Una sangre preciosa

Artículo de opinión del noveldense Plácido Ferrándiz

Gran parte de la sociedad celebra estos días la ‘semana santa’, la última semana de vida de Cristo. Seas o no creyente en Cristo, sea cual sea la experiencia que has tenido con la iglesia, te invito a reconsiderar el significado de los últimos días sobre la tierra de aquel carpintero, nacido en una aldea marginal de un país insignificante durante el primer tercio de siglo I. Si lo que allí ocurrió fue cierto, no existen en el universo acontecimientos más relevantes para la vida de cada uno de nosotros, mucho más incluso que la famosa crisis que nos amenaza.

No hace falta ser adivino para pronosticar las películas religiosas que se van a proyectar cada ‘semana santa’. Debido a esta insistencia será difícil encontrar un mortal que no haya visto ‘Los diez mandamientos’, y a todos nos resultará familiar esa historia de los hebreos siendo liberados por Dios a través de Moisés de su esclavitud en Egipto. Para que la última plaga, el ángel exterminador, no tocase a los israelitas, estos debían matar un cordero y rociar las jambas de la puerta de sus casas con la sangre del cordero, de este modo Dios les prometía que la muerte pasaría de largo. Era ‘la Pascua’, es decir, el paso de la ira de Dios sobre Egipto.

Cuando Jesús resucitó, les enseñó a sus discípulos que todas aquellas cosas recogidas por el pueblo hebreo en sus Escrituras sagradas hablaban de Él. Esto les ayudó a comprender su muerte en la cruz: aquel cordero y aquella sangre eran una figura de la muerte de Cristo.

Egipto en la biblia es un símbolo del mundo rebelde y desobediente a Dios. Los seres humanos nos hemos situado bajo la ira de Dios, porque todos hemos decidido hacer nuestras vidas al margen de Él y sus leyes de vida. Él nos advirtió que para tener vida debíamos amarle sobre todas las cosas y a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Pero nosotros decidimos poner otras cosas primero, vivir para nosotros mismos, independientes y separados de Él.

Ahora bien, Él es la Fuente de la vida, y separarse de la Fuente de la vida conduce obviamente a la muerte. La muerte no es sólo la muerte física, la muerte es que unas criaturas que estaban destinadas a gozar eternamente de la misma Vida abundante de Dios, van a vivir eternamente conscientes de haber frustrado su destino glorioso. Eso es el infierno. Eso significa ‘pecado’: errar el blanco. Y eso es la ira de Dios: que Él nos deja ir por el camino de muerte que hemos escogido, respetando con mucho dolor la libertad con que nos ha creado.

Pero, como dice la Escritura, Dios es lento para la ira y rico en misericordia. Dios no quiere que nadie muera. Por eso nos proveyó una solución: la sangre de un cordero. De Jesús dijo Juan el bautista inspirado por Dios: ‘Este es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo’.

El mismo Hijo de Dios se vistió de nuestra humanidad para una empresa absolutamente desconcertante: morir en nuestro lugar. Éramos nosotros los que debíamos morir al habernos separado de Dios, pero Dios en persona se acercó a nosotros, tomó nuestro lugar, cargó con nuestro destino, y experimentó la muerte, el infierno de la separación de Dios. ¿Te suena aquella frase de Jesús en la cruz: ‘Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado’?, de una manera que sobrepasa nuestro limitado entendimiento, Dios experimentó en Jesús el infierno en lugar nuestro.

Ese es el valor de la sangre de Jesús, una sangre preciosa. Hay esperanza para nosotros: cuando tú crees de corazón en la sangre de Jesús, el Hijo de Dios, su sangre es rociada sobre ti, todos tus pecados son perdonados, quedas protegido contra la ira de Dios, y eres librado del infierno, de la frustración eterna de tu ser.

¡Pero hay mucho más! Si Jesucristo asumió nuestro destino de muerte, fue para que nosotros podamos asumir su destino de resurrección. La sangre derramada de Jesús es sólo la puerta a un vida indestructible y plena. Y esto desde ya mismo, desde el momento en que decidimos creer en Él.

Pero esto desborda el espacio que aquí tenemos. En realidad, las riquezas que se esconden en Cristo desbordan cualquier espacio y cualquier tiempo. Necesitaremos la eternidad… De todos modos, si te interesa más de esto puedes entrar en mi blog http://blog.iespana.es/shalomnovelda

Mis mejores deseos para estos días.

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