Art. de opinión de Luis Beresaluze Galbis

EL DRAGO MÁGICO

( A Claudio Rizo )

Me han regalado un símbolo. Una porción de naturaleza. Una alegoría viva que fabrica oxígeno y procura sombra. Un ansia de suelo y un anhelo de cielo. Un árbol singular que hace navidad cada atardecer y se llena de luces en forma de corazón.

Lo descubrieron dos amigos, él y ella, en la plaza de Gabriel Miró, aquella lonja samaritana del amor de alquiler, como el árbol de corazones, luego de observar el maravilloso resultado de una foto hecha por teléfono. Breve técnica óptica pero muchísima inspiración, como una corazonada premonitoria. Una imagen prodigiosa, mágica y cordial.

Nuestro árbol, porque me lo han regalado, es un ficus antiguo. De la familia del famoso drago trimilenario de Tenerife. Ese raro árbol alicantino, el segundo en el orden de nuestro protocolo verde ciudadano, inmediatamente después de la emblemática y estallante palmera, en el que en otro orden alicantino, interior, no podrían faltar el algarrobo, el olivo y, sobre todo, el almendro. Una catedral de sombra (ninguna copa arbórea tan tupida), sobre todo en los emplazados en la post Explanada, al oste de Canalejas. El único árbol que conozco que busca la humedad del subsuelo desde lo aéreo de sus ramas mas bajas, de las que tienden hacia tierra unas raíces ávidas y secas, que apuntan tanto al suelo como al cielo sus ramas superiores.

Mi árbol, nuestro árbol, porque lo acepto a medias y lo quiero compartido, es menos tupido arriba y casi mucho mas multienraizado abajo, con las raíces aéreas amarradas al tronco como si ya quisieran chupar algo de él. Parece un racimo de caballos atados. Gracias a esa relativamente menor ocupación foliar superior, se permite el lujo de filtrar la luz de manera, no ya cordial sino corazonada. Un árbol para amar y ser amado. Una catedral que incitara al amor desde tanta vidriera de aire acorazonada. Cada roto de su copa una ventana de luz, en forma de corazón. Y esto no son fantasías líricas de retórica factoría. Ahí está la imagen que captó un teléfono fotográfico, eso que llaman un móvil, y que es, mas bien un portátil, porque los móviles se mueven y este hay que portarlo. Da fe la técnica novísima pero elemental, en forma de documento iluminado. La fehaciencia de la luz.

Que te dediquen un árbol no es cosa de escaso relieve. Menos, un árbol que siente y te habla con el corazón en la mano, con sus corazones entre sus manos, poniéndole al cielo ventanas acorazonadas, cordiales, de ensueño. Multienraizado, tremendamente agarrado al suelo desde donde le nace la savia ensangrentada que quiere subir tan alto como el cielo increíble de esta ciudad de la luz, traducida en corazones. Lucentum que la llamaron los romanos, que sabían muy bien poner nombre a las cosas.

El árbol tripartito, porque es a de ellos y mío. El árbol de nuestros tres corazones enamorados de él. Y el de los muchos mas con que nos corresponde, momentos antes de esa “poqueta nit” de la que habla mi mujer, que está hecha para enamorarse.

Alicante, poqueta nit, árbol prodigioso y corazones por todas partes. Nunca un cacharrito de esos con los que ahora se entretienen las personas mayores, habrá producido un efecto tan hermoso, espectacular y lleno de magia. Algo muy extrañamente íntimo inspiraba al fotógrafo cuando mandó hacia el árbol su mensaje óptico. Sorprendente pero en cierto modo, esperado. Gracias al amigo extrañamente urgido a disparar, compartimos hoy esta maravilla divina. ¡Qué árbol, Dios mío! El árbol de corazones del corazón de Alicante, la ciudad de la luz que los dibuja en la copa. Un árbol que florece luces en forma de corazón.

Gracias, amigo y amiga: Que Dios bendiga vuestra gentil generosidad. Vuestro árbol, nuestro desde ahora, ya ha tocado con una de esas nervudas y obsesivas ramas-raíces exteriores, la tierra emocionada de mi corazón.

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9 COMENTARIOS

  1. Que pena que un artículo dedicado a mi hijo, no haya podido ser el primero en comentarlo.

    Acabamos de llegar a casa de cenar, como todos los viernes, con mi mujer y precisamente con Claudio y su novia, y me encuentro con la gran sorpresa de un bello artículo dedicado a mi hijo. Como padre y como amigo tuyo que me siento y que soy, estoy muy orgulloso que tan bello relato lo hayas dedicado a mi hijo. Gracias de todo corazón.

    Si yo fuera Sonia Castedo, que evidentemente no lo soy, os dedicaría una mención especial en la

  2. Poco que decir ante un texto emotivo que se limita a ensalzar literariamente una hermosa imagen que Claudio Rizo acompañó a su artículo dedicado y que ya mereció un breve comentario por mi parte.Agradecimiento entre escritores sin más,tiempo de dedicatorias con sencillez y desprovista de disquisiciones metafísicas a las que el Sr Galbis nos tiene tan acostumbrados. Esperanza de tiempos mejores para la lírica en la que todos podremos disfrutar de mayores profundidades literarias que la puramente descriptiva y sentimental que nos ofrece este artículo veraniego.

  3. He siho muchas veces muy crítico con el Sr. Beresaluze pero en esta ocasión me ha enternecido, más que el artículo, que está muy bien, la dedicatoria. Muy bien

  4. Que sastifacion,tener amigos, y mas estos dos,Luis beresaluze y Claudio Rizo, me gusta leerles,siempre encuentro un sentimiento en ellos,que me llena mucho, lastima que mis pocas posibilidades de escritura,me impida a veces argumentar mas sobre ellos, deseo que sigan deleitandonos, D. Luis con su maestria, y Claudio con ese saber estar,siempre para todos.

    Os mando un gran abrazo para los dos.

    Jose Maria Castello

  5. A mi me parece estupendo. Tanto la foto como las respectivas dedicatorias. Pero más estupendo aun me parece estar asistiendo de testigo a una amistad naciente o que ya camina, porque estoy viendo los pasos de esta uno tras otro y estoy encantado.
    Un saludo a ambos y agradeceros que nos regaléis a los demás vuestras letras, que nosotros también somos beneficiarios en todo esto.

  6. Gracias sinceras a Novelda Digital por avisarme, vía mail, que mi comentario estaba inacabado.

    No sé si será mi torpeza en estos menesteres, uno ya tiene una edad, o los efluvios de una maravillosa sobremesa con mi mujer y mis hijos, pero mi comentario, precisamente éste, el que más pronto hubiera querido comentar, me sale tarde y partido en dos, como está ahora mi corazón, partido en dos.

    Decía, querido Luis, que si yo fuera Sonia Castedo os haría,a ambos, un homenaje en la Plaza Gabriel Miró ( de Correos). Nunca un ficus centenario y fotografiado con los humildes recursos de un móvil ha dado para tanto. Bello el artículo de mi hijo y bello el tuyo, y los dos, con el mismo motivo.

    No se si te lo ha dicho mi hijo, pero tu fuiste el artífice y el visionario que supo ver aquellos preciosos corazones entre las hojas en un precioso atardecer de mayo en ese Alicante que tanto amais los dos. O los tres. No quiero dejar a Inma fuera de todo esto. Tu lo dices con la maravilla de tus palabras: «el árbol tripartito».

    Te reitero mi agradecimiento, como padre orgulloso de tan gran dedicatoria y te pido disculpas por mi torpeza virtual.

  7. Jamás, querido Luis, me dedicaron un texto… Ni mucho menos, uno con el calado humano y literario de éste.

    ¿Una foto, espontánea, común…?: Un artículo. Dedicado al hombre, y escritor, que admiro. El primero que advirtió entre los recovecos del Facebook, un día, en esa foto hecha casi a la remanguillé, corazones que se posaban en ramas poderosas y captadas a contra sol, cegadamente, a las cinco de la tarde, a finales de mayo, pero henchido de amor, el corazón, también, de quien pulsó el “click” en la función “cámara”. Uno, dos, tres…, hasta cinco corazones, manuales, artesanales, sobre sus robustos brazos pude advertir, tras tu advertencia, que descansaban en las ramas de ese ficus: palacio de madera; totalidad de sombras…

    Acabo de saber, gracias a tu dedicatoria, que se trata de la familia del Drago trimilenario de Tenerife. Acompaño a mi agradecimiento, el conocimiento de este dato.

    Puede que a las personas, poco o nada diga ese árbol. Esa foto. Casi onírica, fantasmagórica, sugerente… pero absolutamente espontánea, sin pretensión alguna; como espejo de lo que bajo sus sombras, tanto mi novia como yo, sentimos en aquel momento. Y eso es lo que vale. Lo que valió, para siempre.

    Esta dedicatoria que me haces, que nos haces, es la perfecta continuación a mi “Árbol de corazones”, que llevó tu nombre, no hace mucho, enmarcando uno de los momentos más sublimes que una persona puede sentir; además en nuestra querida Alicante. No ansío riquezas. Sólo momentos. Y ese fue uno de esos.

    Gracias, Luis, por dedicarme este momento tan tuyo, en palabras… Especialmente significativo, por ser continuación documentada, elegante y amorosa, de las mías.

    Tus dos amigos, que vimos en una foto, simple, aparentemente cotidiana, algo de magia, te damos las gracias por este gesto tuyo. Que guardaremos como si hubiéramos atrapado algunos de aquellos corazones, de aquel ficus, entre los nuestros…

    Para siempre.

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