Art. de opinión de Claudio Rizo Aldeguer

A ver quién lo frena.

Internet amenaza… Antes ha sido la música la que ha visto cómo de desencajaban sus piezas, su estructura, viéndose en la obligación de reinventar un mercado que parecía intocable. Los veinte euros de un CD nuevo equivalen a la tarifa plana de un mes; o similar…, tanto da. ¿Cuántos discos no se puede uno descargar en casa durante veinticuatro horas con una calidad casi indistinguible de la del original? Y de ahí, al móvil. O al coche, que ya trae su ranura para el lápiz digital. En un dispositivo más pequeño que un supositorio cabe la Historia de la Música. Para meterle de todo. Hasta lo inédito, oiga. El cine también viene notando los afilados tentáculos, pues las velocidades que hoy se ofrecen permiten disfrutar de una película a tiempo real de descarga. El no va más. Los cines lo padecen, sobremanera, pues una tarde dominical con palomitas e hijos, sale la broma por bastante más de treinta euros, y es para pensárselo domingo tras domingo. Hasta los Videoclubs, triunfantes hace veinte años como hoy los edenes chinos, están echando el cerrojo, o al menos diseñando formulas “online” que suavicen la embestida. Lo dicho: David contra Goliat en pleno siglo XXI.

Pero cuidado. La letra impresa es amenazada también con ser colonizada, y no en poco. ¡Cuánta literatura de artículo (¿realista o ilusoria?) ha venido defendiendo el añejo olor de los libros, el arrebujo de su tacto, la ajada historia de unas páginas a través de las que hemos reído y llorado! Pero recientemente, no desde hace mucho, un “apéndice” se adhiere a los libros más vendidos. Se trata de un reclamo para el lector disidente, que se busca recuperar. Ese “apéndice” representa un inevitable cambio de costumbres: un dispositivo que, insertado en el “E-book”, o libro electrónico, permite al lector leer ese mismo libro en pantalla digital. Las descargas ulteriores harán el resto. Se lo aseguro. Yo, desde luego, si fuera librero o editor, viviría en una insoportable sensación de “muerte aplazada”, ya que por más que nos hagan creer que la convivencia entre lo tradicional (el papel) y lo moderno (lo digital), es algo posible, me temo que las garras de este colonizador, llamado Internet, acabará por marginar (¿desterrar?) sin pudor el regio honor de la palabra impresa y el aroma a íntimo y personal que impregna los libros. Y le aseguro que si eso ocurre, lágrimas reivindicativas y nostálgicas correrán un tiempo por mi mejilla.

Los periódicos también están librando su particular guerra de guerrillas. Se regalan artículos de belleza, elementos decorativos, DVD’s de películas legendarias, llamativas vajillas o pins con el escudo de tu equipo favorito con tal de recuperar al lector tránsfuga (la paralela creación de ediciones digitales no estoy seguro de que a largo plazo pueda compensarles, aunque el mercado grita eso y parece que no hay más tutía que subirse a ese carro). La pantalla ofrece una inmediatez que supera con la velocidad de un haz de luz al periódico en papel. Sobre todo lo que se brinda es la sensación de gratuidad, que actúa de atractivo innegociable, como demasiado a la mano. Fotografías tomadas sólo instantes antes de subir la información a nuestros ordenadores, enviadas por teléfono en tiempo récord, a las que acompañan un breve comentario a su pie que ya puede escribir cualquiera. Porque hasta el conocimiento esmerado, la valoración juiciosa…, ya no importan para el internáuta impaciente: la cohesión de los motivos explicativos decae ante las pinceladas de muchas cosas en muchos sitios. Hemos preferido abarcar a apretar. Así están las cosas.

El lector está mudando a otros destinos. Es la vida. Su pulso ingobernable. Quiera que la prensa y los libros encuentren fórmulas de seducción que haga entender al lector joven la pervivencia de algo maravilloso y especial en el papel. ¿O es que acaso ya no da placer el ponerse en la mesa camilla con un periódico entre las manos, o un libro abierto, a ver qué nos cuenta…?

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3 COMENTARIOS

  1. Hemos hecho salir al monstruo del Lago Ness de su hábitat natural y éste está enfurecido por tal acción. A ver quién es el guapo que lo vuelve a meter en su sitio. A cada paso que dá, la sociedad más cercana sufre su peso y se traduce en consecuencias de un calibre descomunal. Habrá que luchar contra él, aunque parece que con un desequilibrio a su favor ya que los mecanismos que él utiliza tienen una ventaja y siempre le hacen estar por delante, aún teniendo ese enorme cuerpo al desplazarse.

  2. Esto es tan solo un pequeño daño colateral que produce el mejor invento del mundo: Internet

  3. Internet y redes sociales han hecho saltar por los aires el derecho de propiedad intelectual que estudiamos en Código y Manuales de Derecho Civil.

    Considero extremadamente difícil, dadas las actuales circunstancias, la defensa del derecho de propiedad intelectual. Es como usar una colonia y prohibir que los demás te huelan.

    Las compañías eléctricas vigilan para que particulares no abonados deriven cables de electricidad hacia sus casa. Igualmente, las compañías de gas tienen perfectamente cubiertos sus derechos.

    La defensa de la propiedad intelectual de música y libros ¿cómo se puede defender jurídicamente? ¿Poniendo en circulación a 10.000 funcionarios de la SGAE?

    Hoy por hoy, considero qua la defensa de la propiedad intelectual incluida en el Derecho Civil, está rebasada, superada.

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