Art. de opinión de Vicente Díez

El origen de nuestra crisis.-

Como dirían los taurinos, hoy cambio de tercio y en vez de escribir sobre ciclismo, lo hago acerca de mi versión y mi óptica sobre la tan en boca de todos: “Crisis, ¿qué crisis?”

Hace ya mucho tiempo que viene “zumbándome el coco” este tema y sólo intento poner mi granito de arena en buscar la solución. Tarea muy compleja, pues hasta ahora no la han encontrado los políticos. ¿O acaso no les interesa poner el cascabel al gato?. Y se pasan entre ellos el problema, enriqueciéndose y regalándonos los oídos con dulces promesas de puestos de trabajo y otras maravillas, que ya no es que no las veamos, sino que cada día están más lejos, al aumentar el desempleo.

Hay quien dice que la culpa de la situación actual la tienen los financieros por dar créditos a cualquiera para fomentar lo que acabó en “el ladrillazo”. Otras versiones culpan a los empresarios, porque trasladan su producción a países con economías emergentes, especialmente a China. Y esto se traduce aquí en cierre de empresas y en desempleo.

Pero lo anterior (la época de las vacas gordas y del gasto a toda vela), siendo cierto, también lo es que hacia el año 1.980 comenzó a entrar en España y en todos los países occidentales, toda clase de productos baratos y de pésima calidad. Sólo pondré dos ejemplos de aquellos productos que se fabrican desde tiempos lejanos en nuestra provincia: el juguete y el calzado, pero también se podría aplicar textualmente a otras actividades laborales: textil, materiales para la construcción…, incluso a la exportación de frutas o al sector de la alimentación, en general. Y es que la crisis generada por el desempleo es similar a una enfermedad contagiosa; nos la transmitimos unos a otros, sea cual fuere nuestro trabajo.

-) Les hablé de dos ejemplos. El primero, la industria del juguete y que no sólo se desarrolla en Ibi o en Onil, sino que genera también otras empresas auxiliares o proveedoras del juguete por los alrededores: Castalla, Bañeres, etc. Mi amigo ibense, Paco, fabricante de mecanismos para el juguete y otras actividades de matricería, ante el hundimiento del sector, ha ido reduciendo el número de empleados. Hoy, sus nuevos mecanismos son para el automóvil, además de algún encargo menor para la industria local, procurando evitar a los malos pagadores y eso que casi todos estos últimos son antiguos fabricantes del sector, quienes dan sus últimos coletazos antes de desaparecer y para ello, te pasan el problema, o parte de él, al no pagarte.

Bien, pues mi amigo Paco me ha relatado la historia de la industria del juguete. Comenzó con el siglo XX y los primeros juguetes, para quien pudiera comprarlos entonces, fueron una serie de tartanas tiradas por caballitos, todo ello de hojalata bien pintada y unidas sus partes externas, mediante remaches sencillos. Hoy se conservan aquellos modelos y otras reliquias jugueteras en el Museo del Juguete. Era lo que había, junto a muñecas de trapo y similares. La industria juguetera creció y creció. Me cuenta Paco que al sonar las bocinas de la fábrica de Payá y otras fábricas,, por las mañanas acudían desde cada casa, una o dos personas a trabajar en este sector industrial.

A principios de los años 50, llegaron los primeros juguetes ibenses a Alemania, cuya industria era más cara, pero el prestigio de su calidad era indiscutible (“ingeniería alemana”, decíamos aceptando que eso era de buena calidad). Y ¿qué sucedió?. Pues que los juguetes “made in Spain” desplazaron a los de allí. En el tema del precio, no pudieron competir; fuimos “los chinos” de entonces y poco a poco, los juguetes “made in Germany” desaparecieron. Desde entonces, no ha quedado ni una fábrica juguetera, pero sí importadores, grandes almacenes y jugueterías, quienes vendían juguetes españoles.

Colocar allí nuestros productos supuso un proceso de adaptación a sus leyes y normas; al principio, se quejaban que lo hispano era de usar y tirar (“mantente, mientras cobro”), pero se fueron perfeccionando los defectos iniciales: peligrosidad para el menor, pintura, acabado, etc., hasta que el comprador germano optaba casi en su totalidad por el juguete español, pues con el mismo dinero, compraba tres juguetes a su hijo. Hoy es China la que nos inunda con sus juguetes y con cualquier otro producto.

-) El segundo ejemplo es el del calzado. Cuando vendían en los mercados ambulantes el denominado “zapato amarillo” nos atrajo primero, por su bajo coste y también, por sus variados modelos. Pero se rompían, o se despegaban, o de descosían mucho antes que el calzado español. Incluso hoy, se oye a personas que prefieren el calzado chino y cuando haya que tirarlo, por poco dinero, tienen otro par nuevo. Así cambian de modelo y se creen ellas mismas que son como las famosos y ricas, quienes pueden disponer (y lo demuestran) de mucho calzado, un par para cada ocasión y esto no se lo puede permitir el español de a pié. Por ello, te compras “unos chinos” y pronto, otros.

Reflexión: Pero, vamos a ver ¿no somos conscientes que al comprar cualquier producto chino, estamos cerrando nuestra industria? Y aunque usted, querido lector, no se dedique ni al juguete ni al calzado, sino a cualquier otra profesión, si su vecino ingresa en el desempleo, reducirá sus gastos y directa o indirectamente, notará que usted vende menos fruta, electrodomésticos, etc. o si usted trabaja en una oficina, por ejemplo, de una constructora o de una compañía de seguros, su oficina se irá ralentizando por escasez de clientes; o trabaja usted en el mármol, etc. y le puede tocar a usted (y a mí también), ser el próximo en la cola del INEM, ¿a que sí; a que esto es verdad, aunque no quiera ni pensarlo?

Hace pocos meses, en Onda Cero, decía Carlos Herrera que el balance de nuestro comercio con China era de 1 a 7, a favor de los chinos. Esto quiere decir, que si desde España le vendemos una lavadora; ellos nos venden baratijas o bisutería, por valor de 7 veces el de la lavadora. ¿O esos fabricantes ilusos (los que dicen que China es “un cliente potencial de 1.500 millones de consumidores”), creen que si en China hay 250 millones de hogares, van a vender 250 millones de lavadoras? Nada de eso. Nos comprarán una o dos lavadoras de cada modelo; las copiarán y a continuación, como serán más baratas (y peores) que las nuestras, al fabricante le rondará por la cabeza que o se va a China a fabricar, o se dedica a la vida contemplativa.

Un/a desempleado/a
reduce sus gastos y extiende su problema (nos contagiamos unos a otros). Y todo esto, ¿por qué?. En mi opinión, porque en su día, comenzamos a dejarnos seducir por el producto chino. En una ocasión, vi en TVE, en el programa “Tengo una pregunta para usted” que a Mariano Rajoy le preguntó un agricultor si era justo que a él le pagasen en su huerta, a 0´30 € el kg. de tomates, cuando en algún mercado llegaba a pagar el consumidor hasta 2 € (casi 7 veces más). El político le dijo que redujese intermediarios, formando una cooperativa. Y yo en mi interior, le contesté a aquel buen hombre: “pero,¿ tú crees que el vendedor del mercado gana el 1,70 € de diferencia?”. De acuerdo que hay intermediarios, como en toda actividad comercial y regateadores profesionales, que sólo encarecen el producto. Pero ese producto necesita pasar por diversas actividades, hasta que el consumidor lo compra. Por ejemplo, necesita transporte, almacenamiento, desechar una parte defectuosa de ese producto, frigorífico, lavado… y un largo etcétera, como energía eléctrica, impuestos por donde pase y así, con los 2 €, el comprador ha pagado el sueldo de todos los anteriores.

¿O acaso creemos que si compramos en el “top manta” un abanico chino por 1 €, cuando el español cuesta 5 € o más, hemos hecho una buena compra, pues parece que nos hace el mismo servicio?. Igualmente, se puede aplicar esto último a cualquier producto chino, más barato que el hispano Comprando productos chinos, hacemos poco a poco, desaparecer el suelo que pisamos; ese suelo, o riqueza, se está desplazando hasta Oriente. Si compro ese abanico, o ese disco de música, o esa gorra, etc. estoy cerrando el puesto de trabajo al que en España se dedica a ello. Y al final, ¿quién aportará el dinero para tanto desempleado y jubilado?

Si los sueldos en España, antes de la crisis, no ahora, estaban en consonancia con los precios y yo compré un producto español… yo te doy trabajo a ti, y tú me lo das a mí. Pero hoy, con la crisis y los productos baratos (y defectuosos) de Oriente, les damos el trabajo y la riqueza a ellos y nosotros, poco a poco, como los caracoles; “a fuego lento” nos quedaremos como el gallo del Morón, sin plumas y cacareando que la culpa la tienen otros. Pero la solución está en nosotros mismos… NO, A LOS PRODUCTOS CHINOS.

Si bien, esto del rechazo al producto chino ha de tomar la decisión el Gobierno que esté; pues poco conseguiría España si nuestro Gobierno (en solitario) prohibiese importar esos productos, pues nuestros precios no podrían vender nada en Europa y volveríamos al autoabastecimiento, como ya hace siglos. Han de ser todos los Gobiernos occidentales, no sólo europeos, sino también Japón, Australia, Canadá, los EEUU y todo país cuya moneda tenga cambio mútuo o divisa, los que se planteen levantar una “Glan Mulalla” a los productos chinos. Nosotros fabricaremos nuestros productos de mejor calidad y a nuestros precios y ellos, que se coman sus géneros de plástico barato o que los lleven al Tercer Mundo.

Nuestro Gobierno actual, o el que venga, debería reunir a sindicatos y patronal y
sugerirles que los tres (incluido el Gobierno) han de congelar y si se puede, rebajar tanto sueldos, como precios e impuestos. Así conseguiríamos en unos años equilibrar nuestras deudas con los países emergentes: China, India, Brasil, etc. y con los bancos compradores de Deuda del Estado y cuyos intereses pagamos con los impuestos usted y yo, querido lector.

Pero no se trata sólo de hacer desaparecer esos almacenes del “Todo a Cien” que venden productos chinos en su mayoría. No es sólo el almacenista chino ubicado en España, sino también al español que trae grandes cantidades de esos productos y que antes era fabricante y ahora, revende a tiendas menores, a vendedores ambulantes y al del “top manta”. Al almacenista chino, o se va de España, o se le cobra un impuesto que iguale su precio de venta con el del producto español. Esto es lo que históricamente se ha hecho en otros países para favorecer su industria frente a las importaciones. Hemos de respetarnos en impuestos entre los países industrializados, pero hemos de ahogar en impuestos a chinos y similares. Veríamos lo que venden.

En cuanto al que se dedica al “top manta”, pobre desgraciado que huyó de su país en guerra o en la miseria y le trajo hasta aquí una mafia que le dejó a la deriva en su patera, cerca de la costa. Y en España malvive como esclavo del que le proporciona el producto y que sale corriendo en cuanto “da el agua” el avisador de turno, pues cree ver policías por todas partes. Este vendedor ilegal, hemos de admitirlo, colabora con el almacenista en distribuir ese género que nos hace competencia ilegal. Supongo que si desapareciese o se cerrara el almacén distribuidor, el del “top manta” se iría con la música a otra parte. Y no valen falsas e hipócritas caras de pena (“pobrecitos, tienen derecho a comer”); a quien piense así le digo yo: ¿Por qué no te lo llevas tú a tu casa y le mantienes?. Como nadie va a llevarlo a su casa, hay que plantearse que: o ellos, o nosotros, sin más.

Por su parte, al importador español que dije antes (sé de algún caso; uno en concreto, tuvo más de 50 empleados fabricando triciclos; ahora le rodean 6 familiares y distribuye toda clase de productos chinos, haciendo una competencia insufrible para el fabricante español). A esos importadores españoles, yo propongo que se les cierre con candado su almacén y se les diga que vuelva a fabricar y que para esos productos chinos, busque un comprador fuera de España. Cuando lo encuentre, que le acompañe la policía hasta el puerto en que los embarque y… fuera de aquí esos géneros.

Que ningún empresario español crea que si no entran productos chinos, podría hacernos tragar su producción y al precio que quiera, al haberse eliminado a su gran rival, el Dragón Chino. No. Primero habríamos de comprometernos aquí (Gobierno, patronal y sindicatos) a congelar un presupuesto y un gasto imposible de soportar.

Y cuando hayamos eliminado la competencia asiática y aceptemos bajar, de momento, el listón de nuestro tren de vida anterior, podremos volver a decir… “¡Por fín, vuelvo a tener trabajo!”

Esta es mi opinión. El problema de la crisis hipotecaria es consecuencia o hija de la situación anterior (el producto chino). Si no hay trabajo ni ingresos, me quitan el piso, por no poder hacer frente a la hipoteca. Por tanto, a mi juicio, por orden cronológico, la crisis del “producto amarillo” es anterior a todo lo que nos ha sucedido (y nos puede suceder) después.

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1 COMENTARIO

  1. Un articulo muy bien redactado y real,Vicente añado con tu permiso mi opinion,en ibi hace veinticico años mas o menos,cerraron muchas empresas pero en vez de vivir del paro,muchisimos trabajadores montaron empresas y ahi los tenemos,el poligono del alfac y otros, te cuento esto porque lo he vivido,es lo que falta en otros lugares voluntad y ganas.

    un saludo cordial

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