Art. de opinión de Luis Beresaluze Galbis

NÁCAR

El nácar es un arco iris fósil. Carbonato de cal sublimado. No en el sentido químico del término, sino en el de su elevación moral o valoración espiritual, que hay muchas materias de las que se diría que tienen espíritu. Lo que mas abunda sobre su blanco perlado es el azul. Participando de rosas, violetas y verdes que hacen de su fondo, blanco sobre todo, una fuente de luces y un fulgor de brillos. Un milagro prodigioso de la naturaleza. Casi rozando lo sobrenatural. Que es lo mas natural de lo natural.

Mirar un objeto nacarado, la parte cóncava, por ejemplo, de una de esas grandes conchas del Atlántico, llenas de orificios en la solapa nerviosa o enervada, que llaman orejas, o el interior de una caracola, es abstraerse sobre un mundo de bellezas infinitas, como millones de puestas de sol, todas distintas, según el giro del objeto y el modo como lo presentemos a la luz. Es como si inventáramos amaneceres mineralizados u ocasos duros, rígidos, brillantes, a partir de una joya que un día albergó vida biológica (si no es una redundancia) y formó parte, ella misma, de su nacimiento y desarrollo. Una irisación mineralizada. Carne de perla. De madreperla. Materia de todos los orientes. La joya orgánica que, a base de conquiolina y carbonato cálcico, se organiza el molusco, exigente orfebre, como la mas hermosa y rígida de las enaguas, que en aguas se hace y con sustancias tomadas de ellas, para revestirse, imperialmente, por dentro.

Paradójicamente, tan rústica y abrupta por fuera, como un sucio residuo de roca llena de arrugas y de marina pátina gris.

Si la noción de nuestra ciudad pudiera objetivarse, yo creo que tendría la consistencia de cristal ondulado, de vidrio opaco, nublado de irisaciones y brillos condensados, brillos prisioneros, brillos como amasados e inscritos en su propia materia o naturaleza, del nácar.

Alicante blanco y azul hasta en su bandera. Y el nácar es la carne sustancial del blanco y el azul jugando a mas, a muchísimo mas, a ser, a veces, rosa, verde y violeta. O tener infinidad de azules, de rosas y de violetas o verdes, y hasta, acaso, rojos, en un infinito de matices inagotable, como cumple a un infinito. El nácar es un festival natural de colores, no fijos, vibrantes, movedizos, itinerantes, susceptibles de enfoques, reflejos, juegos y variaciones. Dispuestos, a veces, de modo veteado, como el moaré de los ropajes cardenalicios, haciendo aguas, como corresponde a algo producido entre las de la mar. Moaré. Hasta la palabra parece marina, una marea de aguas de colores.

El nácar es la sustancia mineral (mineral animal, que es lo raro, milagroso, algo vivo que crece), mas hermosa del planeta. Un material orgánico endurecido, petrificado, sin llegar a fósil. Satinado y pulido de manera natural. Que no necesita mucho tiempo ni ninguna presión para cuajar pétreamente. (Si la forma adverbial no existe, le damos carta de naturaleza. No pasa nada.) Ni altas temperaturas históricas. Que se fosiliza mientras se va haciendo. Viviendo, segregado, vitalmente, de manera contínua, por un molusco artista. Animalmente, orgánicamente, biológicamente, mineralizado. Y se hace, como no podría ser de otro modo, únicamente en el mar. En esa fábrica de prodigios que tenemos al lado, agitándose como un animal enorme que esperase nuestra caricia. El nácar es una sustancia de la mar. Es mar fósil. Mar cristalizado. Mar objetivado, endurecido, sintetizado, practicable. Mar trascendido a carne de gema. A carne de tesoro. Orfebrería de hasta sus espumas.

Mirando el nácar se ve el mar, como dicen que se escucha oyendo sus caracolas. Yo nunca lo he oído en ellas, pero si lo he visualizado en el nácar. Miras nácar y ves mar. No hace falta imaginarlo.

El nácar nunca es igual. Varía como las luces del día. Tiene inscrita una vida varia y copiosa de tonalidades, que nunca aburren con su fijeza, porque son libres como el viento y la luz entre los que se formó. Se hizo en el mar y tiene sus condiciones de variabilidad infinita y recurrencia inagotable. Quien tiene una joya de nácar tiene una joya viva. No solo porque un día vivió, junto al bicho que cubría y guardaba, que lo segregaba para guarecerse en el mas noble acomodo, sino porque vive brillos, vive refulgencias, vive colores y vive cambiantes realidades irisadas.

Luz en la materia. Un arco iris cristalizado. Apresado en sustancia natural y física. Un arco iris petrificado. Un trozo de arco iris fijado para siempre, entre las manos. En el real, el cielo tiende un puente sobre el horizonte, para celebrar el fin de la lluvia. Descomponiendo como un prisma de vapor los colores de la luz. Un puente de nácar pulverizado. Y el nácar sólido de nuestras conchas es la consolidación de un arco iris reciclado en carbonato de cal y materia orgánica, originando el material con que uno, con la autorización de lo alto, empedraría el Paraíso.

Dios está en el nácar. No en el oro ni el diamante ni la plata o el platino. Nos habla desde el nácar en una lengua de colores, refulgencias, resplandores, claridades, que no se pueden entender sino desde la gracia. Luego de un Pentecostés marino tan traducible a los ojos. Desde todas los amaneceres del mundo inscritos en su carne caliza, gloria máxima de la química del carbono.

Nácar, pequeña roca, tornasol del mar, pintado de todos sus colores, fabricado con el juego imaginativo de sus aguas, bruñida por la sal de sus olas, acariciada por el sol que las refleja, y viste su piel de efímeros nácares retornados, de nácares ópticos que se mecen entre las ondas y las espumas.

El nácar es la espuma del mar fijada para siempre, sorprendida en un momento y cristalizada indefinidamente. Espuma polimerizada. Transformada en joya mineral. Una metáfora física, biológica, de la espuma. Espuma cuajada en loor de belleza. Tallada como una piedra, en mitad de sus fulgores. Espuma prieta, presionada hasta la mineralización. Dame nácar y te diré Alicante. Dama nácar y te diré mar. Dame mar y te diré nácar y Alicante. Y dame Alicante y te diré nácar y te diré mar.

Yo creo que en el nácar Dios ha querido meterse a empujones de color en una sustancia marina. Como diciéndonos: “En este medio inmenso, lo mas bello que he hecho para vosotros, y lo mas rico para vuestro placer, vuestra curiosidad y hasta vuestra despensa futura, he puesto sobre el nácar mi firma de autor. Vedme en él, y vedlo en Mi. Yo os di el mar y el nácar. Sentidlo bien sentido, como alicantinos. Y a nosotros nos cumple entenderlo así. Señores del nácar y de la mar. Hijos del nácar y de la mar. Amigos del azul en todas sus versiones.

Nacarinos vecinos de un milagro del mar. Tener entre las manos un trocito de nácar es como tener a la luz enjaulada en una porción de naturaleza que fue vida mientras se formaba. De la que ahora, su alma policroma y brillante, da fe dinámica y animada. Es tener una gema viva, que nunca dejará de procurar brillos. Que hará olas de luz como el mar las hace de agua, entre el sol y la sal.

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4 COMENTARIOS

  1. Partiendo del nácar, carbonato de calcio cristalizado, nos das un genial repaso ñpor todo lo que deseas. Y con elegancia y saber estar.

    Mirando el nácar se ve el mar. Lo llevan ciertos moluscos en sus caracolas. Y te vas a Alicante con el nácar, blanco y azul y encima le das más matices, para que sea más. Más luz, color, belleza. Como tu Alicante.

    Hasta a Dios te acercas con el nácar. Todo lo haces fácil, incluso a Dios.

    Precioso alegato del nácar. A ver quien lo iguala.

  2. Efectivamente Sr Galbis, el nácar es un milagro de las profundidades marinas,una creación de belleza y brillantez sin igual, multicolor, que origina uno de los objetos más preciados (la perla) para sustentar la vanidad del ser humano.

    El nácar es hijo del dolor, de la invasión no consentida en un espacio privado , de una reacción instintiva de autoprotección de algunos moluscos que la producen, de un reecubrimiento contínuo de un cuerpo extraño en su interior, de un huesped inoportuno al que no habíamos invitado a cenar pero que cuanto más tiempo permanece en casa nos permite crear un caparazón hermoso y brillante de carbonato cálcico que acabará atrapando al invasor indefinidamente.Un santuario violado y herido que acaba cicatrizando en forma de perla para disfrute de nuestros ojos.Un milagro de la naturaleza.

    Dios está en el nácar como pueda estarlo en todas las cosas bellas de este mundo hechas de esta sustancia biomineral,en los muebles decorados,en las joyas y abalorios múltiples de colores que hoy son símbolos de poder y riqueza de estas criaturas de Dios que somos todos y que llegamos desnudas a la vida sin caparazón de nácar que nos proteja.

    Es curioso que uno de los elementos más bellos de la naturaleza, mar cristalizado como usted muy bien dice, sirva para adornar instrumentos de muerte.
    La primera vez que oí en mi infancia hablar del nácar no fue paseando a la orilla del mar o contemplando entre mis manos una concha marina Sr Galbis, sino ante una pamtalla de cine, muy lejos del mar,en las viejas praderas desiertas del FAR WEST en las que aquel pistolero empuñaba su Colt 45 con incrustaciones de nácar y se vanagloriaba de los muertos que como trofeos se marcaban en su empuñadora.Que lejos del mar y de la belleza estaba aquel tipo pero que bonitas eran sus pistolas.

  3. Es asombroso el despliegue de vida con el que dotas a un simple, y a la vez prodigioso, caparazón de un molusco, que tiene el poder de inmortalizar su historia, escribiéndola en el nácar. Hermoso nombre, para el registro de una existencia.

    Insiste Luis, cierra los ojos, y conseguirás oír el mar en las caracolas, como eres capaz de conquistar el mar, de forma tan cuidada, sólo con mirar el nácar.

    Tú, como el nácar, escribes tu historia a cada letra, prologando el diario de tu presencia terrena, imperecedera en el tiempo. Y como el nácar, tus colores serán de un azulado brillante, acompañado por un arcoíris de matices.

  4. ¡A veces alucino con tus cosas! Y es que uno puede escribir bien, muy bien en tu caso… pero lo de la imaginación, la creatividad, además «arrojada» a una literatura más próxima a la prosa poética que a la descripción de situaciones, creada al modo que a uno le dicta, caprichosa, la mente, hasta que pareciera que vuelen tus dedos, se te marcharan de control, como descabritados (permíteme el palabro, pues no veo otro mejor) para hacer de eso, de un nácar, casi una fábula… llena de vidas y mundos, de pasadizos y recovecos sugerentes para el lector, eso, Luis, esa capacidad, queda al manejo de bien pocos. De bien poquitos.
    Alucino, digo, cómo esa mente tuya puede dictarte y sacudirte tanto y tan bueno por dentro, sin perder además, ni por asomo, el bello trato de la palabra…

    Me lo perdí el fin de semana, por compromisos… aunque un ojo le eché, entre bambalinas, y ya entreví que algo grande me quedó para el lunes. ¡Y vaya si lo es!
    Gracias, Luis, por este trocito de viaje, a través del mar… y de ese Nácar, que con seguridad tendrá tantas potencialidades como tú le atribuyes.
    Un abrazo. Ha sido un gustado volver a leerte.

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