Cien días perdidos

Como toda historia, el relato de los cien días del Partido Popular al frente del Ayuntamiento de Novelda tiene un principio y un final. El inicio de los despropósitos y las incongruencias ocurrió al poco de abrirse las urnas y conocer el resultado electoral. Después de una campaña electoral donde la Candidata del Partido Popular pegó carteles en coche oficial hablando de austeridad, tocó los platillos en el mercado al ritmo de charanga exigiendo rigor, paseó el atril por el Servef prometiendo empleo y prosperidad y anunciando desarrollo industrial, comenzó dando ejemplo de todo lo contrario cortando la calle de la sede popular disparando un castillo de fuegos artificiales mientras el cava corría, eso sí, pensando en la austeridad.

Su primera medida como Alcaldesa, después de un discurso de investidura cargado de promesas, grandes palabras y buenas intenciones que hoy en día no son más que eso, un discurso falso y engañoso, fue cortarle el suministro de aire a la Oposición para que nadie pudiera controlar sus actos. Después de marcharse de Valencia por la puerta de atrás, con su paso por la Consellería de Turismo investigado por los Tribunales de Justicia y su periplo en las Cortes Valencianas censurado por el Tribunal Constitucional, llegó a Novelda resabiada y dispuesta a aniquilar a todo aquel que no tuviera el estómago suficiente para reírle las gracias.

Amparada en la mayoría absoluta y en la falsa austeridad, eliminó a la Oposición de las Juntas de Gobierno, no convoca Juntas de Portavoces ni Consejos Sectoriales, no se entrega la documentación que la Oposición solicita, los Plenos se han convertido en una burla institucional a la ciudadanía, donde no se responde a lo que se pregunta y donde se amenaza con la expulsión a los representantes políticos elegidos democráticamente.

Esta Novelda no es la nuestra, no es la que quieren la mayoría de los ciudadanos, incluidos muchos de los que votaron al PP. Nuestra Novelda nunca ha sido la ciudad de la censura, es la ciudad de la libertad. Por momentos parece que hayamos vuelto a tiempos oscuros, que hayamos cambiado de régimen. No se explica de otra forma el disparate cometido con la Asociación Cultural El Rogle y contra la cultura de este municipio. Habrá que buscar muy atrás para encontrar una actitud tan totalitaria y dictatorial, habrá que remontarse en el tiempo para ver ejemplos de censura y de falta de libertad como la denegación del recinto para la celebración de la actuación teatral de Xavi Castillo y su compañía Pot de Plom. Esto es mucho más grave de lo que parece.

El Partido Popular ha decidido mantener el estatus de sus concejales, incorporar a dos miembros de su Candidatura como cargos de confianza (esa ha sido toda su contribución a la creación de empleo) y que la Alcaldesa no renuncie a su sueldo municipal para cobrar de las Cortes Valencianas como el resto de alcaldes que tienen la doble condición de Diputados. Esto que nadie entiende, puede tener explicación. La Sra. Alcaldesa solo ha confirmado que en las Cortes Valencianas ha renunciado al kilometraje (cosa lógica porque se desplaza en el coche oficial de 10.000 euros anuales que pagamos todos) pero no al resto de retribuciones. Y es que tiene que costar acostumbrarse a vivir con 66.000 euros anuales, cuando en el último ejercicio has ingresado por actividades 123.494’98 según la Declaración de Actividades y Bienes de los miembros de la Corporación. Eso le legitima a uno para hablar de austeridad y de empleo a diario.

Pero no acaba aquí la desfachatez. Mientras todo esto ocurre, se despiden profesores de la educación infantil, se eliminan las ayudas al tejido asociativo de Novelda, se suprime la ayuda a la cooperación y se elimina el bono libro con engaños a la ciudadanía. Nada tiene que ver la limpieza de edificios públicos con la partida para ayuda a las familias. En la modificación de créditos no se contempla nada de los bonos de los libros, a pesar de los intentos de una vez más, confundir y engañar a los ciudadanos.

SI SEÑOR, EL MAR

A Claudio, que tanto ama Alicante

Leí, hace algún tiempo, no mucho, a propósito de instalar un kiosco utilitario y cafeteril, destinado a quitarnos mas visión del mar, si alguna conservábamos, unas palabras de Mario Flores insuscribibles, referidas, entiendo, a quejicas como yo: ”Obsesión enfermiza de ver el mar.” Son de cuando Flores no era aún conseller del gobierno de Camps, sino esa cosa tan disparadamente denominada “autoridad portuaria”.¿Cómo va a ser un hombre autoridad portuaria, o jefe de ella o presidente? Si acaso, detentarla. Empezó la extraña denominación con el lamentable Ángel Cuesta y continúa, para asombro y menoscabo del idioma.

Me actualizaron el crimen de las marinas. Ese paréntesis presuntamente comercial a oriente y occidente de lo que un día fue nuestra referencia ciudadana marina. Porque Alicante, como no lo es Valencia, por ejemplo, era una ciudad metida en el mar o un mar metido en una ciudad. Lo veías desde donde estuvieses. En Valencia puedes pensar que no tiene mar. Si no te llevan hasta él, no lo encuentras. Ves hasta naranjales, pero no mar. Te sientes huertano, no marinero. Ves tierra y verde. No azul…

Vuelvo a ese angustioso bosque de mástiles, plástico y cemento, levantado sobre la gracia de aquel laguito encantador al que vertía Alicante, en su dársena más interior. El masivo hiper naviero o “super” de plástico, que ha enterrado nuestra entrañable visión inmediata del mar, ciudadano, vecino, accesible. Esa “gran superficie” mala sombra, que ha vendido la mas cara estampa de la ciudad a cuatro ricachos. ¡Inolvidable Cuesta y continuadores! Nos dejaron sin nuestra integración, viva y vivida, marinera. Sin nuestro espejo de cielo, pila plateada de mar domestico y propio, ultrajada por la especulación nuevorriquista y pelotacera. Cutre parking utilitario y ramplón, barullo de barcos y pantanales en el quiero y no puedo mas hortera, ostentoso y aburrido. Apenas porciúnculas de agua. Ningún reflejo. Un vulgar aparcamiento de yates hollando el limpio cielo con sus cientos de estacas tubulares. Madera, hormigón, plástico, especulación y basura. Alicante ciudad sin mar… ¡Malditos irresponsables!…Y nos hemos quedado con nuestra obsesión enfermiza de ver el mar. ¡Qué gente más rara, ¿no? Nosotros, nosotros, los obsesionados por ver el mar, no don Mario Flores, que podía vivir sin esa obsesión. Ese mar que don Mario hasta lleva casi en el nombre y, yo diría que incluso en los genes de la profesión familiar, a lo largo de generaciones…

Malditos malos alicantinos. Nos quitaron el mar y nos añadieron dos zonas mercachifles, la ruinosa Panoramis y esta otra del este, la que se extiende entre el expolio de los Meliá (otro crimen municipal imperdonable) en la que se ha tolerado la instalación de un Casino por el horror de cuya fachada y haberla consentido, se debía ingresar, directamente, en la cárcel.

Doña Sonia dice que Alicante es guapa y guapa. Guapa es ella. Alicante era guapa cuando tenía mar y se miraba en él. Ahora, en su añorada dársena, preciosa, asequible, humana, la del pequeño llaud que se alquilaba y la airosa piragua deportiva, es una horterada de todo a millón. Especulación y mala sombra a partes iguales. Los habrá felices con la ignominia. Convertir nuestra gracia de pequeño estanque ciudadano en un supermercado de material flotante, les parecerá progreso. De ahí a regresar al árbol, solo un salto…