Art. de opinión de Claudio Rizo Aldeguer

EL “ME GUSTA” DELATOR

Dice un sesudo estudio norteamericano (todo lo sesudo viene de allí, nos ilumina y enseña de paso cuánto de atrofia tenemos de los aquí) que con solo echar un vistazo al listado de “amigos” que tiene un usuario en Facebook, podemos extraer información solvente acerca de los gustos o rasgos de la personalidad de ese usuario. Y dado que la fantasía no tiene límites, y además no está penada, todavía ha ido más lejos otra reciente prospección de hábitos y conductas sociales, realizada por Michal Kasinski y unos colegas suyos del Centro de Psicometría de la Universidad de Cambridge, al arrojar la nada desdeñable conclusión de que los “me gusta” por cada uno de nosotros, vistos al detalle y por sí solos, son capaces de indicar la etnia, la orientación sexual, la capacidad económica, la creencia religiosa, la inteligencia, el grado de felicidad o incluso las adicciones, por tremebundas que sean, de los pulsadores de ese “me gusta”; o sea, en pocas palabras: desnuda posición, clase y posibilidades al tiempo que revela secretos y miserias. Se trata de una nueva disciplina, dicen, conocida por aquellas latitudes como “Ciencia Social Computacional”. Ahí es nada. No se puede negar cierta robustez en su epígrafe, cierto toque egregio, por más que su trasfondo pueda generar sospechosas trazas de moverse tal estudio a caballo entre lo serio, lo despreocupado o puede que incluso lo cómico. Que nada es descartable.

Sin tratar de desproveer de base o cierta lógica (¡que la tiene!) a esta novedosa tipología de destripamiento social en la red, tengo la sensación de que el análisis de los pinchacitos “megustianos”, así como el caudal de amigos por uno mostrado como inquebrantable prueba de sociabilidad y aceptación virtual, podría desembocar sin grandes forzamientos ni artificios para tales eruditos en el “viejuno” didactismo español (de toda la vida) del “Dime con quien vas y te diré quién eres”, o “Quien va con un cojo, cojea”, o “A quien buen árbol se arrima…”. Pues por parejos meandros tan patrios, y sabios, ubico yo a semejantes atrevimientos, elevados a rango de verdad, no pocas veces, sobre un esqueleto de chabacanería esnobista y pretendidamente alumbrador, cuyo fin, destino o, sobre todo, propósito práctico, casi nunca atino a comprender. Si de ahí, si de esa azarosa y en ocasiones vaga actividad de cliquear el “me gusta”, alusivo a imágenes, paisajes, restaurantes, hoteles, viajes, ropas, reivindicaciones, concentraciones, presentaciones de libros, cabe derivar jugosas conclusiones del tipo cuánto dinero llevo en la cartera, a quién rezo, a qué partido voto o (incluso afirma el estudio) si tengo o pudiera tener tendencias homicidas, sumisas, sadomasoquistas y alguna que cosa más, pues no sé, qué quieren que les diga… que quizás, vale, ¡pues una erudición americana para algo es y se llama americana! Digo yo.

A veces el “me gusta” no indica exclusivamente una capacidad de, sino muy al contrario, un deseo, un anhelo no cumplido, una frustración, cuando no un trauma. Un querer ir a lugares que sólo en foto verás, un soñar despierto con prendas diseñadas para cuerpos totalmente enfrentados a los nuestros… Un querer aparentar lo que no se es, en definitiva. Lo que no se tiene. Sin más. Una especie de doblez buscada y asumida, de doble vida al calor anónimo y seductor que brinda la red del “todo es posible al abrigo de un brasero y ante un teclado”, pero con la certeza íntima de la imposibilidad de su conquista. Porque así es Internet, básicamente y desde sus mismos orígenes: una apariencia (creencia) de realidad que completa un vacío personal, doloroso y antiguo; que le presta oídos, palabras o signos, y lo calma. Un dato nada periférico que podría haber sido ponderado, de paso, por la Ciencia Computacional. Vamos, por si les ayudase a la lectura de perfiles. Poco más.

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6 COMENTARIOS

  1. La verdad; no me he enterado de nada. Hace ya varios artículos, escribías distinto, o es que yo estaba más despierto para comprenderte. Pero en esta ocasión…ná de ná, tío, que no me entero. Lo siento, pero la filosofía no es lo mío.

  2. Claudio, al comentario nº 1 ni caso, lo que escribes es siempre muy interesante y muy bien escrito, sigue así

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