Novelderos por el mundo: Sidney (Australia)

El noveldense Javier Santos nació en Novelda, hijo de Eduardo Santos Cabezuelo y María del Carmen Asensi Pérez, que actualmente vive en Novelda. Por circunstancias familiares viajó a Valencia y, de ahí, a Oviedo, donde estudió Filología Inglesa. Javier Santos logró una plaza en la Escuela Oficial de Idiomas asturiana pero, sin embargo, su vocación le llevó a otros muchos lugares del mundo. Entre ellos, California, donde trabajó en un programa lingüístico del Ministerio de Educación Un tiempo después, siguió su carrera de profesor cerca de su familia, en Valencia, durante los ocho años que dio clase en la Escuela Oficial de Idiomas. Sin embargo, una nueva sorpresa llegaría a su vida y a la de su mujer, Elia Sanmartín: una atractiva oferta para trabajar en Australia. Pese a todo, como Santos afirma, “mis recuerdos pertenecen a Novelda”

¿Cuándo le ofrecen trabajar en Australia?

Anualmente el Ministerio de Educación convoca plazas para maestros y asesores en casi medio centenar de países. Pero yo solo estaba interesado en uno de ellas: Australia. Quizás porque era el único continente que aún no había explorado; o porque más allá de las antípodas no se puede llegar; pero lo cierto es que el viajero en mí pedía cobrar su pieza, y además, por primera vez en mi vida, no viajaría solo. Estaba cargado de paciencia y de razones para dejar atrás una vez más familia, amigos y seguridad. Durante el verano de 2005 aprobé los exámenes y conseguí un destino más que interesante: Sídney, a donde fui enviado para abrir una nueva Asesoría que se encargara de apoyar la difusión de la lengua y cultura españolas en los estados de Nueva Gales del Sur y Queensland, algo así como España, Francia e Italia juntas.

¿Y qué tal fue?

No es fácil cambiar de cultura, de lengua y de afectos… Australia es un gigante desplazado, sustancialmente mayor que Europa, aproximadamente del tamaño de los Estados Unidos, pero apenas habitado por 20 millones de personas que, en su mayoría, se concentran en las franjas costeras. Las ciudades, al contrario que en España, crecen horizontalmente, extendiéndose hasta el centenar de kilómetros a lo largo de la costa. Sídney y Melbourne son, sin duda, las más populosas, a pesar del empuje de los últimos años de Brisbane, Adelaida o Perth. Darwin es la única de las capitales asentada en la costa tropical del norte, también es la que recoge la mayor concentración de población aborigen. El interior, en cambio, es un desierto hermoso, despoblado y apenas conocido, si exceptuamos un puñado de peculiares formaciones rocosas como Ayes Rock o Kings Canyon, que forman parte de la iconografía del país. La naturaleza australiana es extravagante y hermosa, única. A menudo intimida en su grandeza, y a nadie deja indiferente.

¿Qué es lo que más te preocupa de Australia?

Bastión del “monolingüismo anglosajón”, no deja de sorprendernos comprobar el desinterés de esta sociedad multicultural por aprender idiomas y preservar el tesoro lingüístico y cultural de sus muchas identidades. El papel secundario de las lenguas en el currículo escolar, reducido a una asignatura optativa en los últimos años de la enseñanza obligatoria, es fiel reflejo de la situación. Es por ello, entre otras razones, que el trabajo que me ocupa, el apoyo a los programas de lengua y cultura española de los centros australianos, es complicado: programas escasos, sin continuidad, escasez de especialistas, profesores muy desmotivados, faltos de apoyo y con escasas oportunidades de formación. Con todo, es un trabajo creativo, dinámico y social, un reto para los emprendedores.

¿Por dónde vives? ¿Fácil encontrar casa?

No nos fue fácil encontrar nuestro lugar en esta ciudad de contrastes sometida a la tiranía de las distancias (aproximadamente 30 horas de vuelo la separa de Madrid o Barcelona). Para empezar, la demanda de alquileres es muy superior a la oferta, y las condiciones de los pisos y casas a menudo dejan que desear, especialmente a los precios desorbitados que se pagan. Vivir en uno u otro barrio marca tanto el estilo de vida, como los ritmos. A menudo un barrio fantástico en la costa puede ser sinónimo del “destierro” de la vida social de Sídney. Hay que contar con los servicios públicos: trenes, autobuses y ferris, que no llegan a todas partes y sin embargo son muy caros. Pero una vez que te adaptas a su ritmo, la haces tuya, la incorporas a tus biorritmos, y le sacas el mejor juego posible. Y la ciudad, da juego, ya lo creo que sí. Finalmente, fuimos muy afortunados al poder alquilar una de esas populares terraced houses coloniales en Glebe, un suburbio progresista, junto a la Universidad y a una distancia más que aceptable del centro. Ello nos ha permitido en estos tres años disfrutar de lo mejor de la ciudad y permitirnos acoger tanto a las nuevas amistades que hemos forjado aquí, como a los amigos españoles que nos han ido visitando. Desde Glebe es fácil acudir regularmente a los eventos culturales que se programan en la Opera, en los numeroso teatros de la ciudad, y en los cines de arte y ensayos que se reparten por los barrios más céntricos.

¿Y costumbres?

Las costumbres también varían respecto a las españolas, especialmente en lo que se refiere a los horarios. Se desayuna fuerte y muy temprano; la comida es rápida y no se le concede importancia. A las 6 de la tarde ya se está cenando y la noche acaba muy pronto. Quizás la gente sea menos efusiva, y no se establezca contacto físico tan íntimo como ocurre en España. Aunque es un país de costumbres más bien relajadas, de gente despreocupada, el respeto a las leyes raya a veces casi en lo obsesivo; a cambio, se hace notar un mayor compromiso cívico.

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