Novelderías 2010 por Charo Pastor

Un año más, Charo Pastor nos deleita con sus entrañables «Novelderías». Como ella misma relata: «La noveldería es un aroma del alma, guardado en una cajita de azafrán»

Para ir al más allá hay que pasar por San Roque.

Cuando mi lugar de destino en lo universal ya no sea Novelda, ¿cómo se las apañará el Señor para suplírmela y no separarme demasiado de la Santa?

El Novelda, ni el más tonto hace relojes ni la más lista Novelderías. Cada cual hace lo que puede y le dejan. Y, generalmente, bien. Hasta los malos hacen bien el mal. Un malo que hiciera mal el mal, haría el bien y sería idiota.

Si no me equivoco, antes de 1969 no había moros y cristianos. Y había Fiestas…Ni me entusiasman ni me molestan. Son una «tradición» sin ella, impuesta y precipitada. Que cuajará, sin duda. Y yo quiero respetarlos como a todo el mundo. Pero en sus sitios y a sus horas. En la procesión me sobran tanto como los políticos. Son el recuerdo de una guerra atroz y secular. De casi un milenio de sangre. Con la Santa yo querría, solo, amor y fieles alumbrando. ¡Tanta guardarropía y hojalata dorada, junto a los harapillos de Magdalena, pacífica y pequeña!

La selección de la mejor uva, el día 20, para Magdalena, debía hacerse con «changlons». El verdadero y ubérrimo racimo, parece que viene grande a la tallita reducida de de la santeta.

No debería haber primeros lunes de Agosto.

Novelda tiene 120 calles y avenidas, 7 plazas o plazuelas y la Glorieta. Todas con sus respectivos nombres menos ésta, que se llama así, la Glorieta. Seis de esos elementos de su callejero, llevan el nombre de literatos locales: Adelino Calatayud Pujalte, Cronista Francisco Escolano Gómez, Cronista José Cremades Seller, Cronista Vicente Sala Cañellas, Pascual García y Poeta Luis Pérez Beltrá. Honra a seis paisanos que se la procuraron con sus ideas y palabras. Gracias, pueblo mío. Que escribir en Novelda no sea, nunca, lo que lamentaba Larra, de España.

Y hablando de gastronomía. ¡Qué bien se comía en La Fonda, en el Hotel «La Confianza». Aquellos macarrones estofados, el arroz «caldós», o con costra, las faseguras excepcionales, o, simplemente, el «bollitori», ese simple cocido de judías verdes, «bachoquetes”, patatas, cebolla y agua. Hasta de esa elementalidad culinaria hacía Amparo una delicia inolvidable. Benditas sus manos para la cocina. He sido tan feliz allí, en aquel ámbito casi familiar…Y Tonico, tan serio, con el pañito al brazo, de «maitre» cuidadoso.

La bajada es cuesta abajo y llena de alegría. ¡Viene la Santa! La subida cuesta arriba y triste.¡Se va la Santa! No cabe nada más antitético. Para los pies y el alma.

Sigo pensando que a San Pedro se le orilla en nuestras Fiestas. El jefe de la tribu a la que ella servía, por decisión expresa de su Amado.

Allí, San Roque arriba, en tu última parada, cuando te despiden con la Marcha Real, con tratamiento de Jefe de Estado, sobé cuanto pude tu pequeña representación, poniendo el corazón en mis dedos, cuyas yemas te besaban ansiosas. Hasta el año que viene, si Dios quiere, por mucho que trabaje esa mano mía y me la lave del hecho de ir viviendo y haciendo cosas, seguirá santificada por tu contacto. Esa mano que ha remodelado tu talla. Una estrella de huesos, acariciando el universo de amor concentrado en tu grandiosa brevedad.

No hay manera de dejar de oler a azafrán. ¡Que maravilla! Es una impronta pertinaz.

Hubo un tiempo en que, en Novelda, todo el mundo era «safrané». Y el azafrán de todo el mundo, noveldero. Aquí, todo el mundo se hacía la competencia, vendiendo, pero era todo un mundo mundial el dispuesto a comprar. Había mercado para todos.

He reunido centenares de imágenes de Magdalena, como «penitente», a solas, y en crucifixiones y santos entierros. Cerca de mil. Daría, tanta iconografía, para un libro maravilloso. Y, probablemente, caro. Hasta con una versión de Picasso, cuento. Lo considero un tesoro. Y otra manera de querer a la Santa.

«Un tros de pa en oli, salaura y tomata». (Espero haberlo dicho bien y si no, que me perdonen los de la normalización). ¡Qué almuerzos, Dios mío! Era como pegarle bocados a Novelda. Devorarla. Y un glop de auguia sivá. ¡Que palabra «glop» más onomatopéyica y casi fisiológica!

Y propósito de la anormal normalización: Toco de oído y hablo de cómo me suenan, con perdón de filólogos: Me encanta el valenciano de Novelda, macarrónico, amurcianado y casi andaluz. ¿Para qué la r final de los infinitivos? No me agrada el de Alcoy, que me sabe áspero y rasposo. Sin admitir, ni por asomo, identidades, me gusta más escuchar catalán que valenciano. Tiene más tono y musicalidad. Es un poco casi cantado. De ser algo hermanos, que sí que lo parecen, yo diría que el valenciano es un catalán rústico y el catalán un valenciano cursi. Repito que toco de oído.

Cuando te sacan de Betania te consideras un muerto intelectual. Allí, en la real, ocurrió lo de Lázaro. Y cuando te invitan a volver, parece que resucitas. En el tango famoso, veinte años no eran nada. En Novelda, para Betania, pueden no serlo casi sesenta, de amor intercambiado y correspondido. ¡Qué pena me da no merecer, alternativamente, sus páginas, que me creo con derecho a considerar tan mías, si no, más que de nadie! ¿Es que no hay legitimidades de ejercicio?

La Santa tan pequeña y la Mola tan grande…

Magdalena es mi mejor noveldería. Todos, amándola a ella, amamos a su Amado. Y Novelda, convertida en un mar de amor, te noveldea el alma, te la hace noveldear; hacer novelderías…

La calle Mayor, de las menores del pueblo en longitud y anchura, cuando pasa la Santa, parece una avenida. Curiosa rúa, en la que se alternan las casas más ricas y más pobres del pueblo.

Monforte ha secuestrado identitariamente, la uva embolsada. Esa que formaba parte del nuestro emblemático tríptico, Uva, Mámol y Azafrán. Aquí, ahora, el más tonto no hace ni relojes; simplemente, duerme.

Lo de los viejos Baños era agua disuelta en sal.

Olían a madera en salmuera, hierro oxidado y orín de cemento.

El Cielo tenía ruedas en el carrito de los helados. El chambi era un rectangular taquito de gloria, entre dos galletas con cuadritos en relieve.

Entre la Travesía y el comienzo de Maisonave, cursaba la ruta de los Besó.

Emilio Castelar: De soltero, San Roque.

Novelda en la onza de Marcos Tonda y la cordeta; Novelda en el «llus y palalla» del pregonero de trompetilla y gorra de plato; Novelda en el «espirit de coñ» que cubría con su rabia nuestros rasguños; Novelda en las cabritas del tío Vicente, el hermano de mi abuela Salud, volviendo de pasturar, al atardecer, cada una a su patio; Novelda en las galopadas del María Guerrero (¿tío, me pasa?); Novelda en la aleluya del Rochet cogida al vuelo…No acabaría nunca.

La randa nacía inocentemente de entre las manos que cambiaban de lugar los alfileres mientras mareaban los palillos, con destino a apasionadas intimidades espumadas con su gracia textil.

Por cierto: No me gusta nada el nombre de «bolilleras»…

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