«Querido pitillo»
Querido pitillo:
Ya estás marcado, querido pitillo. Eres la Letra Escarlata del siglo XXI; o si lo prefieres, tan a la sazón en estos días, la mismísima lepra de Ben-Hur con caracteres de actualidad. ¡Con lo que has hecho tú por los tímidos, los párvulos, los cariacontecidos…, y así te tratan!
Contigo desaparece el gran amigo de los silencios, el permanente coleguita que rompía la frialdad de un encuentro, el truhán que brincaba de labio en labio aureolando el ambiente entre algodones flotantes y nubes bajas. Eras el gran intermediario, el correveidile, el alcahuete de las causas imposibles: la careta perfecta para una tarde de Carnaval.
Cuando era joven –vamos, un poco más que ahora- y alguna chica deshacía las esclusas de mi parquedad incitándome a acudir al despeñadero de las sin-vergüenzas, me pertrechaba de bastantes como tú a fin de acortar unas distancias que se me hacía infinitas. “¿Quieres uno?”, era la pregunta que antecedía a cualquier otro formulismo. “Sí, gracias”, mmmm… La joven atrapaba entre sus mórbidos labios tu delgado cuerpecillo y expelía con delectación lo que siempre quise que fuera un aroma compartido. El camino se alisaba gracias a tu aleteo en sus labios, mientras yo te imaginaba recorrer los intersticios de aquella boca oceánica a mi fantasía. Después, entre el incipiente mareíllo de tus primeras bocanadas en aquellas sufridas horas de rebeldía, le esgrimía la original pregunta de niño torpe y asustado: “¿Estudias o trabajas?”. Entonces se iba… sin segundas oportunidades. Pero bueno, querido pitillo, era tan bonito ver sus labios entornados expeler humos mientras mis sentidos absorbían todos sus efectos “erotizantes”… Impagable momento. ¿Que luego me dejaba con tres palmos de narices?…, eso era ya lo de menos, te lo aseguro, pues aquel instante de quietud embriagadora, de fogonazo íntimo, de paroxismo instantáneo, compensaba todo descrédito posterior.
Te agradezco tus confidencias, tus silencios, tus ayudas…, querido pitillo.
Tu final se apresta en esta sociedad de parlanchines y de modas fundamentalistas.
Adiós, querido pitillo. Ahora sólo te sentiré en la clandestinidad de una vela a media luz, antes de que un sutil calambre de aire la apague definitivamente.
bello homenaje al cigarro. lo comparto, pues hay mucho de lo que escribes que lo he sentido como mio. muy buen articulo.
No hay poesía en un mal que provoca millones de muertes al año. No hay nada bello en las monstruosas cifras de fumadores pasivos muertos. No, este tipo de cosas no merecen ser loadas.
Que merezcan ser loadas o no, es insignificante según mi opinión.Estoy de acuerdo en que no hay nada bello en el tabaco y el tabaquismo, pero si son bellas las palabras. Y a mi me gustan las cosas bellas.
Otra cosa es que el Sr. Claudio Rizo deba tener que buscarse otro compañero de silencios mas sano e inofensivo, ya que como no lo haga nunca gozará de un silencio, porque se verá interrumpido este por los silbidos de unos pulmones sucios y agónicos que , indefectiblemente, acompañan al pitillo mas tarde o mas temprano.