia a algunos de los trabajos tradicionales que se dan en la comarca.
¿Sabéis lo que creo yo? Que es verdad, no aguantamos, no aguantamos la precarización, no queremos trabajar en condiciones precarias, no lo aguantamos. Las nuevas generaciones están siendo valientes, poniendo en el centro nuestra salud, tanto física como mental, estamos rompiendo los estereotipos que nos venían ya dados. Estamos poniendo límites, somos exigentes.
Las generaciones anteriores nos dijeron que si nos esforzábamos conseguiríamos lo que quisiéramos, que el éxito solo dependería de nosotros, como individuos, que da igual en qué clase social hayas nacido, tendrás las mismas oportunidades y un largo etcétera de mantras que no son ciertos.
Tenemos un futuro desastroso, ya que nuestra generación se ve abocada a lidiar con una crisis climática que ya está teniendo impacto en nuestras vidas, tenemos que ir subsanando las prácticas precarias y las situaciones de desigualdad que ya nos venían dadas.
Las personas que vivimos en este sistema estamos agotadas porque el sistema está agotado.
Parece que la gente no se da cuenta de que vivimos en una sociedad, de forma colectiva, donde interactuamos entre todos y que se resiste a cambiar sus estructuras. La tarea más difícil para cambiar este sistema es la colectivización.
¿A qué me refiero? A que nos hemos vuelto personas individualistas, que creen que muchas problemáticas son problemas personales, y muchos de los problemas que tenemos son problemas sociales, compartidos. Necesitamos puntos de encuentro donde se compartan experiencias y nos organicemos para cambiar esta realidad.
Desde nuestra población se debería apostar por un diálogo colectivo que haga un diagnóstico de nuestra realidad y que ayude a entender en profundidad las problemáticas que tenemos las diferentes generaciones, para así darles visibilidad y poder ponerle remedio a las mismas.
Queremos condiciones dignas para todos y todas, y yo, desde mi optimismo, creo que lo vamos a conseguir, aunque no va a ser sencillo.