Antonio Calpena: “La vida es un aprendizaje mutuo”

Es el químico del I.E.S. “La Mola” que se jubila tras haber inaugurado el propio centro cuando todavía “estaban las paredes húmedas”, allá por el 1967. Dice haber quemado algunas etapas de su vida y ésta es otra más, aunque “llega un momento en que te quedan pocas etapas que quemar”. Su carácter jovial le permite reír de buena gana y afrontar la picardía de los jóvenes con humor. Calpena tiene muchas teorías y, pese a que un axioma de la física sea “el intercambio de energía”, para él es la obligación de ir por la mañana a pie desde Aspe hasta el instituto y volver al mediodía con un sombrero, sintiendo el aire de Levante refrescar. Este profesor advierte que tras dejar la enseñanza se va a preparar un año sabático viajando y, si se aburre, estudiará historia porque opina que “me la explicaron mal” o bien cocina porque “se me nota que me gusta comer bien”

Antonio Calpena tiene 66 años y tras 40 en la enseñanza, se quita la bata de químico y teoriza sobre su porvenir de estudiante de historia, de cocina o de inglés, pero sobre todo manifiesta su condición de viajero, puesto que va a dedicar un año al tiempo libre. Este aspense ha vivido en Barcelona, Madrid, Murcia y Valencia, y harto de que sus amigos madrileños le llamasen provinciano, se les encaramó y les dijo: “no soy provinciano, soy de pueblo y es una gozada vivir en un pueblo”. En sus inicios ejerció de profesor de ciencias (“las mates no me disgustan; las ciencias las odio”) a alumnos que ahora se le antojan ingenuos tras comprobar la picardía que pueden llegar a tener los adolescentes de hoy en día.

Antonio advierte que es imposible resumir lo vivido y lo aprendido en sus años de profesor, aún así no omite detalles en contar anécdotas. Recuerda que en una ocasión, cuando la enseñanza no era obligatoria, entró a clase y dijo a su alumnado que no se moviera. “Silencio sepulcral”, comenta Antonio. Y de repente alguien que se levanta de la última fila a tirar algo a la papelera. “¡Adrián, he dicho que no se mueva nadie!” dijo en aquel entonces con el semblante serio aunque “me estuviera riendo por dentro” y ahora lo cuenta en tono desenfadado, rescatando un recuerdo de la memoria. Y Adrián le respondió “es que se me ha caído la tinta de la pluma y la he limpiado con el papel…”. Para Antonio, quien el instituto no es su segunda casa como le reprocha su mujer, sino que se trata de la primera, los alumnos más revoltosos dice que son los más simpáticos, “piensan que les tenemos manía y no es cierto, normalmente me he llevado mejor con los que suspendían, es que eran graciosísimos. En verdad les hubiera aprobado, pero eran unos desastres…”.

La vida es un aprendizaje mutuo, hay veces que yo he creído que he dado una clase magistral y al día siguiente nadie se acuerda de lo que había explicado. Entonces te das cuenta de que cuando hay entendimiento, al mismo tiempo tú vas aprendiendo”. Por tanto, “no es cuestión de saber, es cuestión de transmitir. Eso es lo más complejo”, cuenta Calpena.

Ahora que se jubila del I.E.S. “La Mola”, Antonio Calpena va a sentir nostalgia, “es una etapa más, lo sé, dejar a los compañeros, todo… Es una etapa que vas quemando, sólo que llega un momento que dices, oye que he quemado muchas etapas, ya no me queda nada por quemar”.

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