Art. de opinión de Luis Beresaluze Galbis

SOMOS TANTA GENTE

Un día, absolutamente desalentado y confuso, se echó a dormir con la esperanza de no despertar. Hay días que no debían tener lugar. Pero de los sueños, hasta de los malos, se despierta, Invariablemente. La realidad es obstinada. Y ocurrió algo extraño. Como si hubiese amanecido afectado de otra manera de consistir en aquello que se llamaba como él.

En medio de sus grandes variaciones de carácter y disposición, aquella no era una situación habitual. Y olía a muy reciente. A minutos, casi. Ordinariamente, se metía en si mismo y no encontraba siempre el mismo yo. Era, muy en lo profundo de sí, habitualmente, un sitio personal en el que, a veces, no estaba. En el aseo personal matutino, le parecía estar afeitando a otro. Como reconociéndose cada día menos. Y otras, estaba “reunido”. Reunido consigo mismo. Entonces, no había prójimo. Y lo sentía, porque querer a los demás es como quererse a si mismo repetidamente, con un amor como clonado. ¡Cuantas veces se sorprendió queriendo traducirse a sí mismo!

Normalmente, la vida le parecía una eternidad de todo a cien. Las mismas cosas y distintas, pero distintas del mismo modo. Rutinariamente variadas. Un hábito de ser…

Siempre tuvo la impresión de estar yendo hacia si mismo, sin llegar, nunca a encontrarse del todo. Y, además, como preso en su propio paréntesis. Un paréntesis que arrojaba una sombra que le costaba admitir como propia, porque solo contribuía a su producción actuando frente al sol como algo opaco y contrario, dándole la espalda. Como los cobardes. Aquella cosa que yacía en el suelo era como su muerte luminosa. Y no le agradaba.

Muchas, se sintió como la paciencia de Dios. Es decir, la propiedad de otro, de Otro, en el caso. Pero, protagonista de una sensación ajena, en el ejemplo, del Señor.

Estaba pasando algo: Sus emociones seguían siendo ideas de su corazón. Y su piel, la misma relación con el universo, una mínima película de contacto con el todo.

Notó que parecía que le gustaba experimentar con la duda. Que la épica le resultaba poco confortable y la lírica un tanto cursi y amanerada. (Era o se tenía, por escritor). Estas ideas parecía que antes no le afectaban. Como la de que el bienestar fuera una equivocación de los políticos, cuando se ponían a lo suyo. Que era siempre lo de ellos. No lo suyo, lo del ente pensante que nos ocupa.

Su tiempo semejaba estar en el espacio de otra manera. En que lo que no era verdad, no era. Y en que mas que mas, importaba, mejor.

Le dio por asombrarse de que la evolución, por extraños senderos gramaticales, condujese, ella sola, al modo subjuntivo del lenguaje. Y recordó entonces que, de niño, odiaba los verbos irregulares.

Se le magnificó la idea del sembrador. Desde ahora le importaba mas la idea de sembrar que la de recoger. El sembrador enterraba en la tierra un poder multiplicador, un milagro. Y una esperanza. Y él, que escribía, se sintió, en cierto modo, sembrador, sugeridor, posibilitador de cosechas ajenas.

Se miró al espejo y vio mucha gente. Como si fuera un eslabón de su casta. Sus genes eran los genes de mucha gente. Y lo agradeció, profundamente. No estamos solos.

Se dio cuenta de que tenía mucho expresado que le gustaría borrar y nada, no dicho o escrito, de que arrepentirse. También, de que no le gustaba decir jamás. Le sonaba a mucho mas que nunca. Y nunca ya era bastante negativo y desesperanzador.

Hacía estas consideraciones, mirando al campo, en medio del cual se levantaba un olivo majestuoso. Pensó que su tronco era romano y su copa griega. Y casi se arrepintió de la cuasi greguería, porque le olía a ordinariez sublimada. Indudablemente, estaba empezando a ser otro. ¿Tal vez aquel que tanto buscó anteriormente, sin éxito?

Empezaba a sentirse a gusto dentro de aquel yo, nuevo, al que había amanecido, luego de acostarse con deseos de última noche. ¿Se habría producido un intercambio de ángeles custodio, en el ínterin y en el interior? Era el mismo pero de distinto modo. Es decir, era otro, de la misma manera, Los problemas de anoche ya no le preocupaban. Y estaba la vida ante él, tan llena de soluciones…¡Cuanta gente somos!…

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5 COMENTARIOS

  1. Caray, Luis. Hoy, no se si será por mi cansancio del viaje, pero me has tenido en vilo hasta el final.

    No entendía un personaje tan extraño, tan deprimido, tan poco tuyo, hasta que he llegado al final. Has llegado, de nuevo, con la esperanza de un nuevo ser, que, según tu, era otro con la misma persona, pero con otros ideales, con otros deseos. Somos muchos en uno sólo. Y como cambiamos, sin notarlo, sin sentirlo.

    Luis, tu relato nos devuelve la esperanza, la fe en Dios, en la posibilidad de, siendo los mismos, cambiar para mejorar.

    Me alegro, de verdad,del final de tu telato. Me había preocupado.

  2. Un texto que mira hacia adelante, que «esperanza» (déjame la licencia entrecomillada) al que lo lee, absolutamente optimista… aunque en su inicio, hasta casi su mitad, no se vislumbre esa luz que se descarga en su desenlace.
    Prosa rica. Inteligente y novedosa. Esfuerzo del escritor, en un tema nada simple, para esforzar a su vez, la mente y el sentir del lector en un viaje hacia sí mismo. Esencialmente reflexivo. Diría, como cierre.
    Gracias, Luis.
    Interrogantes vitales (creo que vale) expuestas con clase y, si me permites, muy, muy sutilmente. Como de refilón y en voz baja.
    Me ha encantado tu nuevo trabajo.
    Un abrazo.

  3. Luis, el comienzo de tu reflexión sobre la vida más profunda de los seres humanos cuando nos encontramos sin gobierno interior, es acertada y está siempre en vigor y en estos momentos de tribulación, aún más, cuando vemos a esas familias cargadas de hijos, desahuciadas de sus viviendas, sin alternativas de vida, es cuando empiezas, como tu bien dices, a pensar en dormir y no despertarte.

    Todos en esta vida hemos tenido, más o menos momentos amargos, que nos han hecho pensar en la soledad en que nos hemos encontrado, y hemos pensado “Vivo sin vivir en mi “ , y en ese momento tu personaje se hace realidad, pero cuando la siembra ha sido buena te das cuenta de que la cosecha empieza a dar sus frutos y no estás solo. Nuestra materia espiritual está siempre intacta, en muchos casos incluso sin utilizar, porque la misma vida que llevamos no es propicia para el sosiego, la reflexión y el darnos cuenta de nuestro alrededor, la felicidad no es poseer cosas, sino más bien dar amor a los demás, ello nos hace sentirnos bien con nosotros mismos, incluso cuando estamos afligidos por nuestras desgracias esta es una salida que nos reporta la sensación de que no estamos solos. Me viene a la memoria una película del director Frank Capra, protagonizada por James Steward, “QUE BELLO ES VIVIR “ sensacional sobre esta cuestión, en que el protagonista, agobiado por todo tipo de problemas decide suicidarse, (Quiere dormirse y no despertar) y cuando llega al puente, un viejo (Su ángel) se tira al agua, y el sin pensarlo decide tirarse también, pero para salvarlo, y a partir de ese momento empiezan a cambiarle las cosas. Este personaje del film, sin darse cuenta, ha destapado el amor y la espiritualidad que llevaba dentro, que trajo al nacer, y se la ha ofrecido al prójimo, sin pedir nada a cambio olvidándose en ese momento de sus propios problemas, ese es el fundamento del mensaje de Jesús de Nazaret.

    Muchos se vuelven a ir sin destapar ese envoltorio de amor inmaculado que todos traemos al nacer y que separa la felicidad de la desdicha. Si en esos momentos de frustración personal prevalece nuestro amor hacia los demás, siempre será una ayuda inmensa el poder hacer felices a otras personas y esto reparará nuestras desdichas, y ahí en esos precisos instantes te das cuenta que no estamos solos, que somos mucha gente y que los ángeles nos acompañan siempre, y que ellos han participado también en la enseñanza del camino de la luz y la esperanza.

    Cuando yo tengo momentos de incertidumbres, reflexiono sobre ellas y pido al que se que no nos falla nunca , Jesús de Nazaret, y como tengo claro que la fe mueve montañas, le digo en esos momentos de debilidad humana:
    En ti Maestro pongo toda mi esperanza., y mi corazón palpita, porque lleno está de tu gracia.
    En todo mi quehacer, tú estás, y me llenas de alegría, porque mi fuerza vital, sin tu ayuda no resurgiría.
    Este quehacer constante, que tu espíritu me insinúa, para mi es amor, que en inspiración se torna, por que eres mi guía.

    Un abrazo, Luis.

  4. Señor Galbis. Este relato me ha gustado muchísimo, pero digo muchísimo con ganas de decir muchísimo más.
    Cuanto tormento provechoso. Cuanta duda encaminadora. Y, como siempre, qué bien escrito señor Galbis.

  5. Un articulo profundo e intimista Luis. Has conseguido expresar con bella lírica, la razón y sin razón a la que nos enfrentamos continuamente en el devenir de nuestra existencia.

    Exteriorizas sentimientos y propones despertar análogos efectos en el lector.
    La búsqueda de uno mismo es sempiterna. Los interrogantes se suceden expuestos a los vaivenes personales.

    Dejar de cuestionarnos a nosotros mismos supone el vacio ahogado en la imperfección y sujeto a la precipitación.

    El teatro de la vida; con cada actitud interpretamos una función. Nos escondemos del yo verdadero, dilapidado por múltiples personajes.

    No se trata de placerse de uno mismo, si no de encontrar la armonía y el eslabón de nuestro crecimiento, entre “tanta gente que somos”.

    Gracias Luis, ahora entiendo con tu ejemplo, que la búsqueda no acaba nunca tengamos la edad que tengamos, lo cual me concede transigencia para afrontarla con serenidad. Nos has demostrarnos que no estamos solos, que somos muchos. Autónomos y al mismo tiempo dependientes. Gracias.

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