Art. de opinión de Claudio Rizo Aldeguer

OTOÑO SE INTUYE

Hoy es uno de esos días en los que el otoño se intuye, por más que el verano aún guarde, son seguridad, algún que otro zarpazo de sol. Baste ojear por la ventana, para darse de bruces con desafiantes nubes de un estío que ya vacila entre calores tímidos y vientos anunciadores de cambios. Y lo cierto, es que ya quiero otoño. A qué mentir. Me devuelve a la niñez, a veces. A esas tardes en que la luz natural se desplomaba de golpe, y oías silbar el viento, sus escaramuzas, agazapadas en el regazo de una esquina, mientras cerrabas con énfasis la cremallera de una chaqueta que iniciaba su caída en la garganta, y que la cuidaba, por lo que pueda pasar.

Dicen que el otoño no es aconsejable para taciturnos, para personas que se sumergen en melancolías; que acentúan sus pensamientos grises y que se ven invitados a una especie de reclusión, como al compás de lo que en la calle se palpa, en esa estación, cada día más tísica de gente, a más pronta hora. Aun así, decía, quiero otoño. La luz se repliega joven, premiosa, no más allá de las cinco, desenganchando sus tentáculos que cubren la ciudad y dejando un río de puntos luminosos que en la distancia dibujan formas caprichosas entre casa y casa sin un claro propósito. Y especialmente hermoso, el otoño, se expresa en las playas. Aunque se hayan visto ocupadas por el hormigón y el diseño, en cualquier medida. En esa multiplicidad de pueblecitos pesqueros que ocupan la largura de nuestro Levante.

Recuerdo, ahora, Calpe. Sí, porque Calpe, para mí fue una especie de resurrección, ocurrida justamente en ese tiempo en que la luz huía pronto, asustada y sacudida por los primeros fríos. No había, pues, los remolinos de gentes que julio y agosto brinda a ese pueblo de tradición pesquera; y que casi la hacen impracticable, como toda bendita tierra que haya nacido bajo los efluvios de un mar. Pero seguían saliendo a nuestro encuentro, invariablemente, con simpatía y firmeza en la voz, los “captadores” del restaurante de turno por los que pasábamos y que se encargaban de la seducción del cliente. Nos ofrecían vinos, afrutados y suaves, en su mayoría, como salidos de una expendedora sin límite, aunque con cierto deje de compromiso implícito, para todo aquel que a la tentación cediese. Frente a nosotros, mientras ingeríamos, se abrían plataformas acristaladas, verdaderos acuarios con platos de crustáceos que nos miraban con reverencia y miedo tras el cristal, presintiendo su destino. Pero ya teníamos, siempre, nuestro restaurante, reservado. Y nuestra comida. Al final de paseo, mirando al peñón, se encontraba nuestro destino, gastronómico. Frente a esa fenomenal roca que ocupa un trozo de mar, sin atisbo de vergüenza, porque hasta ella parece prolongación de ese universo de agua, que busca el cielo. Al abrigo de la roca, caminábamos, sin prisa, tras la comida, escuchando las gaviotas, miles de ellas, que hacían malabares en el aire, a nuestro paso, juegos circenses, sobre nuestras cabezas, regalados, mientras íbamos de puntillas sobre las piedras, cerca del mar, abriendo nuestros brazos para no caer, procurando también ser trapecistas, como esas aves en sus alturas… Y escuchábamos, si parábamos, sólo un instante, el sonido roto de las aguas estrellarse en la quietud vespertina de aquellos domingos dispuestos para descansar en el álbum de lo inolvidable.

Calpe me dio muchos otoños. Quizá por eso, los ame, tanto. Y quizá por eso, hoy, a pesar de que el calendario se obstine en recordarme que todavía es verano, siento felicidad, y parpadeo de alma, al observar, tras mi ventana, la tarde enroscándose entre algodones oscuros y mugidos de cielos que parecen rugir peligros. Anunciadores. Heraldos de un otoño, al que le queda poco para regresar. En todo su esplendor. Porque son los ojos, los del corazón, los que casi siempre ven. Lo que hay fuera. Los colores. La armonía. Pues gran parte, depende, del corazón. Y de la persona, desde luego, que contigo caminó.

Gracias.

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11 COMENTARIOS

  1. Y despues dicen que si nos damos cremita. ¿Y a quien le voy a dar cremita si no es a ti?
    Magistral Claudio, una descripción de los que vivieron tus sentidos y de lo que esperan magistral.
    La vuelta al colegio, el casino anocheciendo, porque en otoño se vive anocheciendo, porque el dia del verano ha acostumbrado tanto nuestras pupilas a la luz que esta escasea en otoño, porque el otoño es la perdida de la juventud si de vida hablamos. Y eso que aún son claros los diás en esta tierra nuestra y en la vida. El aviso del invierno, el tiempo del calor, sí del calor del hogar, de cuando en realidad se aprecia cuento vale estar cerca, o dentro de alguien.
    En fin, muchas Gracias y, como siempre , es un grandísimo placer leerte.
    PD
    Si yo tuviera que escoger una estación sería el invierno, pero claro, a lo mejor es porque yo nací en febrero .

  2. Claudio, con tu bello relato me has recordado momentos felices de mi vida, días en que me iba con tu tío Alfonso y otros amigos, a captar con nuestras camaras fotográficas, esos bellos atardeceres otoñales en que el sol, por su inclinación, parece querer descansar anticipadamente de la fatiga del verano, y las figuras se alargan ofreciendonos su sombra reparadora, sin saber que las mismas fueron decididas en tiempo y forma por el Creador.

    Un abrazo

  3. Bello relato Claudio en que expresas la llegada de esa estación otoñal propia para la meditación y la melancolía. Un tiempo en que los rayos del sol pierden su fulgor y las incipientes lluvias mojan los caminos dotando de una fragancia que nos hace respirar mejor.Tiempos de setas y de campo, de vendimia de cosechas, de una luz trasparente que nos ofrece una riqueza cromática singular,mezcla de colores anaranjados, dorados y marrones cálidos que se desvelan ante nuestros ojos cuando desaparece la clorofila de las hojas y estas acaban cayendo al suelo formando un manto de hojas secas que cruje incensante bajo nuestros pies.
    El otoño nos quita luz pero no da una hora más para disfrutar tras los cristales de esos dias grises y nubosos en los que ya miramos de reojo a la chimenea pidiendo su comprensión para fríos venideros.
    Por las calles vemos a los niños volver a la escuela con sus chaquetas, mochilas y uniformes nuevos habiendo dejado en el armario las camisetas de tirantes y las chanclas de playa, ávidos de contar mil historias de sus aventuras veraniegas a los demás.
    Tiempo para contemplar bellos atardeceres a la orilla del mar, de ese Calpe de roca ciclópea y aroma a pescado freco en los que el sol baja lentamente hasta fundirse con el reflejo del agua mientras la noche cae sobre las rocas del Peñón y la luna resplandece como una reina sobre el horizonte.
    Un cordial saludo Claudio y enhorabuena por tu artículo.

  4. A mí me gustan las sombras alargadas y los cielos estilo Lo que el Viento se Llevó que, en otoño, además de las hojas secas, se lleva el bronceado de los que se han puesto morenos; o negros, con las últimas noticias.
    Nos da por coleccionar, ordenar y ponernos melancólicos pensando en los agradables días de calor o los amores del verano.
    El otoño tiene una luz especial que hace que los horizontes se perfilen y ganen contraste. A ver si es verdad, como metáfora de lo que podría ser nuestro futuro.
    Un abrazo.
    Charly

  5. A partír de hoy eres mi escritor favorito. Puede parecer cursi, pero leyendo tu escrito,(permíteme que te tutee) me embarga una emoción y melancolía que siempre se da en septiembre. El otoño es mi estación favorita.
    Me has hecho retroceder a otros tiempos muy felices de mi vida,(cuando pasábamos unos días de vacaciones en Cullera).Solía sentarme al atardecer, en el acantilado, y me quedaba meditando y mirando el horizonte fijamente. Los ténues rayos de sol, se fundian en el mar y la mar se serenaba .¡Era precioso! .Por un buen rato, todo lo que no fuese la caricia de la brisa y la mar, era ajeno a mí.

  6. La conmemoración de tu nacimiento Claudio, le da la bienvenida al otoño, por eso amigo, te gusta tanto. Tu primer grito a la vida, aconteció envuelto en el inicio de los misterios otoñales.

    Creo que tú y el otoño, tenéis una alianza inquebrantable. Ambos sois profundos y misteriosos, reflexivos y románticos.

    El otoño ha sido y es motivo de inspiración de oleos y acuarelas. De sinfonías y composiciones serenas. De musas liricas y almas al aire. Los artistas esperan el otoño, para volcar la pasión almacenada durante el verano, como has hecho tú, con este cálido relato, mágico y entrañable.

    Es tiempo de reflexión, de nostalgia y de reencuentro. Muchos dirán, que también de tristeza y melancolía, pero leyendo tu artículo, me quedo con la sensación de que es posible extraerle al otoño su encanto, disfrutando de los paseos al atardecer y de un invite a la lectura.

    Gracias Claudio

  7. Una obra maestra en pequeno.Muy bien,me ha gustado y mucho.

    Atila.

  8. Me alegro un montón que a «el mastín de la libertad» o a Atila,le guste, como a mi, un articulo de mi hijo. Soy el sheriff, Sr.Atila. Un cordial saludo y
    mi humilde agradecimiento

  9. A mi me encanta el otoño. Los coleres del campo son lo mejor.
    Muy bueno el articulo. Muchas gracias

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