Art. de opinión de Luis Beresaluze Galbis

DE FELICIDADES

Era un raro y abstracto debate, que mantenían entre sí los distintos reinos de la naturaleza. Un metafísico considerar a propósito de la felicidad. Parece que entendían la felicidad, en su peregrina cogitación, como un deber de todo lo creado. Por lo menos, una tendencia innata e irrenunciable. Una propensión implícita. Se es para ser feliz. Para la plenitud satisfactoria. La felicidad es esencialmente esencial. La más exigente indispensabilidad ontológica.

“Mi felicidad consistiría” decía el reino vegetal, “en que el verde no amarillease y las flores no caducaran. En una primavera sin inviernos. Clorofila, floración, frutos, fertilidad, oxigeno y celulosa. Pero solo lo alcanzo estacionalmente, de manera efímera. Los muñones secos y despoblados, las ramas ennegrecidas y vacías, clamando al cielo invernal, no pueden representar, precisamente, el mejor símbolo de la felicidad. Y no puedo ir contra los ciclos. Ni siquiera disfruto una felicidad estacional.”

El reino animal aún se producía de manera más entristecida: “No hay nada en mí que no nazca para morir. Sujeto a torpeza e indefensión inicial, predación, enfermedad, dolor, hambre, sed, privación. Todos nos consumimos a todos. La vida en mi parcela es una continua huída y espanto. O, por lo menos, un estado de alertada desconfianza. Y como final, consciente o no, siempre la muerte. Precedida del declive, la herida o la patología. Ni en sueños puedo contar con algo de felicidad. Una felicidad consistente, cuando tenemos éxito, en comernos los unos a los otros.”

“Pues yo, en cambio”, afirmó el reino mineral, “soy absolutamente feliz. De una manera inerte, fría, densa y afirmada. Nada me afecta ni preocupa. No se sentir amenaza alguna. Estoy como y donde Dios me hizo, completamente realizado en mi telúrica materialidad insensible y perfecta. Si ser feliz es no temer, carecer de angustia, ser inmanentemente, permanecer inalterable, no sufrir con cosa ninguna, yo, los seres u objetos de mi reino, somos físicamente felices. Otra cosa es que seamos capaces de sentirlo, pero aún nadie ha demostrado que la consciencia sea, precisamente, una buena preparación para la realidad del ser feliz”. Me asombró como filosofaba una porción de carbonato de cal, porque era un cachito de mármol.

Yo, asistiendo a su raro y atípico debate, pensé que realmente, nada había en el mundo más feliz que una piedra o una porción de hierro, más independiente de las inclemencias del tiempo o las afectaciones de la salud, de las contingencias infinitas de la vida, la mayoría de las cuales son, siempre, hostiles. Pero me resistí a tener que concluir que la felicidad fuera algo mineral. La felicidad me parecía hasta un deber fisiológico. Y pensé que me gustaría poder convencerme de una posibilidad biológica de ser feliz. Aunque fuera provisional. Hasta que llegaran el declive, la pérdida de la salud o, simplemente, el bicho más grande.

Virgilio decía “¡Qué felices serían los campesinos, si supieran que son felices”…O sea que según el divino, sin darte cuenta, no puedes ser feliz. Y yo que creo que precisamente, en ese no darte cuenta de que lo eres y la tienes, consiste el ser de la felicidad y el ser feliz. Si no la piensas, es que la tienes. Aunque no la adviertas. Claro que, de otra parte, ¿de qué cosa importante puede servir una felicidad no conocida? ¿Qué satisfacción puede comportar? “Se feliz aunque no lo sepas”. Bueno…

Yo, desde fuera de los tres reinos, aunque incluido en uno de ellos, al margen del debate, me consulté a mí mismo y no supe si era feliz. No temía nada. Nada me dolía. Aparentemente, todo estaba en orden en mi torno. Y sin embargo, con la duda instalada en el lugar de las certidumbres, llegué a la conclusión aproximada de que si esto era la felicidad consistía en bien poco. Y seguí tendiendo a una realidad de satisfacción superior, conectada con cosas más altas. Es decir, esperanzado en ser feliz, sabiéndolo y disfrutando plenamente su grado letificante.

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3 COMENTARIOS

  1. Interesante y muy inteligente reflexion, Luis. Un artículo con trazas de fábula, alegórico, que invita al lector a interrogarse acerca de algo cotidiano aunque inexplicable al mismo tiempo: la felicidad. Brillante y muy sugerente. Además, Luis, como de costumbre, me ha gustado mucho cómo está escrito. Un abrazo y Feliz Año.

  2. Excelente artículo, Luis. Tienes una pluma agilísima, inteligente y, sobre todo, muy culta. Como bien resumes en tu artículo, la felicidad está tan próxima que, muchas veces, parece que se nos escapa. Está en tu casa, en tu esposa, en tus hijos, en tus nietos, en tus amigos. En esos ratos tan sencillos como intensos.Te felicito de nuevo y te deseo un Feliz Año Nuevo. Y un ruego, no nos prives del placer de tu lectura. Un cordial saludo.

  3. Si se tiende » a una realidad de satisfacción superior» puede ser muy feliz quien camina por la vida en la Gracia y amistad con Dios.

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