La Ruta de La Sal “ El Mayor desafío del Mediterráneo” por Vicent Pina, El Capi

Miles de anécdotas personales, experiencias vividas navegando y la gran cantidad de fotos que hicimos, nos recordarían siempre que  convivir con gente extraordinaria es lo más bonito del mundo y  harían de esta regata un recuerdo eterno. Jesús, Magda, Jose, Ángeles, Merche, Manolo, Araceli y Joaquín… ¡Con vosotros al fin del mundo!

Durante “ La revolta dels Mariners ” de 1846, los ejércitos carlistas impusieron un bloqueo a Barcelona por el que se produjo una escasez de sal que puso en peligro a la ciudad condal.

Un conocido barcelonés  (gran hombre de negocios) tuvo la genial idea de reunir a los más afamados navegantes del lugar y presentarles un desafío: pagaría los servicios de transportar sal de las Salinas Pitiüses a El Garraf (Barcelona), en función de su orden de llegada. Tal era la necesidad de sal, que los últimos no sacarían nada a cambio y los primeros cobrarían en oro.

Trece embarcaciones aceptaron tan singular reto. La primera en llegar fue el “Halcón Maltés” una goleta de Baltimore de 32 m de eslora, seguida del jabeque “Jerba” y del bergantín “Arrogante”.

Así empezó lo que sería la regata más divertida de todo el Mediterráneo. Pero no fue hasta 1989 que se pusiera a caminar la primera edición deportiva de la Ruta de la Sal. En la primera regata participaron 36 embarcaciones, cifra que se fue multiplicando  hasta llegar en el 2000 a la cifra récord de más de 300. Cifra que ya se viene repitiendo de año en año.

En las últimas ediciones  se movilizan más de dos mil regatistas y es la regata de altura con mayor participación celebrada en el Mare Nostrum y por lo que observamos en esta última, sigue con todo el encanto de la primera travesía del siglo XIX.

La Ruta de la Sal nunca ha sido una regata fácil, porque se realiza en una época del año que la meteorología es complicada.

La Sociedad Estatal de Salvamento y Seguridad Marítima de la Marina Mercante Española, la Guardia Civil del Mar, los Gobiernos Insulares y de Cataluña y diversos Ayuntamientos como Denia, Barcelona e Ibiza colaboran en tan complicado y grandioso evento náutico

A mi, me hacía mucha ilusión participar otra vez en tan singular regata y era cosa de ponerse a buscar tripulación y barco. Pronto me sobraron tripulantes y  en esta ocasión íbamos a competir con un velero de época de gran eslora y de andares tranquilo. Participaríamos como barco clásico porque no teníamos ninguna posibilidad  de triunfar con las naves más regateras de toda Europa. La cosa prometía…, no podíamos correr, pero no tendríamos trescientos rivales, sino cinco.

El miércoles subiríamos el Velapi a Denia. Un barco de dos palos de treinta y tantos años, pero muy bien llevados. De la clase vagabond, con quince metros de eslora, una generosa manga y con cinco velas para complicarnos la singladura. Todo vestido de teca y un aspecto jovial. El camarote de popa era el más generoso  con un aseo en su puerta. El de proa, de tamaño reducido pero muy confortable. Una conejera con dos literas y una enorme dinet con dos camas integradas. A la entrada de la misma dos redes repletas de fruta. Una desahogada bañera con su rueda de timón de época y cubierta principal suficiente para montar una escuela de baile.

Hicimos una desastrosa salida, como es normal en un barco de crucero tan grande, pero nos sobraba tiempo y felicidad. Estábamos en la mítica Ruta de la Sal. Aquello prometía y la tripulación era feliz  de estar entre tantos barcos europeos. Dieciséis barcos extranjeros con pabellones de Rusia, Italia, Bélgica, Holanda, Alemania, Inglaterra y cinco franceses de puertos como Languedoc-Rosellón y Provenza-Costa Azul. Aunque la mayoría de ellos salieron de Barcelona, pues la regata tenía dos salidas simultáneas y una única meta: Sant Antoni d´Eivissa. De Denia salieron ocho desafíos procedentes de Alemania, Holanda, Italia, Finlandia, Francia y Bélgica. El resto de barcos y tripulaciones eran de las Islas Baleares y de toda la costa del Levante español.

La primera etapa fue perfecta y recuperamos tiempo a causa de un favorable viento que nos empujó toda la noche. Bordeamos sin dificultad el Faro de Barberia y Punta Roja hasta tener por babor el extremo norte de Tagomago. Allí cogimos una encalmada de dos horas y cuando refrescó intentamos hacer bordos, con tan mala suerte que al ceñir nuestro Velapi nos enviaba hacia la estela que ya habíamos recorrido horas antes. Navegábamos hacia atrás como los cangrejos. Y este viento iba a durar doce horas más. Finalmente no tuve más remedio que ordenar el abandono de la Regata y poner motor para entrar en Sant Antoni con el crepúsculo vespertino. No teníamos otra opción; llegaríamos al día siguiente y fuera de tiempo. Se imponía ganar una noche de descanso después de tantas horas perdidas con las ceñidas. El paso por el arco de Sa Margarida nos reconfortó un poco. Y una ducha caliente en puerto mucho más.

El que nos hubiésemos retirado de la competición  no nos perjudicaba en nada. Lo importante era participar. Lo práctico retirarnos y ganar una noche en tierra. Atendiendo al refrán “ De lo perdido saca lo que puedas.”

Ducha calentita, paseo por San Antonio, cena en un lugar tranquilo y a dormir sin guardias y sin frío en los huesos. Aquello volvía a prometer. A pesar de que un conjunto tocó toda la noche a  escasos veinte metros del barco, nosotros ni nos enteramos, tal era nuestro cansancio.

Al día siguiente lo clásico de las regatas. Coche alquilado y visita al pueblo marinero de Ibiza, pasando por los mercadillos de los guiris de la isla. La catedral, la fortaleza medieval, las compras de última hora y nueva ducha para la cena de entrega de premios. Todos teníamos la invitación al acto oficial de entrega de trofeos y cena –bufet de bienvenida y fiesta de la Sal en el restaurante Es Nàutic.

Generoso vino, variados y abundantes entrantes y otro arroz caldoso marinero fueron suficiente para terminar una velada en grupo que no reflejó en ningún momento que estuviésemos cansados. Según la edad fuimos desapareciendo para caer en los brazos de Morfeo, pues al día siguiente tocaba Ibiza-Alicante y había que estar frescos.

Miles de anécdotas personales, experiencias vividas navegando y la gran cantidad de fotos que hicimos, nos recordarían siempre que  convivir con gente extraordinaria es lo más bonito del mundo y  harían de esta regata un recuerdo eterno. Jesús, Magda, Jose, Ángeles, Merche, Manolo, Araceli y Joaquín… ¡Con vosotros al fin del mundo!

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