Art. de opinión de Diego García Castaño (Catedrático de Matemáticas y autor de libros sobre Jorge Juan)

EL SER DE JORGE JUAN FUE EL DE SER CIENTÍFICO

Jorge Juan Santacilia mostró su «querencia» científica tanto en los trabajos que realizó en América como desempeñando cargos de máxima responsabilidad. Por ejemplo, cuando se hizo cargo de la Academia Naval de Cádiz, escribió para los Guardias Marinas Compendio de Navegación, y cuando dirigió el Real Seminario de Nobles de Madrid, publicó Examen Marítimo, su obra magna, que llegó a estudiarse en toda Europa como libro de texto.

Además de ser como hemos visto un adelantado de la calidad de enseñanza, «preparó un clima para la ciencia en nuestra patria a la que incorporó al desarrollo científico europeo del siglo XVIII», según testimonio de la Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de España. Por eso creemos que la ciencia salió ganando al no confirmarse aquel rumor sobre que » Don Jorge Juan Santacilia decían que venía a servir de Ministro de Marina y Campomanes de Indias», del que se hizo eco en una de sus cartas, a Mayans, el canónigo Juan Bautista Hermán. Porque, independientemente de que fuera él quien lo rechazara o no, creemos que no hubiera sido bueno para la propia ciencia que se hubiera confirmado el mismo ya que, precisamente por ese tiempo, próximo ya a su muerte, escribió Examen Marítimo.

Quizás sea lo que acabamos de relatar, o sea, su gran categoría científica, lo que unido a la práctica inexistencia de trabajos sobre la «matemática» de este insigne marino, lo que induzca a pensar a muchos de sus «allegados», entre ellos al que fuera Presidente de la Asamblea Amistosa Literaria, Manuel Areal: «que la figura de Jorge Juan Santacilia, aún habiendo sido distinguida por muchos historiadores, sigue sin encontrar al investigador que la «trate» con la profundidad científica que se merece».

Como receptor de este mensaje, que incide de lleno, con tino o precisión, con nuestro primer objetivo, intentaremos, en nuestros escritos sobre Jorge Juan, mostrar, dentro de nuestras limitadas posibilidades, algunos aspectos matemáticos, geométricos y astronómicos de sus obras, que fueron, por otra parte, los más valiosos que se publicaron en nuestro país durante todo el siglo XVIII, de la forma más simple posible para que un lector, con «estudios medios», los siga con facilidad (aunque a veces si lo cree conveniente pueda saltarse algunas fórmulas y razonamientos manteniendo el hilo del relato). Con este fin solemos incluir las definiciones astronómicas básicas que se necesitan para una lectura cómoda de lo que escribimos, así como las formas prácticas de resolver triángulos rectángulos y rectiláteros sobre la esfera explicitando algunas de las fórmulas de Bessel. Normalmente nos entretenemos en los conceptos métricos para que no extorsionen la comprensión de los razonamientos.

Para que puedan leer hasta los no entendidos en matemáticas, nuestros trabajos, al igual que hemos hecho recientemente, con artículos sobre el cálculo de latitudes y longitudes geográficas, la oblicuidad de la Eclíptica o la medida del grado de meridiano, que fue la que le llevó a América, analizamos, quitándole la parte matemática más escabrosa, algunos pasajes de su obra Observaciones Astronómicas, publicada en 1748, con un toque de modernidad.

También comentamos, en otros artículos, por ejemplo, cuestiones astronómicas, al alimón con Jorge Juan Santacilia, o sea, con lo que él puso en sus no más de trece páginas de que consta el folleto que él tituló “Estado de la Astronomía en Europa”, de modo, que cuando escribimos, por ejemplo, que:
“ ?Julio César, con la ayuda del célebre astrónomo Sosígenes, estableció el año de 365 días y un cuarto, haciendo entre cada cuatro uno de 366 días, que es el bisiesto ? , conviniendo que éste sería, de entre ellos, el que fuera múltiplo de cuatro y añadió 85 días al año 46 a. d. J.C. Con esta reforma cada cuatrocientos años civiles tendrían 3,12 días más que el mismo número de años trópicos, que son los que realmente se ajustan a las estaciones.”

Lo que está comprendido entre ? y ? lo dice Jorge Juan, o sea, nos lo dejó escrito en su Estado de la Astronomía en Europa. El resto es nuestro. Esta forma conjunta de sacar a flote los razonamientos, entre Jorge Juan y el que esto escribe, tachada de original por, Germán Torregrosa, Catedrático de Matemáticas de la UA, es la que adoptamos en los tres capítulos que figuran, sobre Astronomía, en mi libro “Trascendencia Científica de Jorge Juan Santacilia”.

No obstante lo dicho, para los más matemáticos narramos, con todo el aparato matemático que conlleva, por ejemplo, la que nosotros hemos dado en llamar «Tesis Doctoral» de Jorge Juan Santacilia, que son sin más, sus investigaciones Sobre la Figura de la Tierra, en las que se adelantó a todos sus compañeros de expedición, y por lo tanto, a sus antiguos profesores que también las perseguían, y eso que entre ellos había científicos de la categoría de La Condamine y Pierre Buger. El primero, un brillante matemático que colaboró con los enciclopedistas Diderot y D’Alembert y que asesoró matemáticamente, en más de una ocasión, al gran filósofo francés Voltaire. Y el segundo, un insigne Geómetra, autor de numerosos libros científicos, muchos de los cuales los tenía a buen recaudo, Jorge Juan, en su biblioteca.

Éxitos científicos como el que acabamos de relatar fueron los que conformaron, o modelaron, la personalidad científica de un hombre comprometido con su tiempo, como muy bien lo definió, el día que presentó en Elche, el libro antes citado, Salvador Ordóñez, por entonces Secretario de Estado de Universidades e Investigación.

Y es que tras su experiencia americana EL SER DE JORGE JUAN FUE EL DE SER CIENTÍFICO; como bien pudo comprobarse a su llegada a Europa, pues nada más desembarcar en el puerto francés de Brest se dirigió a París donde disfrutó de la proximidad de la ciencia, durante varios meses sin prisas aparentes por regresar a España, intercambiando conocimientos con otros científicos y dando conferencias.

¡Así fue como se presentó en Europa Jorge Juan como científico!

Cuando a sus 33 años vino por fin a España, era ya miembro de la Academia de Ciencias de París y un reconocido científico a nivel europeo, tanto por su saber científico – matemático como por haber participado en la colosal empresa que supuso la confirmación definitiva de que la forma de la Tierra era elipsoidal, los métodos newtonianos válidos y la localización de los puntos sobre la superficie terrestre precisa, con lo que esto favoreció a la navegación. A sus 37 años ingresó en la Royal Society de Londres y, para sus colegas europeos, siempre fue el Sabio Español.

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1 COMENTARIO

  1. Muchas felicidades, Diego, por este artículo que, por ser una introducción al «Ser de Jorge Juan como científico», es muy agradable de leer.

    Me ha llamado la atención que consideres que la ciencia ganó al no cumplirse el rumor que hacía a Jorge Juan ministro de Marina. Me ha hecho pensar aquello de «sensu contrario»…

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