Art. de opinión del padre Javier Muñoz-Pellín

PERSONA Y ALZHEIMER

La filosofía estudia las cosas por sus causas últimas, reflexión metódica que refleja la articulación del conocimiento y los límites de la existencia y de los modos de ser. El término, de origen griego, se compone de dos vocablos: philo (“amor”) y sophia (sabiduría). Por lo tanto, la filosofía es el “amor a la sabiduría.”

Al igual que la religión, la filosofía se centra en las cuestiones últimas de la existencia humana. En cambio, a diferencia de la religión, no se basa en una revelación divina o en la fe, sino que lo hace en la razón.

En cuanto a la palabra persona es un término latino que tiene su equivalente en el griego y es “prósopon”, que hace referencia a las máscaras que utilizaban los actores en el teatro clásico. De este modo, de acuerdo a la etimología podríamos decir que persona, “prósopon”, significa personaje.

La-segunda teoría se inclina a encontrar el significado del término en el Derecho Romano, considerando que hace referencia a un sujeto legal con deberes y obligaciones.

Uno de los autores fundamentales a la hora de definir el concepto de persona es Boecio (siglo VI). Su teoría acerca del concepto es la más genial y aceptada hoy en día. Dice que una persona es “naturae rationalis individua substantia” (substancia individual de naturaleza racional).

Así, pues, la filosofía define la persona como un ente racional, dotado de logos = palabra, lenguaje, discurso, arraigado en la moral y en las relaciones del zoon politikon = animal político.

Una vez definido el concepto de persona desde el punto de vista metafísico, quiero aplicarlo a los enfermos terminales afectados por la enfermedad de Alzheimer.

En las últimas décadas, el aumento de la esperanza de vida viene determinando un progresivo envejecimiento de la población. La Iglesia, consciente de este fenómeno, no ha dejado de mostrar su solicitud por los ancianos, que han sido siempre protagonistas en la Iglesia y lo son todavía, e intenta ofrecer una atención cada vez más esmerada a quienes, aquejados de patologías neurodegenerativas, padecen un serio deterioro de sus capacidades cognitivas. Es el caso de los enfermos de Alzheimer, una dolencia tan extendida hoy y tan enigmática (cfr. E. Carlier, Palabra, 608, p. 54).

El Papa Francisco pidió a especialistas y pastores que la asistencia a estos enfermos se enriquezca con espacios de dignidad y de libertad y ha subrayado la importancia del aspecto religioso y espiritual de esa atención, que sigue siendo vital incluso cuando se reducen o se pierden las capacidades cognitivas (Discurso de 23.XI.2013).

¿Qué es la enfermedad de Alzheimer? Sobre los aspectos médicos he tomado los datos que proporciona el Dr. Mario Riverol, médico de la Unidad de Trastornos del Departamento de Neurología de la Clínica de la Universidad de Navarra (Palabra, 55). Con la enfermedad de Alzheimer se produce dentro del cerebro una acumulación de proteínas anormales que determina una alteración del funcionamiento de las neuronas y la muerte de estas células.

La muerte neuronal da lugar a un problema de memoria reciente. Al principio los propios pacientes son capaces de percibir los síntomas de su enfermedad, También los perciben sus familiares. Notan que se muestran repetitivos, que se olvidan de datos, de conversaciones recientes o de actividades que acaban de realizar. Este sería, pues, el síntoma inicial: la falta de memoria para hechos recientes, no la memoria del pasado o de hechos biográficos más antiguos.

Cuando la enfermedad se agrava, aparecen otros síntomas: problemas de lenguaje, de organización, de desorientación, que determinan finalmente que el paciente no sea capaz de desarrollar actividades que antes realizaba con normalidad. Y así una persona que cocinaba o llevaba perfectamente su casa comienza a hacer menús repetitivos y se olvidan de algunos ingredientes en las comidas. O alguien que antes pagaba puntualmente sus recibos y estaba pendiente de las cuentas del banco, deja de hacerlo.

El nivel de conciencia de un enfermo de Alzheimer, depende del grado de demencia senil y del grado de deterioro de las funciones cognitivas del paciente. Conviene aclarar, añade el Dr. Riverol, que “demencia senil” no es lo mismo que “enfermedad de Alzheimer”. La demencia senil indica que una persona tiene un problema cognitivo que afecta a su vida diaria. La enfermedad de Alzeimer es la causa más frecuente de demencia senil, pero hay otras causas.

Respecto a si esta enfermedad tiene un origen hereditario, en general no. El principal factor de riesgo es la edad. Luego está el factor cardiovascular. Las personas que sufren hipertensión o diabetes tienen mayor tendencia a desarrollar la enfermedad. Pero el principal factor de riesgo es la edad. Hay un grupo muy pequeño de enfermos donde se da un factor genético, que se hereda de padres a hijos pero es un porcentaje reducido: entre el uno y el 5% de los casos.

Parece que esta enfermedad va a más, dice el Dr. Riverol, y se ha vuelto muy común. Hoy nos enfrentamos a un problema importante de envejecimiento de la población. Nunca antes en la historia había sido tan vieja la población. Y como el crecimiento de la enfermedad de Alzheimer es un factor asociado a la edad, lógicamente esto irá a más.

Hay esfuerzos investigadores para conseguir algún tipo de fármaco que sirva para controlar la enfermedad o estabilizarla en el tiempo. Pero la investigación más importante va en la línea de conseguir diagnosticar la enfermedad mucho antes de que el paciente empiece a perder capacidad para desarrollar sus actividades diarias, porque cuando esto ocurre el cerebro está ya muy alterado, muy dañado.

En principio, no hay ninguna recomendación establecida para la prevención segura de la enfermedad. El ejercicio físico, de hecho, ayuda mucho al cerebro. También es importante mantenerse activo intelectualmente.

Ante un enfermo se presentan dos tipos de tratamiento médico. Unos son los fármacos inhibidores de la acetilcolinesterasa, que ayudan a aumentar los neurotransmisores dentro del cerebro. Se piensa que producen una estabilización de los síntomas. Hay otro fármaco que es la memantina, y han salido recientemente unos batidos con distintos tipos de sustancias de oligoelementos que ayudan a que las neuronas que quedan vivas sigan funcionando adecuadamente (cfr. Mario Riverol, p. 57). Ese sería el tratamiento farmacológico. Después hay un tratamiento de estimulación cognitiva: talleres de memoria para intentar mantener las habilidades que todavía permanecen intactas en los pacientes.

Los enfermos al principio son conscientes de su enfermedad, pero a medida que avanza ya no. Su situación llega a tener una gran repercusión en la vida familiar, pues aquella persona independiente comienza a tener una gran dependencia de sus familiares. Éstos han de implicarse en una atención que, a veces, resulta muy difícil, no sólo por los problemas de memoria, sino también cuando aparecen trastornos de conducta, de agresividad, de irritabilidad o, incluso, alucinaciones. En este sentido, convendrá que los familiares contacten con asociaciones de familiares con enfermos de Alzheimer, que son muy numerosas en todas las regiones. En Novelda hay un Centro para esta enfermedad que realiza una labor muy importante de concienciación y también de apoyo a los familiares (cfr.Dr. Mario Riverol, Palabra, 58).

En cuanto a los médicos y familiares que atienden a estos enfermos, deben tratarles respetando su dignidad, porque a veces ocurre que se les trata como a niños, cuando en realidad son adultos. En la etapa inicial de la enfermedad los pacientes son conscientes de lo que quieren hacer desde el punto de vista legal. En niveles moderados o avanzados de la enfermedad no tienen ya conciencia de lo que quieren hacer, y entonces son los tutores legales quienes toman las decisiones. De ahí que sean muy importantes las primeras etapas de la enfermedad, para que los enfermos puedan decidir entonces lo que quieren hacer con su vida (testamento, legados, etc.), los cuidados que quiere recibir y se les deje la posibilidad de organizarse y ver cuáles son sus disposiciones finales.

En cuanto a la atención espiritual de los enfermos, de Alzheimer, son muy sensibles al ambiente externo del que están rodeados, a la tranquilidad, al ambiente sosegado, al cariño, a las caricias, al saber que hay alguien conocido ahí al lado, de quien le suena la cara o la voz, aunque a veces no sean capaces de integrar mentalmente mucho más.

En un discurso reciente, el Papa Francisco aludió a la tortura que para estos enfermos puede significar el silencio en torno suyo. El Alzheimer es un modo muy especial de participar en la Cruz, no tanto para el sujeto –que se entera más bien poco de lo que le pasa- sino para el entorno familiar. El enfermo se va recluyendo en la sencillez y en la esencialidad, y se va volviendo cada vez más dependiente para todo

Esa situación de aislamiento se puede dar más en un régimen de internamiento en una residencia, cuando la familia no es capaz de tener al enfermo en casa. El aislamiento puede quedar mitigado por el ambiente familiar que rodea a muchos pacientes. Si el ambiente y la dinámica familiar es buena, allí es donde el enfermo de Alzheimer se encuentra mejor (cfr. E. Carlier, Palabra, 58).

Antes de acabar este artículo quiero exponer o trazar algunas claves de la enfermedad (Id. P. 55.:

1.   El alzheimer es la causa más frecuente de la demencia senil.

2.   Se origina por una pérdida progresiva de una sustancia química llamada acetilcolinesterasa.

3.   El síntoma inicial es la pérdida de la memoria reciente. Se agrava con el tiempo hasta incapacitar para las tareas cotidianas, para conversar, leer, escribir, reconocer a los familiares o controlar las funciones orgánicas.

4.   Las recomendaciones de los expertos se centran fundamentalmente en la detención precoz de los primeros síntomas y en ejercitar la memoria.

5.   Por el momento no existe un tratamiento que revierta el proceso de degeneración que comporta la enfermedad. Algunos fármacos retrasan la progresión de la patología.

6.   El cuidado del enfermo va mucho más allá de los fármacos: se hace necesario la estimulación cognitiva del enfermo.

7.   Como la enfermedad va asociada a la edad, lógicamente irá a más. Si las personas alcanzasen los 110 años, todas tendrían Alzheimer.

8.   Hay que prestar especial atención al familiar que cuida de estos enfermos (el cónyuge o uno de los hijos), porque soportan una enorme carga física, psíquica y también económica. Es conveniente conectarlos con asociaciones de familiares de enfermos de Alzheimer.

9.   Es oportuno que la familia conozca la enfermedad, para evitar reacciones sin sentido como decir al enfermo: “Papá, ya te lo dije ayer”.

Conviene tener en cuenta el miedo que produce en las personas mayores la posibilidad de perder la cabeza.

Hemos hablado del concepto de “persona” en la Metafísica. Después hemos acudido a su definición y repercusiones médicas.

Ahora vienen unas pteguntas muy esenciales:

Tu padre o tu madre con alzheimer ¿son personas?

Tu hijo discapacitado mentalmente ¿Es persona?

Tu hijo con síndrome de Down ¿es persona?

Tu hijo en el seno materno ¿es persona?

De tu respuesta a estas preguntas dependerá el concepto que tú eliges de “persona”.

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3 COMENTARIOS

  1. Muy buen artículo. Me hace recordar con nostalgia el caso de mis padres, que fallecieron siendo nonagenarios. Especialmente mi madre, que había cocinado siempre en casa y los últimos años, ya ni se acordaba de dónde había dejado la botella de aceite o los garbanzos; a pesar de que no debía cocinar, sino que lo hacíamos los familiares. Y otras «manías» suyas sobre localizar su monedero, cuando no le hacía falta, ya que salíamos nosotros a comprar por y para ella.
    Una persona así se resume (a mi modo de entenderlo) como que vive en una nueve negra, en la que no ve el suelo y se imagina que está cayendo al vacío. A veces preguntaba ¿dónde voy a dormir esta noche? y miedos similares. Suelen «casar» a los familiares entre sí y da por matrimonio a la nieta con el tío, o a la hermana con el hermano, y similares. La solución estriba en no llevarles la contraria ante estos enredos que se forman ellos mismos, Si se les corrige, les liamos aún más; hay que aceptar lo que digan y después, obraremos adecuadamente.
    En fin,. un recuerdo para mí entre triste y nostálgico, pero con el cariño de recordar a mis padres; a los que se quitaron la comida de su plato para que yo no pasase hambre en mi infancia, de la posguerra.

  2. Muy bien D Javier. Muy ilustrativo este artículo, igual que todos los publicados por usted. Que Dios le bendiga. Que tengamos todos paciencia y dulzura al tratar a los enfermos y ancianos. Es un mandamiento del Señor.

  3. Gracias por recordar a los que no se recuerdan pero no pierden por ello su dignidad de persona.

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